lunes, 19 de septiembre de 2022

EL MATERIAL DE LOS SUEÑOS

 

EL MATERIAL DE LOS SUEÑOS



Entretenido como estaba yo viendo Saber y ganar, apareció en una prueba el título de la película El Halcón maltés, lo que propició que Jordi I El Inmortal aludiera a la famosa frase de la última escena con la que Sam Spade (Humpfrey Bogart) contesta a la pregunta de qué estaba hecha estatuilla tan codiciada: “Del material del que están hechos los sueños” (“The stuff that dreams are made of”), contestó Bogart con aplomo.

La frase se hizo muy famosa: tanto que se convirtió en la decimocuarta más célebre de la historia del cine, según la AFI (American Film Institute), siendo la primera aquella de “Frankly, my dear, I don´t give a damn” (Francamente, querida, me importa un pimiento) que le espetó Rhett Butler a Escarlata O’Hara, y la segunda la de “I’m gonna make him an offer he can’t refuse” (“Le haré una oferta que no podrá rechazar”), temible ofrecimiento de los Corleone.

Al parecer, la locución de la película de Huston no estaba en el guión original. Ni siquiera aparecía en la novela de Hammett en la que se basaba la película, sino que fue una sugerencia del propio Bogart, tan afortunada que se hizo más popular incluso que otras tan celebradas como “Siempre nos quedará París”, o  “Bueno, nadie es perfecto”.


Lo que Jordi Hurtado omitió (lo supiera o no) es que la frase de Bogart viene, como tantas otras, de Shakespeare, de su obra The Tempest (La tempestad), en la que Próspero, Duque de Milán, desterrado por su hermano, dice aquello de “We are such stuff as dreams are made on, and our little life is rounded with a sleep”. Es cierto que a Bogart le bailó una preposición (of por on) y nunca sabremos si lo hizo a propósito o sencillamente porque no tenía a mano la obra del dramaturgo ni Google.

Cuando habla Shakespeare de sueño se refiere a ese (corto) periodo de tiempo, “rounded with a sleep”, que proviene de la nada y se encamina a la nada de nuevo. Más o menos, a lo que se refería Calderón con lo de “que el vivir solo es soñar;/ y la experiencia me enseña/ que el hombre que vive sueña/ lo que es, hasta despertar”.

Acaba de morir el escritor Javier Marías, tan modesto que parece haber elegido el mismo momento que  la reina Isabel II, como queriendo pasar desapercibido. Marías, gran lector y admirador de Shakespeare, tomó algunas frases de este como título para sus novelas, pero a mi entender huyó —a propósito o inadvertidamente— de las locuciones redondas como la de Bogart y se decidió por otras mucho más enigmáticas, ambiguas y escondidas en los textos del autor.

Tu rostro mañana.- “Qué deshonra es para mí recordar tu nombre ¡O conocer tu rostro mañana! Enrique IV, II, 2, dice el Príncipe Hal a Poins, uno de los desarrapados amigos de Falstaff.

Corazón tan blanco.- “My hands are of your color, but I shame to wear a heart so white” (“Mis manos son de tu color, pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco”), dijo Lady Macbeth a su marido tras el apuñalamiento de Duncan echándole en cara su cobardía.

Mañana en la batalla piensa en mí.-Tomorrow on the battle think on me”, dijeron los espíritus de sus enemigos a  Ricardo III la noche anterior a la batalla de Bosworth, en la que murió, teniendo el honor de haber sido el último rey de Inglaterra de hacerlo en combate.

La muerte violenta del monarca (último de los Plantagenet) en el siglo XV significó el fin de la Guerra de las Dos Rosas y el principio de la dinastía Tudor. Se le enterró sin pompa alguna y su cuerpo fue descubierto y desenterrado en 2012 de un parking de la ciudad de Leicester. Fue reconocido por las severas heridas de espada y puñal y la escoliosis  de columna que sufrió en vida y le producía una ostensible joroba. Su confirmó la identidad fuera de toda duda al aplicársele pruebas de ADN y ser contrastadas estas  con descendientes directos.

