CINISMO
Hay cínicos y cínicos. Unos, Antístenes, Hiparquía y
Diógenes, vivieron hace mucho tiempo, en el siglo IV a.C., allá en la Antigua
Grecia, y se caracterizaban por su extrema frugalidad y desprecio hacia las
comodidades y los placeres de la vida burguesa. Nunca se iban de vacaciones a
la playa y ni siquiera al pueblo a casa de los suegros ni se quejaban por lo de
la “pobreza energética”; algunos vivían en tinajas sin calefacción ni aire
acondicionado y cuando el Rey de Macedonia, hegemón de Grecia, faraón de Egipto
y Gran rey de Media y Persia, de nombre Alejandro, se dignaba a ofrecerles
asistencia, el cínico de turno le invitaba a que diera un paso al lado para que
no le quitara el sol. Eran seres virtuosos hasta el fanatismo de la virtud;
tanto que hasta defecaban y fornicaban en público, pues nada de lo que reclamaba
la naturaleza humana podía ser indigno. Solo las propiedades, las riquezas y los honores lo eran.
Los otros cínicos (los de ahora) nada tienen que ver
con aquellos austeros individuos de la antigüedad. Son, más bien, su antítesis.
Según la RAE: “Dicho de una persona: Que
actúa con falsedad y desvergüenza descaradas”. Se trata de aquellas
personas que no sienten ningún empacho en declarar esto y lo contrario, por lo
general para su propio beneficio. El cínico no tiene porqué ser antipático, ni plasta,
ni lerdo. Su lacra no es social ni de personalidad, sino moral; y puede ser muy
divertida: recordemos la famosa frase de Groucho Marx (el cínico amable) cuando
dice aquello de: “Señora, ¿a quién va a creer usted, a mí o a sus propios
ojos?”, enorme monumento a la mentira del simpático truhán.
Pues bien, el gran cínico se va. Chispeante, culto y
divertido como ningún otro gobernante del mundo occidental (y del otro, si me
apuran) Boris Johnson dimite del puesto que ha deseado con pasión forzado por
el abandono de sus otrora aduladores. El historial del muchacho es meritorio.
En su juventud fue expulsado del Times por inventarse citas de historiadores
para apuntalar su teoría de las correrías homosexuales de Eduardo II,
arruinando la carrera de su tutor en Oxford, para pasar al Telegraph, cuyo
director, Max Hasting, compañero durante
20 años, escribió de él: “La
mayoría de los políticos son ambiciosos e implacables, pero Boris es un
egomaníaco medalla de oro. No le confiaría ni a mi esposa ni, francamente, mi
billetera. Y es también mucho más despiadado y ruin de lo que el público cree”. Un amigo.
Pero ahí no queda
todo: para engrosar su currículo de gran cínico, se asegura que escribió una
carta, no publicada, a su periódico, el Telegraph, argumentando la necesidad de
permanecer en Europa dos días antes de pronunciarse por la postura contraria y
ganar el referéndum de la salida de la UE. Ahí, jugando limpio.
Y ahora hay que
sustituirle. En la posición de salida de la carrera hay dos personas: El
Ministro de Economía, Rishi Sunak y la Ministra de Asuntos Exteriores, Liz
Truss. Por el color de la piel, me inclino que la elegida por los tories será
Liz Truss, a pesar de que Sunak salió en una primera votación con ventaja. No
termino de ver a un Primer Ministro del Reino Unido de color chocolate de
Bombay, o si no, que se lo pregunten a Meghan Markle.
Pero echemos un
vistazo al currículo ideológico de la ministra Liz: es hija de un profesor
universitario de matemáticas y una enfermera a los que la misma Liz situó “a la
izquierda del laborismo” y graduada en Oxford, como Cameron, el mismo Johnson y
tantos otros miembros del establishment.
Influenciada, quizá, por el ambiente izquierdista que se respiraba en casa, se
significó en su época universitaria por sus posiciones radicales. De
manifestarse repetidamente contra Margaret Thatcher ha pasado a ser la nueva
Dama de Hierro de los conservadores y de expresar opiniones republicanas en su
juventud a firma defensora del Imperio Británico del que el Reino Unido “debe
abrazar ‘las verrugas y todo’ si quiere competir con estados hostiles”.
Ah, y me olvidaba de lo
más importante: en 2016 hizo campaña por el NO al Brexit, en tanto que hoy
capitanea el ala dura de la confrontación con la UE.
Ya ven, estos no
tienen que ver nada con aquellos que decían al emperador que no les tapara el
sol. Más bien son de buen atiento: de los de poner la capa según viniere el
viento.
Román Rubio
Julio 2022