MECAGÜEN LOS GUAPOS
Ellos ligaban y otros más feúchos, con las mañas que
proporcionan las desventajas físicas, se lo llevaban crudo. Nos habíamos
acostumbrado a tipos como Roldán y sus fiestas en calzoncillos, unas rayas de
coca adulterada y cortesanas en topless con la cara pixelada y a héroes
populares y simpáticos como El Dioni, maestro de la felonía más castiza, héroe
del pueblo llano, Robin Hood con ánimo de lucro y mito
popular, cual Belén Estaban del latrocinio (qué gran pareja habrían hecho),
que tuvo la brillante idea de vaciar el furgón de dinero que vigilaba y huir
con las sacas a su paraíso tropical en dónde gastó todo lo que pudo en el corto
periodo de tiempo en que tardaron en echarle el guante.
Hoy, sin embargo, empezamos a acostumbrarnos a que
los guapos, además de llevarse a la chica, se lleven la pasta en crudo y se nos
queda la cara de tonto del que no le dejan nada. La semana pasada fueron los
célebres toreros Medina y Luceño y esta semana ha sido Piqué el que con todo el
desparpajo nos ha enseñado como llenar la saca sin peligro alguno, y sin
siquiera delinquir. Los primeros, aprovechando que el río bajaba revuelto
lograron meter mascarillas cuyo coste de producción en Asia viene a ser de 0.08
Euros por 6.6 Euros al Ayuntamiento de Madrid, y el apuesto catalán sacó para su
empresa, Kosmos, la menudencia de cuatro millones de comisión por cada año que la
Supercopa de España se juegue en… Arabia Saudita.
¿Que es absurdo que la Copa de España se juegue en
Arabia? Pues sí, pero ¿qué más da si es por la pasta?
Para quienes no estén familiarizados con esto del fútbol,
les diré que la Supercopa de España la juegan el campeón de Liga y el campeón
de la Copa del Rey (el Barcelona y el Valencia en su edición de 2020) y
generalmente en campo neutral o bien designado con anterioridad. Pues bien;
pareció conveniente que el trofeo se jugara en Arabia Saudita y no por los dos
campeones sino por cuatro equipos. La final la disputaron el Real Madrid y el
Atlético; ninguno de los dos había sido campeón, ni de Liga ni de Copa.
¿Y qué es eso de que el Numancia juegue en Los
Pajaritos de Soria, la Ponferradina en Ponferrada y el Zaragoza en La Romareda?
Eso es cosa antigua, hombre, de nostálgicos inmovilistas fracasados que se
conforman con cualquier cosa, que no saben pensar a lo grande. Ahora la
Ponferradina debe jugar en Nairobi, que hay mucha afición, el Numancia en
Dubai, que tienen más pasta que los de Soria, son más y hace más calorcito. Y si
quieres torreznos, eso sí, te los tendrás que llevar de casa y comerlos a
escondidas, porque allí es pecado y la policía los huele antes que a la maría.
Y luego está lo de la pasta. ¿Al Madrid? 6.8 kilos.
¿Al Barça? Otro tanto; y seis a la Federación. Al Atlético, cuatro millones, que
son más de barrio ¿Y al Valencia, que es (era) el campeón de Copa? Pues dos
kilitos y medio, que son de provincias y con eso se conforman, y si no que no
vengan, que los invitamos por compromiso y para salvar las apariencias. No
quiero ni pensar lo que habrían ofrecido estos guaperas (y que conste que no va
por el Presidente Rubiales lo de guaperas) si hubiese sido el Levante el
clasificado: ¿500 euritos, máximo?
Con tanto salteador de caminos de desfile de Armani
añoramos aquellos bandoleros de trabuco y pañuelo a la cabeza como Tragabuches,
llamado así por haberse comido un buche entero (un burro pequeño) en una
sentada, Pablo de Aroca “Ojitos”, Malafacha, Juan Palomo (el de yo me lo guiso,
yo me lo como), Juan Antonio Gutierrez, “El Cojo”, Zamarrita, El Cencerro o el
mismísimo Tempranillo, que privaba a las señoras que atracaba por los caminos
de sus joyas diciéndoles que ellas eran tan hermosas que las joyas no hacían
más que afear su natural belleza.
Vuelve, Dioni, vuelve. Te echamos de menos.
Román Rubio
Abril 2022