Un rey jorobado, sin descendencia, caído en batalla y torturado hasta morir estaba condenado al olvido, pero se encontró con un cronista que le habría de convertir en inmortal. Estos días hemos asistido al grandioso funeral de otra reina de Inglaterra, muerta en la cama y enterrada con gran ostentación y boato. Veremos a ver si la BBC, su cronista oficial, con todos sus medios humanos y tecnológicos, consigue hacer de ella lo que un solo hombre con su pluma e ingenio logró con el desgraciado rey jorobado. Al tiempo.

Román Rubio

Septiembre 2022 

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martes, 6 de septiembre de 2022

LO SIENTO, ME HE EQUIVOCADO

 

LO SIENTO, ME HE EQUIVOCADO




No volverá a ocurrir, dijo Juan Carlos I El Campechano (no confundir con El Campesino ni con El Empecinado) al desvelarse de manera involuntaria las fechorías que incluían elefantes muertos y concubinas varias mantenidas con prebendas ganadas por el arte del birlibirloque. El público no pareció aceptar de buen grado las disculpas ya que poco después, el aludido se vio obligado a desaparecer de la escena y marcharse a esos desiertos lejanos con los que soñaba Aznar.

De muy distinta índole han sido las disculpas de la Primera Ministra de Finlandia, Sanna Marin, tras aparecer en un vídeo desatada bailando con desinhibido desparpajo en una fiesta particular en la que ¡oh, albricias, se bebía alcohol! Algo así como en el bar de Rick, en Casablanca, cerrado por un escandalizado capitán Renault tras apercibirse de que allí dentro se jugaba, no sin antes recoger sus ganancias en la ruleta.

Y eso sí que no, querida Sanna: a muchos no nos hizo ninguna gracia que te disculparas llorosa ante los finlandeses por estar alegre, soltarte el pelo y bailar con desenfado. Me disgustó el hecho de que los meapilas, cagalimpitos, burguesetes a media pensión, intransigentes, apocados, mansos de corazón, reprimidos y gatos asustadizos se salieran con la suya y te hicieran sentir mal y culpable de no se sabe qué fechoría, cuando en tu armario no habían elefantes abatidos ni pellizcos en paraísos fiscales (no se sabe —ni nos importa— si los hubo en otros lugares). Y lo que peor nos supo a algunos es que, además, te prestaras a la mascarada de hacerte un análisis de detección de drogas. Imagino a todas las ratas timoratas frotándose sus fláccidas barrigas en la sauna mientras tú te tragabas el orgullo y les dabas la razón mientras lloriqueabas un poquito. Maldita sea.

Otra mujer joven, Carolina Iglesias, también ha presentado sus excusas y solicitado el perdón a la audiencia de su programa (o podcast) de nombre Estirando el chicle que conduce junto a Victoria Martí, y es tan popular que vendieron en un solo día las doce mil entradas del WiZink Center de Madrid para una actuación en directo.

Para los que no sepan de que va el asunto (lo que era mi caso antes de documentarme) les daré el nombre de algunos de los programas, o podcasts, accesibles en You Tube, para que se hagan idea: “Con la licra te suda el papo”, “Mear con la puerta abierta”, “Ser una warra”, “Manchurrón en el pantalón” o “Quién no se ha dado un pipazo con una amiga”. Como ven, las chicas no se cortan; y para que vean que no todo va más o menos de lo mismo, también tienen programas más convencionales (de título al menos) como “Cuando viajas se caga mal” o “Meterse la mano en el pepe”. En fin, de pudoroso y recatado, nada. Pura libertad de expresión.

¿Libertad, he dicho? Bueno, no tanto. Comoquiera que a los programas suelen llevar una invitada (o invitade, puesto que es la clase de contexto en que al hombre se le denomina “persona con pene”), tuvieron la osadía de llevar a uno de sus programas, nada menos que a Patricia Sornosa, una monologuista valenciana, feminista radical y odiada por gran parte de la audiencia  por cuestionar parte de los postulados  de la filosofía queer, y ya saben que no hay mayor enemigo que el del pueblo de al lado.

La reacción contra las conductoras del programa fue tan numerosa, virulenta y tan cargada de odio, que estas han tenido que pedir perdón a su parroquia y confesar que nunca debían de haber invitado a alguien que ni por asomo pueda diferir, contrastar, discutir, contradecir o discrepar con las ideas (más bien el catecismo) de la entregada audiencia.

¡Vivan la  pluralidad, el diálogo y el contraste de pareceres! Y pido perdón, si les he ofendido.

 

Román Rubio

Septiembre 2022