viernes, 5 de agosto de 2022

ESPÍRITU DE CONTRADICCIÓN

 

ESPÍRITU DE CONTRADICCIÓN


Algunos lo han llevado con notable dignidad. Unamuno, látigo de tibios e ignorantes, lograba enervar con sus radicales posturas a tirios y a troyanos, republicanos y nacionales, fascistas y comunistas, ateos, cristianos y meapilas, bilbaínos y castellanos. Si para unos era un dedo en el ojo, para los otros era un grano en el culo. No había rebaño ni credo que se librara de las acometidas del vizcaíno. A la escuela de Unamuno fue de joven Fernando Fernán Gómez, que al menos en público (dicen que su trato en privado era hasta cariñoso) también era proclive a contradecir de manera vehemente cualquier cosa que el cómico juzgara una sandez viniera de la tribu que viniera. Javier Marías (con el permiso de su mentor y amigo Juan Benet) completa el grupo de ilustres amantes de la contradicción. Hay otros —algunos muy notables— como  Sánchez Dragó, Fernando Savater o Félix de Azúa, que en su día fueron maestros de la escuela  de la contradicción libre hasta que decidieron disparar solo contra los troyanos mientras aplauden a los tirios, desvirtuando así la esencia del Unamunismo. Un caso peculiar y celebrado es el de Ana Iris Simón, la joven escritora, que con maneras mucho más atemperadas y sutiles que el sabio Don Miguel, logra incomodar a Lucifer y al Arcángel Gabriel con sus postulados.

Y, luego está el caso de La Juana de Arco de Chamberí, Presidenta de la Comunidad de Madrid, cuyo nombre omito, hermana de vendedores ambulantes de mascarillas quirúrgicas a seis euros la pieza, para quien no hay tirios ni troyanos y cuya postura es la de oponerse sistemáticamente a cualquier cosa que diga, opine, o reglamente el presidente Sánchez o su Gobierno.

Hubo un tiempo no muy lejano que el papel se lo arrogaba el gobierno de la Generalitat de Cataluña, siempre presto a llamar a la rebelión por cualquier cosa que viniera de Madrit, pero ahora es el mismísimo Madriz el que se rebela contra lo que Moncloa regula. A la Sirenita de Chamberí no le parece nada bien que se regule la temperatura y el consumo eléctrico de los negocios (como se está regulando en otros países europeos) y anuncia que los madrileños no van a obedecer el mandato. ¿O es que estos no van a ser libres de hacer lo que les venga en gana?

¿Que el presidente dice que hoy va a llover? La presidenta ve un día seco, y si finalmente llueve, ya saben quién tiene la culpa: “Piove, porco governo”. ¿Que el gobierno dice que hay que vacunarse contra esto o aquello? La presidenta aduce que qué va a ser de los sanatorios…, que los madrileños tienen derecho a enfermar si les da la gana o a pasearse en moto con escape libre a las cuatros de la mañana arriba y abajo por el callejón si así lo desean, a tragar humo a discreción y ¡cómo no! a ponerse la calefacción y el aire acondicionado a la temperatura que les plazca. ¿Cómo se atreve Sánchez o cualquier otro saltimbanqui a decir a los madrileños lo que tienen que hacer, ¿eh? Aquí nos ponemos el aire a la temperatura que nos viene en gana, compramos las mascarillas sin mirar el precio y si hace falta vamos en coche a por el periódico, que para eso somos de Madrid.

Gracián, a quien nada humano le es ajeno, tiene una opinión más bien negativa sobre quienes se ven imbuidos por ese espíritu contradictorio: “No tenga espíritu de contradición, que es cargarse de necedad y de enfado”, dice el filósofo aragonés. “Conjurarse ha contra él la cordura”; y “hazen estos guerrilla de la dulce conversación, y assí son enemigos más de los familiares que de los que no les tratan”, para terminar el aforismo diciendo aquello de que “son necios perniciosos que añaden lo fiera a lo bestia”.

En fin, Don Baltasar, estoy de acuerdo con lo de añadir fiera a lo bestia, pero tendrá que reconocer usted que la de Chamberí no ha seguido sus prudentes consejos y le está yendo muy, pero que muy, bien.

Román Rubio

Agosto 2022


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