EL
LENGUAJE DE LAS FLORES
Dicen que las flores hablan. Yo no las he oído
nunca, quizá porque estoy dotado con la sensibilidad de un puercoespín, pero
quienes tienen alma de poeta dicen entender su lenguaje. Las más parlanchinas
de todas —quizá por ser más comunes— parecen ser las rosas: las rojas expresan
pasión, infatuación amorosa; las amarillas amistad, amor platónico o amor
agonizante ¿?, las blancas, inocencia, pureza…; la flor del azahar expresa
castidad; el geranio oscuro, melancolía y la violeta, simplicidad y pudor.
El lenguaje —el que se escucha—también tiene (como
el de las flores) muchas lecturas. Por el acento podemos adivinar si una
persona está muy formada o es semianalfabeta y de qué región viene. El acento
delata. Además del sentido denotativo de las palabras, estas acarrean otro, el
connotativo, que es muy significativo.
En la obra Pygmalion, de Bernard Shaw, el lingüista
Prof Higgins se vanagloria de que es
capaz de determinar el origen y hasta el barrio y la calle de donde proviene cada
persona, solo con oírle decir unas frases. Después, convertiría a Liza, la
vendedora callejera, en una dama y se enamoraría de ella, pero esa es otra
historia.
Con tal de blanquear los sepulcros, los países
tuvieron la genial idea en el siglo pasado de cambiar el nombre del Ministerio
de la Guerra por el de Defensa (¿qué diría Largo Caballero?), aunque a algunos
les sirva para invadir Irak; y el “modernísimo” gobierno de Sánchez tuvo la
brillante idea de cambiar el preciso, sencillo y descriptivo nombre de
Ministerio de Medio Ambiente por el ridículo Ministerio para la Transición
Ecológica. ¡Y pensar que algún coach
o asesorcillo cobraría por ello!
Escuché en una tertulia radiofónica una ácida
discusión entre dos intervinientes, ambas mujeres, porque una definía como “violencia
machista” lo que otra veía como “violencia doméstica”. Por el tono de la
discusión, parecían estar de acuerdo en todo menos en la denominación. Parole, parole, parole.
Hace un par de días que trascendió un vídeo del
Ayuntamiento de Barcelona para prevenir o denunciar las actitudes machistas
entre la gente joven. Dos chicos están viendo en el móvil un vídeo enviado por
otro amigo en el que estaba “tirándose” a una conocida. Los jóvenes ensalzaban
la gallarda figura del amigo y hacían comentarios machistas y soeces sobre el
cuerpo de chica. En castellano.
Un tercer amigo, que estaba con ellos, asqueado, se
enfrenta a los dos mentecatos afeándoles su conducta y pidiendo respeto para la
chica. En catalán.
Por supuesto, desde el Ayuntamiento, tras las
protestas de muchos ciudadanos, se dijo que ¡qué mal pensados!, que el hecho de
poner en lengua castellana lo brutal, ultrajante, chusco y cruel y en catalán
lo conciliador, civilizado e igualitario era una coincidencia. ¿Cómo podría ser
de otro modo?
Llámenme mal pensado,
pero, para mí, un vídeo que se graba con planificación presupuestaria y
artística, con su guión y todo, en el que los malos machistas hablan en una
lengua y los buenos en otra me recuerda a las películas de Hollywood en las que
el malo habla inglés con acento alemán o ruso. ¿A ustedes no?
Román Rubio
Noviembre 2019-11-27