HAMBRUNAS Y PERDONES
Lo acabo
de leer en The Guardian: el texto de las disculpas que pidió Toni Blair a
Irlanda asumiendo la culpa del Reino Unido por la hambruna irlandesa de
mediados del siglo XIX no fue escrito por él, sino por un colaborador. Y no
solo eso, sino que, ante la imposibilidad de contactar con el Primer Ministro
para que firmara el texto y acabándose el plazo, se enviaron las disculpas a la
Embajada en Dublín sin el visto bueno ni la firma de Blair. El texto venía a
decir algo así como: “Quienes gobernaban en Londres en aquel tiempo fallaron a
la gente por no apoyarla cuando una pérdida de la cosecha devino en una masiva
tragedia humana” (la traducción es mía). En realidad, el texto no llegaba a ser
una disculpa, sino, simplemente, un reconocimiento de los hechos. Una especie de
mildiu venido de América arrasó con la patata en partes de Europa provocando
una hambruna en Irlanda que dejó un millón de muertos y otro millón de
emigrantes (entre un 20% y un 25% de la población). Los propietarios de la
tierra, nobles ingleses y anglo-irlandeses, decidieron no ayudar a los campesinos
aparceros proveyéndoles de alimentos ni aliviando la carga de impuestos, en
atención a la doctrina de Adam Smith y las excelencias del libre mercado.
Las
“disculpas” inglesas, 150 años después de la hambruna, ayudaron a facilitar el
Acuerdo de Viernes Santo de 1988 que significó el principio de la paz
irlandesa.
Los
dirigentes de Alemania han pedido perdón en múltiples ocasiones: a los judíos
por el holocausto, a los polacos por las atrocidades bélicas cometidas y a los
namibios por sus veleidades coloniales en tierras africanas.
Yo no sé
a ustedes, pero a mí, eso de pedir perdón “como pueblo” por algo que hicieron
otros y que ocurrió en un pasado más o menos lejano, me parece algo con lo que
no me siento cómodo. ¿Perdón por algo que ni he hecho ni he podido evitar? ¿Y
cuánto tiempo hay que remontarse en el pasado para que uno sienta que la culpa
ha sido expiada? ¿Cincuenta, cien, doscientos años? ¿Cinco siglos?
Todo
esto viene a raíz de la exigencia del Presidente de México, López Obrador, a
España, para que la nación española pida disculpas por la conquista, cosa con
la que por cierto, no está de acuerdo la mayoría del pueblo mexicano.
De modo
que, Señor López Obrador, la actual nación española (es decir, yo y mis
coetáneos) debemos pedir perdón por algo que sus tatarabuelos López y Obrador
hicieron en tierras americanas mientras mis tatarabuelos Rubio y Martínez
permanecieron en el solar patrio sin veleidades aventureras al otro lado del
Atlántico. No sé, yo no lo veo claro, ni usted tampoco señor López. No quiero
ser mal pensado, pero ¿no será que está usted a la caza del voto indígena?
Por mi parte,
de acuerdo: nos sentamos: usted se hace el agraviado por la conquista y yo hago
como que me siento culpable. Usted hace como que se cree mi arrepentimiento y
yo su agravio y después salimos para la foto chocando la mano y tan listos.
Usted gana sus votos y yo..., bueno, no sé.
Acto
seguido, exijo a los países árabes disculpa pública por la invasión de la
península ibérica para volver a convocar a los mismos y pedir mis propias
disculpas por haberlos tirado con violencia de un territorio que fue suyo
durante ocho siglos, lo cual es más de lo que han durado muchas civilizaciones.
Conmino a Italia a que se disculpe por la expansión romana y a Francia por la
entrada de Napoleón. Y así nos pasamos la vida, la mar de entretenidos,
pidiéndonos perdón unos a otros por las fechorías acaecidas en el pasado y que
han posibilitado que hoy estemos usted y yo aquí.
¡Ah, y
los vikingos! Hay que exigir las disculpas públicas y sonoras a Dinamarca, Suecia
y Noruega por las razzias de los vikingos, que, quitando de alguna que otra
serie o película, no han traído más que pillaje, saqueos y destrucción.
Román
Rubio
Julio
2021
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