UNA
TAL TAMARA
Ya he confesado en alguna ocasión en este foro que
soy lector irredento de El País. Me consta que algunos de mis lectores lo
fueron en su momento, pero su deriva ideológica (o la del propio periódico,
cosa que no tengo clara) les ha hecho cambiar de páginas de papel o digitales.
No es mi caso; leo otros diarios, pero es El País el que me da la vara de
medir, que no es lo mismo que estar de acuerdo, por si algunos se escandalizan.
La vara del zahorí este fin de semana apuntaba de
manera decidida hacia dos personajes dispares: el primero (Putin) porque está
muy enfadado y tiene el índice puesto sobre el botón nuclear; el segundo (Tamara)
porque, porque…
Nada menos que cuatro artículos se referían a una
tal Tamara, de apellido Falcó, e hija de la afamada Isabel Preysler.
El primero, con el farragoso y largo título de “El
protocolo de prevención de daños que Isabel Preysler enseñó a su hija Tamara
Falcó”, firmado por Martín Bianchi. Si al titular se le puede tachar de
antiperiodístico, no se le puede culpar, al menos, de no ser explícito, pues
iba precisamente de eso. La tesis era el recalcar que Tamara ha heredado de su
madre el arte del comunicado: el qué decir, cómo, cuándo y dónde, resaltando
que la hija ha cambiado el medio, del cuché a las redes sociales.
El segundo artículo, con el título de “El
hombre quemado” iba firmado (¿cómo no?) por el ínclito Boris Izaguirre,
maestro del enaltecimiento de la trivialidad. “No te dejes inferiorizar. Muéstrate y gana”, dice Boris. Y sigue hablando
de un “evento histórico” proporcionado
por el “Huracán Tamara” (y no el otro,
el Ian, el de Florida), “que no nos ha
dejado devastados sino fortalecidos”, ¿?, “donde Onieva quedó KO y pasó a convertirse en enemigo público …” Y
no el villano del botón nuclear.
A estas alturas ya tenía más o menos claro de qué
iba el asunto: la tal Tamara tenía un novio con el que había anunciado
compromiso (o engagement, como le
llaman ahora). Al hacerse públicas unas imágenes de este dándose el pico con
otra en un concierto de Burning Man (de ahí el título de Boris), la mujer
decide romper la relación. Eso es todo: la heroína Izagarriana no liberó
Francia del acoso inglés como la Doncella de Orleans, de nombre Juana, ayudada
por las visiones del Arcángel Miguel, Santa Margarita y Catalina de Alejandría,
aunque también dice tener visiones. Su heroicidad se limitó a aprovechar una
rueda de prensa para comunicar que había roto con el infiel. Eso es todo. Caló el chipeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada.
Creí haber acabado con el tema Ciclón, Tormenta o Huracán Tamara, pero no; aún me quedaban un par
de sorpresas.
El artículo “Tamara Falcó: ha nacido una estrella
ultraconservadora en México”, abriendo
el frente internacional, relata cómo
la superestrella intervino en un congreso de jóvenes católicos en México el
pasado sábado, ella que ni es tan joven (tiene 41 años) ni tiene hijo alguno y
viene de una familia en que la madre y sus parejas (vivas y muertas) no llevan
bien la cuenta del número de matrimonios. Allí habló de la relación con su
padre, del descubrimiento de la Biblia, de cómo se le reveló Dios en un
monasterio croata, de la fuerza del Génesis, de la Virgen y otras menudencias
por el estilo ante un público entregado y entusiasta.
Aún quedaba un último artículo, este de mi admirado
Sergio del Molino, en el que afirma que “Si
el CIS hiciese una encuesta sin cocinar el resultado, la mayoría de los españoles
se creerían más listos que Tamara Falcó” y, tras tachar al exnovio de creerse
también más listo que la Juana de Arco de la Moraleja y salir trasquilado, opina que “quien vea a Tamara tan solo como una pija
(como les pasó a los creadores de su serie) se perderá la grandeza del personaje
y la elegancia con que desasna el mundo alrededor”
Pardiez. ¿Tú también Brutus?
Hay que ver lo que he aprendido de la tal Tamara
este fin de semana. Entre eso y los vídeos de Tiktok de leones comiendo búfalos…
Román Rubio
Octubre 2022
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