SEGÚN
HARVARD
Más que los periódicos, más que los blogs y más que
Twitter, lo que más me gusta es seguir las noticias que me sirve Google cuando
pongo en marcha la tablet. Como el
Ser Omnisciente me conoce como si me hubiera parido (más, de hecho, pues a la
que me parió nunca le confesé mis más abyectos anhelos) me proporciona una
especie de popurrí de noticias inanes e intrascendentes en consonancia con la
personalidad de quien esto escribe (por cierto, la palabra popurrí viene del
francés pot pourri, nuestra olla
podrida). Así, me salen noticias como la de Cómo
adivinar si mi gato está deprimido, La forma más fácil de tratar los hongos de
los pies, Los puntos débiles de una persona con baja autoestima y Las ampollas de Carlos Herrera en su enésimo
Camino de Santiago. De manera curiosa, muchos de estos utilísimos consejos
y admoniciones vienen apostillados por
un “según Harvard” que les da hondura e importancia. No sé si a ustedes les
ocurre lo mismo. Probablemente no, porque entiendo que leen cosas de más
sustancia en medios más serios que uno.
En mi última incursión a las noticias del pregonero
de Palo Alto me he encontrado con Los
mejores ejercicios para el abdomen a partir de los 60 años, según Harvard,
por cortesía de El Confidencial, y Aleja
el pincho de tortilla: cuatro alternativas más sanas que recomiendan los
expertos de Harvard, por El Español. En este último, el experto nos ilustra con lecciones de alta tecnología de los alimentos, como que el gazpacho y los
pistachos engordan menos y son más sanos que la tortilla.
Intrigado por los conocimientos del tal Harvard, que
parece ostentar el patrimonio de la sabiduría, he tecleado en Google “según Harvard” y estos son los primeros
resultados que aparecen:
-Las
cinco mejores técnicas de estudio, según Harvard.
-Cómo
mejorar la memoria, según Harvard.
-Seis
claves para lograr la felicidad, según un estudio de la Universidad de Harvard.
-Según
Harvard, este es el currículum perfecto en Linkedin.
-Según
Harvard, el 60% de las reuniones no sirven.
--Estas
son las únicas bebidas saludables, según Harvard.
En fin, abrumado por la ilustración de Harvard, que
parece saberlo todo y ser americano, he
decidido hacer mi propio research.
El tal Harvard vive en Cambridge. No, no en
Cambridge ese de Inglaterra, que hace la regata contra Oxford, ese lugar de
tipos estirados y presumidos que hablan raro y no ven bien lo de llevar la
gorra de beisbol en clase, no; sino el de Massachusetts, el que está a las
afueras de Boston y tiene varios primos, que son tan sabiondos como él, pero
algo menos famosos y no saben tanto sobre asuntos tan importantes para nosotros,
como saber cuánto tiempo debo dejar solo al gato en casa sin ocasionarle daño
psíquico ni cuáles son las seis rutinas para ser feliz.
Sus primos hermanos, todos viviendo en las
cercanías, se llaman (por orden alfabético) Brown, Columbia, Cornell, Darmouth,
Pensilvania, Yale y Princeton; todos ellos ricos, guapos y bien alimentados,
con quienes el tal Harvard ha montado una liga deportiva que se la conoce como
la Ivy League y da nombre al grupo,
porque a todos les gusta tener hiedra en la fachada de sus casas (Ivy es hiedra, en inglés).
En fin, que si quieren saber de qué estoy hablando y
desvelar más cosas del tal Harvard, interpelen al murciano aquel que ante las
preguntas incómodas contestaba: “Y un
gran pijo; el que quiera saber, que vaya a Salamanca como ha ido mi hijo”.
Pues eso, a Salamanca. O a Harvard; como quieran.
Román Rubio
Junio 2022
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