EL
MATERIAL DE LOS SUEÑOS
Entretenido como estaba yo viendo Saber y ganar, apareció en una prueba el
título de la película El Halcón maltés,
lo que propició que Jordi I El Inmortal
aludiera a la famosa frase de la última escena con la que Sam Spade (Humpfrey
Bogart) contesta a la pregunta de qué estaba hecha estatuilla tan codiciada: “Del
material del que están hechos los sueños” (“The
stuff that dreams are made of”), contestó Bogart con aplomo.
La frase se hizo muy famosa: tanto que se convirtió
en la decimocuarta más célebre de la historia del cine, según la AFI (American
Film Institute), siendo la primera aquella de “Frankly, my dear, I don´t give a damn” (Francamente, querida, me
importa un pimiento) que le espetó Rhett Butler a Escarlata O’Hara, y la
segunda la de “I’m gonna make him an
offer he can’t refuse” (“Le haré una oferta que no podrá rechazar”),
temible ofrecimiento de los Corleone.
Al parecer, la locución de la película de Huston no
estaba en el guión original. Ni siquiera aparecía en la novela de Hammett en la
que se basaba la película, sino que fue una sugerencia del propio Bogart, tan afortunada
que se hizo más popular incluso que otras tan celebradas como “Siempre nos quedará París”, o “Bueno, nadie
es perfecto”.
Cuando habla Shakespeare de sueño se refiere a ese
(corto) periodo de tiempo, “rounded with
a sleep”, que proviene de la nada y se encamina a la nada de nuevo. Más o
menos, a lo que se refería Calderón con lo de “que el vivir solo es soñar;/ y la experiencia me enseña/ que el hombre
que vive sueña/ lo que es, hasta despertar”.
Acaba de morir el escritor Javier Marías, tan
modesto que parece haber elegido el mismo momento que la reina Isabel II, como queriendo pasar
desapercibido. Marías, gran lector y admirador de Shakespeare, tomó algunas
frases de este como título para sus novelas, pero a mi entender huyó —a
propósito o inadvertidamente— de las locuciones redondas como la de Bogart y se
decidió por otras mucho más enigmáticas, ambiguas y escondidas en los textos
del autor.
Tu
rostro mañana.- “Qué deshonra es para mí recordar tu
nombre ¡O conocer tu rostro mañana! Enrique IV, II, 2, dice el Príncipe Hal a
Poins, uno de los desarrapados amigos de Falstaff.
Corazón
tan blanco.- “My hands
are of your color, but I shame to wear a heart so white” (“Mis manos son de
tu color, pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco”), dijo Lady
Macbeth a su marido tras el apuñalamiento de Duncan echándole en cara su
cobardía.
Mañana
en la batalla piensa en mí.- “Tomorrow on the battle think on me”, dijeron los espíritus de sus
enemigos a Ricardo III la noche anterior
a la batalla de Bosworth, en la que murió, teniendo el honor de haber sido el
último rey de Inglaterra de hacerlo en combate.
La muerte violenta del monarca (último de los Plantagenet)
en el siglo XV significó el fin de la Guerra de las Dos Rosas y el principio de
la dinastía Tudor. Se le enterró sin pompa alguna y su cuerpo fue descubierto y
desenterrado en 2012 de un parking de la ciudad de Leicester. Fue reconocido por las severas heridas de espada y puñal y la escoliosis de columna que sufrió en vida y le producía
una ostensible joroba. Su confirmó la identidad fuera de toda duda al
aplicársele pruebas de ADN y ser contrastadas estas con descendientes directos.
Un rey jorobado, sin descendencia, caído en batalla y
torturado hasta morir estaba condenado al olvido, pero se encontró con un
cronista que le habría de convertir en inmortal. Estos días hemos asistido al
grandioso funeral de otra reina de Inglaterra, muerta en la cama y enterrada
con gran ostentación y boato. Veremos a ver si la BBC, su cronista oficial, con
todos sus medios humanos y tecnológicos, consigue hacer de ella lo que un solo
hombre con su pluma e ingenio logró con el desgraciado rey jorobado. Al tiempo.
Román Rubio
Septiembre 2022
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