GUILLERMO
DE BASKERVILLE
Guillermo de Baskerville es el fraile franciscano
que Umberto Eco ideó para ver de solventar el misterio de los frailes
asesinados en un monasterio medieval.
Guillermo aplicó sus métodos racionales y deductivos para desenmascarar un
mundo de superstición y creencias irracionales. El nombre y la filiación del
fraile sabio era un homenaje a dos personajes: Sherlock Holmes (descifrador del
misterio de El sabueso de los
Baskerville) y Guillermo de Ockham (1285-1349), filósofo inglés,
franciscano como el de El nombre de la
rosa, y formulador de un principio metodológico-filosófico con aplicaciones
en lógica, ciencia y otros campos, conocido como La navaja de Ockham, principio
de economía o principio de parsimonia,
que postula que “cuando dos teorías tienen las mismas consecuencias, la teoría
más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja”. Bertrand
Russell la explicó en su Principia
diciendo que si un fenómeno puede
explicarse sin suponer entidad hipotética alguna, no hay motivo para suponerla.
Es decir, siempre puede optarse por una explicación en términos del menor
número posible de causas, factores o variables.
O lo que es lo mismo: si es una cosa pequeña,
peluda, tiene bigotes y dice miau es un gato. Así de simple. Podría tratarse de
Rubalcaba con un disfraz de felino, el Rey de Marruecos y Rajoy maullando en la
habitación de al lado o Villarejo vestido para interpretar el musical Cats,
pero, ¿qué quieren que les diga? Yo, siguiendo la metodología de Ockham y el
sistema deductivo de Holmes, veo un gato.
Algunos no. Si ven a un grupo de fanáticos atentando
contra vidas humanas al grito de “Allahu
akbar” no ven a unos fanáticos yihadistas (sería una explicación demasiado
sencilla para sus mentes sofisticadas) sino una maniobra de los servicios
secretos locales, la CIA (que no falte), el Papa de Roma, Bill Gates y el primo
de Pumby.
Pasó con el atentado del 11S de Nueva York: una delirante
teoría bastante extendida por aquellos días culpaba a los servicios secretos
israelíes, asegurando que centenares de judíos que trabajaban en las Torres
Gemelas se habían tomado el día libre por enfermedad al haber sido alertados
por los servicios secretos de Israel el día de antes. Ocurrió en el atentado de
Madrid, del que aún conservamos algunos en la memoria la gran infamia del
Presidente Aznar cuando años después de los hechos declaraba en comisión parlamentaria
que la autoría intelectual de los brutales hechos andaban por montañas y
desiertos no tan lejanos, escuchando a la Orquesta Mondragón en la plaza Jemaa
El Fna, quizá. Y ha ocurrido ahora, como se ha visto hace unos días, en el acto
de Barcelona para con las víctimas del atentado de Las Ramblas.
Acabo de leer una cita del prólogo del libro El mito de la conspiración judía mundial
de Norman Cohn (1967), que, aunque tratando de explicar el antisemitismo, le
viene al pelo al argumento:
Existe
un mundo subterráneo en el que malhechores y fanáticos de cultura exigua crean
fantasías patológicas disfrazadas de ideas para consumo de ignorantes y
supersticiosos. Hay ocasiones en las que este inframundo emerge de las
profundidades y de súbito fascina, atrapa y domina a multitud de personas por
lo general cuerdas y responsables, que, acto seguido, se olvidan de la cordura
y la responsabilidad.
Pues eso; tendrá que venir el de Baskerville para tratar
de convencer a los mochufas de que si
es pequeño, peludo, con bigotes y dice miau, se trata de un gato.
Román Rubio
Agosto 2022
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