CON
LAS BOMBAS QUE TIRAN
Dicen que en este país todos los aficionados al
fútbol llevamos un seleccionador dentro. En cada partido, cada aficionado
conoce mejor que nadie (y, por supuesto, que el seleccionador) quienes son los
que deben jugar, los cambios que hay que hacer en cada momento, cuál es la
táctica adecuada (si se juega con un 4-3-2-1 o con un más conservador 5-4-1) y
la estrategia (si se debe jugar a presionar la salida del balón o esperar a
hacerlo en medio campo). Todos lo saben menos, por supuesto, el entrenador
titular que —ayudado por la maledicencia del árbitro, empeñado en ir siempre en
contra nuestra— suele equivocarse cada vez que se pierde un partido. Nunca se
deja el resultado al azar o al juego arrollador del contrario. O es culpa del
árbitro, que es un ser malvado, o del seleccionador, que no tiene ni puñetera
idea.
Con el asunto de la pandemia ocurre algo parecido. Prácticamente
cada uno con los que uno habla parecen saber, no solo por qué estamos en la
situación que estamos, sino cómo salir de ella y lo expresan con vehemencia y
hasta con acritud. Los únicos que parecen desconocerlo cómo gestionar el
problema son el seleccionador y el árbitro; es decir, las autoridades
sanitarias y el gobierno.
De entre todas las posibles causas desencadenantes
de la mala evolución de la pandemia se ha convenido en señalar cuatro:
El
hacinamiento de la población.- A mayor densidad mayor
posibilidad de contagio, lo que explica las malas cifras de Madrid y su
cinturón, con una alta densidad de población en donde la gente vive muy juntita.
Ocurrió en su momento con Barcelona y su área metropolitana (L’Hospitalet es el
municipio de mayor densidad de Europa), lugar en el que a día de hoy la
situación parece más o menos controlada.
Alta
movilidad.- Es lógico pensar que los lugares de alta
movilidad y trasiego de personal están más expuestos que otros a la circulación
del virus. De nuevo Madrid tiene muchos billetes en la lotería.
Nivel
de vida (riqueza).- Se asume que la incidencia en Puente de
Vallecas, y poblaciones del sur de la capital es superior a la de Chamartín,
Salamanca o Pozuelo. Las casas son más angostas, hay más hacinamiento, y
carecen de jardines, terrazas y zonas amplias para vivir.
El
sistema sanitario.- Parece lógico pensar que a mejor y
menos masificado el sistema, mejores resultados se conseguirán en la lucha
contra la pandemia.
Pues bien, una vez expuestos los elementos
estructurales y sin pasar por otros más coyunturales como el número de
rastreadores y otros datos que desconozco, me he permitido comparar las cifras
de dos provincias españolas: Navarra,
con 375 casos por 100.000 habitantes y Cádiz,
con 125 casos (menos de la mitad).
Poblaciòn.- Navarra
Cádiz
654.000 1.240.000
Cádiz dobla en población a Navarra. Además, allí
solo Pamplona supera los 190.000 habitantes. La siguiente población es Tudela
con 35.000 y después ya no hay ningún municipio con más de 25.000. Cádiz, por
el contrario tiene dos áreas metropolitanas: la Bahía de Cadiz (Cádiz, Jerez,
San Fernando…) con 650.000 h. y la Bahía de Algeciras con 240.000 h.
Movilidad.-
La
provincia de Cádiz recibió en agosto de este año (últimos datos disponibles
según el INE) 287.517 viajeros; Navarra, 67.402 (la cuarta parte).
Nivel
de vida.- Navarra, con 31.398€ por habitante, es la 3ª región
más rica de España, tras Madrid y País Vasco. Cádiz está en el furgón de cola,
con una renta media de 15.814€ (la mitad que Navarra).
Sanidad.-
Navarra está en la cabeza sanitaria de España y si nos atenemos exclusivamente
al indicador de camas hospitalarias, los navarros disponen de 332’6 camas por
100.000 habitantes y los gaditanos de 212.
En resumen: si consideramos que la provincia de
Cádiz tiene el doble de población que Navarra en un territorio bastante menor,
tiene la mitad de renta, multiplica por cuatro el número de visitantes y tiene
un sistema sanitario más endeble, ¿me puede decir algún gurú de la pandemia
cómo se explica que tenga la mitad de casos en porcentaje?
Suponiendo que gaditanos y navarros tienen hábitos
sociales similares en lo que respecta al uso de mascarillas y distancias
personales y descartando el pescaíto frito como antídoto del virus, ¿podemos
concluir que el azar juega un papel importante en la expansión de este o son
los tirabuzones que alegremente se hacen las gaditanas lo que espanta al virus
y a los franceses?
Román Rubio
Septiembre 2020
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