LIBRO
DE ESTILO
No sé si existen aún los libros de estilo de los
periódicos y los medios en general, si ahora solo aparecen en su edición
digital o si han desaparecido del todo. Al fin y al cabo, uno no es periodista.
Aún así, tengo en mi librería el Libro de
estilo de El País, en su quinta edición, de junio de 1990, y sigue siendo
mi guía de consulta en lo referido al tratamiento
y la forma de la noticia.
En el punto 2.16 del capítulo Géneros periodísticos se lee: “El autor de un texto informativo debe
permanecer totalmente al margen de lo que cuenta, por lo que no podrá utilizar
la primera persona del singular —salvo casos excepcionales autorizados por el
redactor jefe de Edición o quien le sustituya— ni del plural (ni siquiera
expresiones como ‘en nuestro país’… El adjetivo posesivo ‘nuestro’ incluye en
este caso al lector y al informador, las dos personas que se comunican, y el
lector no tiene por qué ser español (y en algunos casos tampoco el periodista).
Así de claro lo tienen en El País, y es por cosas
así por las que muchos seguimos siendo fieles al periódico, aunque otros muchos
(más sensibles a la ideología y a que les den la razón en todo) hayan
abandonado su lectura.
Esto viene a cuento por los noticiarios deportivos
del telediario. Allí, en TVE, los locutores-periodistas —o lo que sean esos
tipos que salen con lela sonrisa desenfadada— ni parecen tener libro de estilo
o de tenerlo haber sido redactado este por José Antonio Camacho, aquel que
cuando se le preguntó que qué significaba la derrota en el devenir de la
selección española contestó: “No, si los que tienen ‘de venir’ son ellos”, (se
refería al partido de vuelta, claro).
Declaran los pregoneros ser muy felices cuando gana
cualquier equipo español en competición internacional, cuando a mí y a algún
otro purista irredento —de los que nos la cogemos con papel de fumar—,
independientemente de que nos guste que ganen o no, nos importa un pimiento si
eso le hace feliz o desdichado al locutor, y hablan de “los nuestros”, como si
todos (él, yo, Camacho y los de Cuenca) tenemos obligatoriamente que sentir
como “nuestros” a un grupo de atletas por llevar unas camisetas con
determinados colores.
Y no solo son los equipos nacionales los que
producen las delicias y miserias de los voceros, sino cualquier equipo o
deportista del sur de Pirineos que se enfrente con cualquier otro de más allá. Da
igual que se trate del Getafe o del Barça. La victoria de estos les pone
eufóricos siempre que se produzca contra alguien de fuera, sea el Leeds o el
Atalanta, sin explicarnos por qué deberíamos tomar partido por los de Getafe y
no por los de Bérgamo, aunque muchos no hayamos pisado Getafe en la vida y
conozcamos Bérgamo como la palma de la mano y tengamos allí a los suegros.
¡Ah!, y no se te ocurra manifestar que te trae al pairo lo que le pase al
Getafe, que ya se encargarán los ‘mochufas’ de
tacharte de antipatriota y de
rarito.
Pues bien, raritos seremos algunos, lo reconozco, pero
si no hubiera raritos tampoco habría ‘normales’. Y, en verdad, a mí me puede
gustar más o menos Nadal; puede que por las noches rece un Padrenuestro para
que gane o pierda Alcaraz y las andanzas de los Sainz, los alonsos o los héroes
de las motocicletas me pueden ocasionar alegrías o desvelos, pero no asumo que
le pueda ocurrir lo mismo a los demás, sean estos coruñeses o expatriados
noruegos. Y no se trata de ser más o menos patriota, terreno al que quieren
llevar algunos la discusión.
Recuerdo un mundial de fútbol en el que un servidor
iba con Corea del Norte. Y no era porque uno sea comunista ni, menos aún,
porque desee vivir en la distopía de Kim Jong-un, sino porque los jugadores no
eran millonarios caprichosos hipertatuados; eran humildes, hacían caso a las
decisiones del árbitro sin rechistar, pedían perdón al contrario cuando hacían
falta, celebraban con decoro los pocos goles que anotaban (uno, en realidad) y no se tiraban al suelo simulando
infracciones. Todo un recital de buenas prácticas deportivas. Eso sí, Portugal
les metió 7 a 0 y los apeó de la competición. Pobres. No sé si para ellos fue
más traumática la derrota o el encuentro posterior con el Amado Líder.
Al fin y al cabo, nadie ha dicho que el mundo tenga
que ser justo, pero de ser así, Corea del Norte debería haber ganado aquel Mundial
de Suráfrica (una de las dos ocasiones en que se ha clasificado), y que ahora
no recuerdo quién ganó.
Román Rubio
Julio 2022
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