ISLAM
Acabo de llegar de viaje de un
país musulmán y como siempre que voy por aquellos lugares me convenzo de que el
islam es la más boyante de las religiones, al menos de las monoteístas. Es la que
más crece en número de fieles año tras año ocupando cada vez más territorio. No
hay más que ver las masas de hombres y mujeres de todas las edades y condición
social que atienden a la oración de mediodía o de la tarde en las grandes
mezquitas de Estambul, El Cairo o Tánger. Y el fervor con el que se conducen y
que hace resaltar más la apatía y tibieza del mundo cristiano de grandes
iglesias y catedrales, casi siempre vacías, visitadas casi exclusivamente por
turistas. Si es cierto que, como dicen los padres de la iglesia, el
materialismo imperante está alejando cada vez más al hombre de Dios,
conduciendo a la humanidad a la deshumanización (sociedad sin valores), esto no
ocurre en el mundo musulmán, o al menos a simple vista, a tenor de la cantidad
de gente que llena las mezquitas y la devoción que manifiesta.
Mi condición de no creyente me
hace mantenerme al margen de ciertos prejuicios y me permite reflexionar sobre
el porqué de la, para mí evidente, popularidad hegemónica y éxito del islam:
-En el islam no hay jerarquías ni
clero. El imán no es un clérigo, ni siquiera tiene que ser el más virtuoso de
la comunidad. Es solo el mejor conocedor del Corán y más apto para repetir en
lengua árabe los preceptos del libro y su cargo dura lo que dura la oración. Al
menos en el mayoritario rito suní.
-Al no haber jerarquías ni clero no
hay liturgia; o esta es tan sencilla que hasta un niño podría ejecutarla.
Olvídense de advientos (época de los nabos), colores de las estolas y
ceremonias complicadas. Se trata solo de recitar la palabra de Dios.
-No hay imaginería, lo que otorga
a los espacios sagrados carácter de autenticidad. Lo sagrado es irreproducible,
tanto en imaginería como en iconografía. Al despojar a Dios de atributos
humanos se adapta mejor a su condición de omnisciencia, omnipresencia, justicia
infinita y otros atributos sobrehumanos, al tiempo que aleja del abaratamiento
emocional que suponen las dolorosas, nazarenos, y figuras menores del más allá
(ángeles, demonios y santos) con que se adorna el cristianismo y que tanto
trivializa el sentimiento religioso auténtico. Por no mencionar la feria de
dioses, campanitas y ritos banales con que se muestran el hinduismo y el
budismo (religiones estas no reveladas).
-Todo es seriedad, simplicidad y “autenticidad”
en el islam. Sin ornamentos ni exageraciones. Se trata del Hombre (y la Mujer)
en diálogo con Dios sin intermediación de estatuitas y campanillas de por medio.
Todos mirando a un mismo punto, desde el norte, el sur, el este y el oeste, en
comunión universal.
-La postura de la oración es un
magnífico ejercicio de yoga o gimnasia aeróbica y postural. Pónganse en
cuclillas y apoyen la frente y la nariz en tierra varias veces. Repítalo cinco
veces al día al tiempo que repiten fórmulas tántricas de relajación muscular y
respiratoria y sentirá los beneficios del particular yoga islámico. Aunque no
crea en Alá ni entienda las fórmulas en árabe del Corán. La oración previene
molestias en las rodillas (prácticamente desconocidas entre los practicantes
musulmanes de cualquier edad), espalda y aparato digestivo, al tiempo que la
afluencia de sangre en la cabeza y la repetición de consignas tántricas ejercen
su efecto balsámico en los pensamientos.
Los cinco pilares del islam son:
1. La declaración de fe. Alá es Alá. Moisés,
Jesús y el mismo Mahoma son profetas.
2. La oración. Son obligatorias
cinco oraciones diarias (al alba, a mediodía, a media tarde, al ocaso y en la
noche). Se debe hacer a ser posible en la mezquita, descalzos y purificados por
unas abluciones.
3. El zakat: el pudiente debe entregar el 2.5 de su ahorro anual para
obras de misericordia. Se debe ayudar en primer lugar al hermano, al vecino, al
pariente o al paisano necesitado, ensanchando el círculo lo que sea menester.
4. El ayuno. Es obligatorio
ayunar durante el mes de Ramadán cada año. Supone la abstención de comer, beber
y tener conocimiento carnal desde el alba hasta pasada la oración de la noche.
El ayuno purifica el cuerpo, fortalece la voluntad y ayuda al creyente a
conocer como se siente el necesitado.
5. La peregrinación a La Meca.
Todo musulmán con capacidad física, mental y económica debe realizar esta
peregrinación al menos una vez en la vida para rezar al unísono con millones de
fieles de todas partes del mundo.
En cuanto al mensaje, poco les
puedo decir; no entiendo el árabe, con lo que las misivas orales me resultan
incomprensibles. Me he hecho con un Corán en castellano y leo algunos párrafos
de vez en cuando. Si encuentro algo de interés se lo haré saber en este mismo
blog, aunque les aviso: no esperen de mí a un converso.
Román Rubio
Abril 2019
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