BANDERITA,
TÚ ERES ROJA
Hace ya años que acompañé a un amigo extranjero a
ver un partido a Mestalla. Allí, mi amigo se quedó muy extrañado al ver que la
afición valencianista parecía no tener un color determinado: unos llevaban
camiseta blanca, otros naranja, otros con los colores de la señera y otros
negra, azul o, incluso, dorada. Los únicos que parecían tener colores de club
eran los rojiblancos bilbaínos agrupados allá en lo alto, en el rincón noroeste
del Gol Gran. Como la situación del club era muy inestable en aquel tiempo cada
camiseta tenía un anunciante distinto, con lo que un forastero tenía la
impresión de ir a ver un trofeo cuadrangular en vez de un partido de Liga.
Escribo esto la víspera del 9 d’Octubre, fiesta de
la Comunidad Valenciana con lo que mañana disfrutaré de la exhibición de
banderas que más que a un país representarán de nuevo más bien un torneo
cuadrangular. El año pasado observé a unos extranjeros que situados junto a mí
presenciaban la manifestación de la tarde en la Calle Colón con cara de no
entender nada. Por si me preguntaban por el significado de tanta banderola, yo
me había hecho un esquema mental que más o menos era:
Hay unos ciudadanos que
marchan pacífica y festivamente por el centro de la calzada exhibiendo unas banderas
a franjas rojas y amarillas más o menos delgadas. Otros, que parecen ser amigos
porque marchan a su lado en jovial camaradería, portan una bandera igual pero
con una estrella. Entre ellos no parece haber ningún tipo de problema. Algunos
conversan animadamente. Claro que –habría que explicarle al turista- esta
camaradería se da porque se trata de Valencia, que en Barcelona…, pero, en fin,
allá ellos. Otros andan entremezclados en pacífica armonía portando banderolas
de franjas más anchas, también rojas y amarillas, pero con una raya morada.
Estos —habría que informar al de fuera— son los nostálgicos la República Española. El hecho de que vayan
junto a los que abogan por una república catalana independiente y a los que
portan la señera sin estrella (que representa la Cataluña autonómica pero puede
representar, también, a los Països Catalans) es un poco difícil de entender, pero
es solo para los extranjeros, porque para nosotros, los de aquí, está más
claro que el agua.
Ahora vamos con los que vociferan,
increpan e insultan a los que desfilan: A pesar de que los colores de sus
banderas sean los mismos, como pueden ver, son enemigos. Los de la bandera
roja y amarilla de rayas gordas son los que están por la unidad de España, pero
no hay que confundirse: no pueden ver a los de la raya morada que desfilan por
la calzada porque unos están por la república y otros por… bueno, por
cualquier cosa que no sea república: monarquía, dictadura… todo depende de si
llevan en su bandera un escudo o un aguilucho.
Es muy importante que
estos otros de las barras delgadas que hacen colla con los de las tres rayas
gordas con los mismos colores no se confundan con los de dentro de la
calzada. Verás que llevan una cenefa azul, la bandera “oficial” del territorio.
Estos abogan por una Comunidad Valenciana (que no País, sobre todo eso) fuerte
y sana dentro de España y, a ser posible, alejada de los que quieren hacer
migas con Cataluña (que son los sin cenefa) y de los que, sin querer juntarse
con ellos, quieren hacer una república nueva. ¿A que se entiende?
De todas formas, tenía un plan B: unas calles
más abajo había un entretenido desfile que me resultaría más fácil de explicar:
se trata de unas filas de tipos generalmente barbados desfilando al son que marca uno que se pavonea más que
los demás contoneándose con una espada en la mano. No hay que preocuparse: no
son yihadistas ni están haciendo proselitismo islámico ni nada. Son tipos
disfrazados de guerreros de Almanzor de fantasía que se encienden un puro, se cogen del brazo de sus
amigos y desfilan al ritmo de los timbales sin propósito violento alguno.
Suelen acompañarse de collas de mujeres semivestidas con tules y otras
trasparencias que hacen piruetas y mueven el ombligo de manera vertiginosa y
muy entretenida al son de la música. A veces, los guerreros de Disneylandia
sacan los trabucos y, con gran estruendo, disparan kilos de pólvora
contra otros disfrazados de Cid Campeador, pero ni ponen bala ni tiran a dar.
Es todo de mentiras.
Román Rubio
Octubre 2019
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