martes, 5 de julio de 2022

LIBRO DE ESTILO

 

LIBRO DE ESTILO


No sé si existen aún los libros de estilo de los periódicos y los medios en general, si ahora solo aparecen en su edición digital o si han desaparecido del todo. Al fin y al cabo, uno no es periodista. Aún así, tengo en mi librería el Libro de estilo de El País, en su quinta edición, de junio de 1990, y sigue siendo mi guía de consulta en lo referido al  tratamiento y la forma de la noticia.

En el punto 2.16 del capítulo Géneros periodísticos se lee: “El autor de un texto informativo debe permanecer totalmente al margen de lo que cuenta, por lo que no podrá utilizar la primera persona del singular —salvo casos excepcionales autorizados por el redactor jefe de Edición o quien le sustituya— ni del plural (ni siquiera expresiones como ‘en nuestro país’… El adjetivo posesivo ‘nuestro’ incluye en este caso al lector y al informador, las dos personas que se comunican, y el lector no tiene por qué ser español (y en algunos casos tampoco el periodista).

Así de claro lo tienen en El País, y es por cosas así por las que muchos seguimos siendo fieles al periódico, aunque otros muchos (más sensibles a la ideología y a que les den la razón en todo) hayan abandonado su lectura.

Esto viene a cuento por los noticiarios deportivos del telediario. Allí, en TVE, los locutores-periodistas —o lo que sean esos tipos que salen con lela sonrisa desenfadada— ni parecen tener libro de estilo o de tenerlo haber sido redactado este por José Antonio Camacho, aquel que cuando se le preguntó que qué significaba la derrota en el devenir de la selección española contestó: “No, si los que tienen ‘de venir’ son ellos”, (se refería al partido de vuelta, claro).

Declaran los pregoneros ser muy felices cuando gana cualquier equipo español en competición internacional, cuando a mí y a algún otro purista irredento —de los que nos la cogemos con papel de fumar—, independientemente de que nos guste que ganen o no, nos importa un pimiento si eso le hace feliz o desdichado al locutor, y hablan de “los nuestros”, como si todos (él, yo, Camacho y los de Cuenca) tenemos obligatoriamente que sentir como “nuestros” a un grupo de atletas por llevar unas camisetas con determinados colores.

Y no solo son los equipos nacionales los que producen las delicias y miserias de los voceros, sino cualquier equipo o deportista del sur de Pirineos que se enfrente con cualquier otro de más allá. Da igual que se trate del Getafe o del Barça. La victoria de estos les pone eufóricos siempre que se produzca contra alguien de fuera, sea el Leeds o el Atalanta, sin explicarnos por qué deberíamos tomar partido por los de Getafe y no por los de Bérgamo, aunque muchos no hayamos pisado Getafe en la vida y conozcamos Bérgamo como la palma de la mano y tengamos allí a los suegros. ¡Ah!, y no se te ocurra manifestar que te trae al pairo lo que le pase al Getafe, que ya se encargarán los ‘mochufas’ de  tacharte  de antipatriota y de rarito.

Pues bien, raritos seremos algunos, lo reconozco, pero si no hubiera raritos tampoco habría ‘normales’. Y, en verdad, a mí me puede gustar más o menos Nadal; puede que por las noches rece un Padrenuestro para que gane o pierda Alcaraz y las andanzas de los Sainz, los alonsos o los héroes de las motocicletas me pueden ocasionar alegrías o desvelos, pero no asumo que le pueda ocurrir lo mismo a los demás, sean estos coruñeses o expatriados noruegos. Y no se trata de ser más o menos patriota, terreno al que quieren llevar algunos la discusión.

Recuerdo un mundial de fútbol en el que un servidor iba con Corea del Norte. Y no era porque uno sea comunista ni, menos aún, porque desee vivir en la distopía de Kim Jong-un, sino porque los jugadores no eran millonarios caprichosos hipertatuados; eran humildes, hacían caso a las decisiones del árbitro sin rechistar, pedían perdón al contrario cuando hacían falta, celebraban con decoro los pocos goles que anotaban (uno, en realidad)  y no se tiraban al suelo simulando infracciones. Todo un recital de buenas prácticas deportivas. Eso sí, Portugal les metió 7 a 0 y los apeó de la competición. Pobres. No sé si para ellos fue más traumática la derrota o el encuentro posterior con el Amado Líder.

Al fin y al cabo, nadie ha dicho que el mundo tenga que ser justo, pero de ser así, Corea del Norte debería haber ganado aquel Mundial de Suráfrica (una de las dos ocasiones en que se ha clasificado), y que ahora no recuerdo quién ganó.

 

Román Rubio

Julio 2022


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