martes, 3 de mayo de 2022

WESTMINSTER

 

WESTMINSTER


La última semana ha sido agitada en el Parlamento español por causa de un Pegaso que ha dejado de ser una marca de camiones de fabricación nacional o el caballo alado de Zeus para convertirse en un sistema de espionaje cibernético o spyware de elaboración israelí y disponible para los gobiernos por un precio razonable.

Para unos ha sido una prueba inaceptable de la maledicencia de un estado con reminiscencias autoritarias franquistas y para otros la evidencia de Perogrullo de que los espías espían, cosa que el gobierno no solo no ha desmentido sino que ha hecho trascender que el mismísimo Presidente y la Ministra de Defensa han sido objeto de escrutinio del caballo alado, quienquiera que dirigiera las riendas. En la polémica ha habido un baile de cifras concerniente al número de teléfonos infectados, tema de difícil cuantificación en la medida de que la función del teléfono es contactar con otros terminales, para regocijo del Gran Hermano.

En otro escenario, en Westminster, los corrillos trataban otro tipo de temas, alejados del mundo de las historias de Graham Greene o John Le Carré, aunque en consonancia con  lo que el primero llamó El factor humano.

Una vez agotado el tema de las fiestas de Boris en Downing Street durante la pandemia, ha saltado a la palestra el asunto del Diputado conservador Neil Parish, que se ha visto obligado a dimitir al haber sido sorprendido por dos miembros (miembras, de hecho) de su propia bancada viendo porno en su teléfono móvil mientras esperaba su turno para votar. Estas personas (cría amigos/as) denunciaron al diputado de 65 años al jefe de grupo, que no tuvo más remedio que ponerlo en conocimiento de la Comisión de Reclamaciones y Quejas (ICGS, en sus siglas en inglés) para vergüenza del prócer. Según él, en la primera ocasión (porque fueron dos) estaba consultando una página de tractores como miembro del Comité de Asuntos Rurales del que formaba parte y se le coló el sitio porno. Se conoce que John Deere y Massey Ferguson estaban haciendo de las suyas en un pajar. La segunda… bueno, la segunda fue una tentación.

Ya ven, a su lado nuestra Celia Villalobos es una novicia, jugando inocentemente al Candy Crush presidiendo la sesión mientras el latoso de Rajoy se esforzaba en exponer el estado de la nación. Y no como el inglés o los viciosos diputados de la Cámara autonómica madrileña Miguel Ángel Pérez Huysmans, Colomán Trabado y Manuel Troitiño, también de PP, cogidos viendo porno  en sesión en 2002 y multados por el partido con 900 y 450 €.

No ha sido este el único asunto que ha alimentado los corrillos del bar del congreso de Westminster. Glen Owen, comentarista político del Daily Mail (que es como decir el Federico Jiménez Losantos de Orihuela del Támesis), publicó en su edición dominical la delirante historia por la que la diputada Angela Rayner, de 42 años, número dos del laborismo y que se sienta en la primera fila de la bancada de la oposición (enfrente, por tanto, del Primer Ministro) hacía uso de la práctica de cruce y descruce de piernas que Sharon Stone ejercitara en Instinto básico, con el fin de distraer la atención de Boris Johnson y desconcentrarle en sus intervenciones.

“Sabe que nunca podrá competir con las habilidades oratorias (de Johnson) pero ella dispone de otras de las que él carece”, dice el diputado tory que prefiere mantenerse en el anonimato (y quién no). En fin, todo un despropósito que motivó la crítica del Primer Ministro que escribió a la diputada laborista para disculparse del mal gusto de quienes le apoyan, en la bancada y en la prensa amiga. Bien por Boris.

En fin, que la frivolidad parece haber tomado el Parlamento Británico, propiciada por la cercanía de los escaños, a modo de grada y de banco corrido. Ya se sabe que el hacinamiento favorece la concupiscencia. A ver si modernizan las instalaciones y hablan de cosas importantes, como el sexo de los ángeles, ¿o es el género?

Román Rubio

Mayo 2020


No hay comentarios:

Publicar un comentario