martes, 25 de junio de 2019

FAKE NEWS


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A principios del siglo IX, Pelaio, un pastor cenobita de la remota región gaélica, vio, o creyó ver, unas luces nocturnas, que bien podían haber sido fuegos fatuos, que señalaban cierto promontorio en el lugar en el que hoy se encuentra Compostela (campo de estrellas) y así se lo hizo saber a Teodomiro, obispo de Iria Flavia (hoy Padrón).

Este, espoleada su imaginación por lo que podía ser un milagro en un mundo y una época tan proclives al tráfico y la tenencia de reliquias, hizo excavar el túmulo del cerro y halló un arca de mármol con tres esqueletos; uno de ellos, al parecer, decapitado, con la calavera yaciente junto a uno de los brazos. El obispo determinó con tan concluyente evidencia que se trataba de los restos del Apóstol Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y Salomé, y de sus dos jóvenes discípulos, Atanasio y Teodoro. ¿Qué otro significado podría tener sino unas luces nocturnas por allí, por la contornada? El hecho de que el apóstol Santiago hubiera muerto decapitado y unas luminarias avistadas por un paisano del lugar parecían ser indicios suficientes.
Había que pasar por alto, eso sí, que la decapitación había tenido lugar en la lejana Jerusalén siete siglos antes por orden de Herodes Agripa I. El devoto hombre de iglesia dio por buena la leyenda de que el apóstol, después de cristianizar Hispania, había vuelto a Jerusalén a acompañar a la Virgen María en el momento de su muerte y, tras ser aprehendido y decapitado por la autoridad, había sido trasladado en una barca “de piedra” al territorio cristianizado por él en compañía de dos discípulos para su inhumación.

Ni la sospechosa barca de piedra ni el hecho de que el lugar fuera una necrópolis céltico-romana y sueva en el pasado lograron quebrantar la inamovible fe del obispo, cegado por la devoción y ¿por qué no decirlo? por su interés y ganas de protagonismo. Convencido de la auténtica santidad de los restos mandó noticia a Oviedo, desde donde el rey de los astures, Alfonso II el Casto (789-842) —a cuyo reino pertenecía tan significado paraje— organizó una expedición al lugar para comprobar in situ la veracidad de tan importante hallazgo.
Los indicios eran vagos y las incomodidades muchas, pero el rey y su séquito se pusieron en marcha y, atravesando lo que hoy conocemos como el puerto del Palo, llegaron a Galicia por A Fonsagrada, para ir a buscar el enclave de Lugo, y de allí, seguir la calzada romana hasta Iria Flavia. Acababa de inaugurar el rey Alfonso, sin siquiera hacerse a la idea de la repercusión que habría de tener en siglos venideros, nada más y nada menos que el Camino de Santiago en su variante conocida hoy como Camino Primitivo.

Allí, en el lugar de tan singular hallazgo, el rey certificó en el mes de septiembre del año 829 la veracidad de la versión episcopal, declaró los restos como los del amigo de Jesucristo y dictó un mandato por el cual «damos y concedemos a este bienaventurado apóstol Santiago y a ti, nuestro Padre Teodomiro Obispo, tres millas de tierra al derredor del sepulcro de Santiago Apóstol…» De este modo posibilitó el monarca astur la construcción de la primera ermita sobre la tumba del apóstol Santiago, que con los siglos habría de convertirse en la catedral que es hoy, al tiempo que otorgaba “de facto” a las propiedades de la iglesia un privilegiado tratamiento del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), mucho antes de que este fuera instaurado.

En 2018, 1.187 años después del memorable evento, 327.378 caminantes de todos los rincones del mundo se acreditaron en la Catedral de Santiago como peregrinos. Para que luego hablen de fake news y los peligros de la propagación de noticias falsas en las redes sociales.
¡Ah! Y aunque le llamen Matamoros, el pobre Santiago nunca mató a ningún moro (o musulmán). Aunque hubiese querido hacerlo, no tuvo oportunidad. Vivió unos seiscientos años antes del nacimiento de Mahoma, y, por tanto, de cualquier traza del Islam.
Y no. A pesar de ser el patrono del arma de caballería, no consta en texto alguno que fuera capaz, siquiera, de montar a caballo.

Para que vean lo que la reputación puede hacer de algunos, incluso antes, mucho antes de Twitter y Facebook.

Román Rubio
Junio 2019

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