AYER
TUVE UN SUEÑO
Esta noche he soñado que vivía en un país en el que gobernaba una coalición del Partido Impopular y otro partido de extrema derecha que se hacía llamar Fox, o algo así; ya se sabe que los sueños suelen ser confusos.
Había aparecido una enfermedad nueva en el Extremo Oriente
e iban ocurriendo casos por aquí y por allá. En nuestro país había un puñado de
ellos y había cierta preocupación porque en la zona norte de un país cercano se
había producido un brote virulento que estaba trayendo muertes, lo que estaba
obligando a ese país a tomar medidas drásticas de confinamiento en alguna de
sus regiones.
En mi país aun no había grandes motivos de alarma (o
eso parecía) y los protaurinos y cazadores habían programado una manifestación
en la capital, Maldit, para el fin de semana, que el gobierno autorizó de buen
grado ya que la mayoría eran votantes de la coalición. Ese mismo fin de semana,
el partido contrario a Fox, Unidas Perdemos (al que un venenoso periodista
radiofónico llamaba con sorna Unidas
Palmamos), había programado un acto para sus militantes en un local cerrado al
que asistieron ocho o nueve mil personas que se lo pasaron en grande agitando
banderas moradas y arcoíris y poniendo verdes a los taurinos y cazadores que se
habían manifestado el día anterior por las calles de la capital.
Los estadios de fútbol permanecían abiertos el fin
de semana y los medios de transporte (trenes, autobuses y metro) funcionaban a
pleno rendimiento, sin limitación alguna. La capital apretujaba diariamente a
dos millones y medio de personas en sus vagones de metro y la luminosa
Fulgencia, junto al Mediterráneo, se preparaba para celebrar sus fiestas
grandes de fuego y truenos y citaba en la Plaza Mayor diariamente a sus
ciudadanos a celebrar la famosa “troná”, seguida masivamente con deleite por
miles de paisanos. En Sencilla, junto al Guadalquivir, uno de sus equipos
apiñaba a 50000 sencillanos (antisencillistas todos ellos) para animar a su
equipo contra el Real Maldit.
El virus que nació en Oriente se extendió en el país
como la pólvora y muchos de los que fueron a la manifestación campera, los que
se juntaron en el polideportivo y otros que tomaban metros, autobuses o
simplemente acudieron a bares y supermercados enfermaron y una cantidad
considerable de ellos, muchos de edad avanzada, lamentablemente morían solos y
semiabandonados, por lo contagioso del virus.
Como consecuencia, la gente estaba muy cabreada y
muchos salían con las cacerolas a los balcones a protestar contra el gobierno
de derechas, contra el Ministro de Sanidad y contra cierto epidemiólogo con
pinta de sabio modesto de voz cascada, algo desarrapado y con un insultante
sentido común que irritaba a las izquierdas a pesar de haber sido puesto en el
cargo por ellos mismos en otra legislatura. Unos culpaban al gobierno de que no
hubiera cerrado el país al primer síntoma, otros (a menudo los mismos) de lo
contrario: que lo tuviera cerrado durante mucho tiempo matando la economía. Los
de Unidas Perdemos de que hubiera permitido la manifestación de los protaurinos
y no les hubieran prohibido su propio
aquelarre... En fin, un verdadero desastre.
Me he despertado aterrorizado, sudando y con el
corazón a cien. Menos mal que se trataba de un sueño.
Román Rubio
Junio 2020
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