jueves, 20 de abril de 2023

SUCCESSION

 

SUCCESSION



No sé a ustedes, pero a mí, la serie Succession me ha cansado hasta el tedio. La primera temporada la vi con admiración y las dos siguientes con agrado. En la cuarta, algo dentro de mí ha dicho ¡basta!, de modo que para ver un capítulo completo tengo que hacerlo en, al menos, tres intentos.

Como saben, las tribulaciones de la saga de Logan Roy están inspiradas en la familia de Rupert Murdoch, el magnate australiano de los medios de comunicación, empleador del conocido internacionalmente como Ánsar, y dueño, entre otros, de los diarios británicos The Times y The Sun, del norteamericano Wall Street Journal y de las plataformas de comunicación Sky y Fox, la joya de la corona; por cierto, que si quieren conocer la historia de la familia, pueden ver en Filmin el estupendo documental La dinastía Murdoch.

Estos últimos días, Rupert Murdoch, de 92 años, ha sido noticia por varias razones: la primera por haber roto su  compromiso matrimonial con Ann Leslie Smith, de 66 años, excapellán (¿o será capellana?) evangélica de la policía de San Francisco y exmodelo, en el que iba a ser su quinto matrimonio, tras haber cancelado el anterior con Jerry Hall, también de 66, también exmodelo, exesposa de Mick Jagger y protagonista de más de 40 portadas de revistas como Cosmopolitan o Vogue, por medio de un email de once palabras que decía: “Jerry, sadly I’ve decided to call an end to our marriage (Jerry, he decidido poner final a nuestro matrimonio)”. En cuanto a su enlace anterior, con Wendy Deng (el tercero), fue roto por el viejo Rupert en 2003 al haberse enterado este del gran amor y admiración que la joven esposa profesaba por Tony Blair, amigo de la familia. Ni qué decir tiene que todas sus mujeres eran varios decenios más jóvenes que él.

El otro protagonismo del australiano ha sido de distinta índole: La cadena Fox, de su propiedad, ha tenido que pagar 787 millones de dólares a la empresa Dominion para evitar un juicio por difamación. Para quienes no estén familiarizados con el caso, les pondré en antecedentes. Todo el mundo recordará las acusaciones de fraude electoral producidas en las elecciones presidenciales de 2020, en las que Trump perdió la presidencia; acusaciones que dieron lugar a gran revuelo y disturbios que llegaron a conducir a la toma del Congreso por David Crockett y otros héroes del bosque. El altavoz de tan graves y falsas imputaciones ha sido, ¿cómo no?, la cadena Fox, que aún a sabiendas de que se trataba de un bulo continuó denunciando el fraude con insistencia, saña y mala fe (¿quizá con el asesoramiento del especialista de las “montañas y desiertos no tan lejanos”?).

Mientras los bustos parlantes de la cadena se limitaban a desacreditar a las instituciones democráticas, al FBI, al Tribunal Constitucional, al Gobierno federal y del Estado y otras menudencias no pasó nada: ya se sabe que estas instituciones (allí y aquí) son el monigote ese de las marionetas que recibe resignado los palos del señor Guignol y sus compinches para jolgorio y regocijo del público, pero se les ocurrió la insensata idea de incluir en sus críticas de fraude a Dominion, la empresa suministradora de las máquinas de recuento de votos, y eso sí que no: “Con la iglesia hemos topado, Sancho”. ¿A quién en su sano juicio se le ocurre acusar de fraude de manera falsaria a una gran corporación privada en los EEUU sin tener todos los ases y yendo de mano? La empresa, con toda su artillería legal, se lanzó al cuello de los monigotes de Fox, acusando a la cadena de “actual malice” (mala fe manifiesta) y exigiendo el pago de 1.660 millones de dólares, por lo que el millonario se ha avenido a pagar los 787 millones que pedía la parte contraria y evitar así un juicio que intuía perdido.

Entretanto, las trampas, las villanías y el sainete, en este país, tomaban otros derroteros: El presidente del Barça se vio en la delicada posición de tener que explicar que su club se había comportado de manera corrupta —lo que era un insulto al deporte— o eran tontos —lo que era una afrenta ante sus socios— por el hecho de haber pagado la friolera de 7.3 millones de euros al vicepresidente de los árbitros (a Madrit, para entendernos) por unos informes que caben en dos folios por una cara (con ilustraciones).

El Madrid, por su parte, en vez de permanecer quieto y calladito frotándose las manos ante el bonito espectáculo, decidió personarse como parte perjudicada, lo que fue un salvavidas para el catalán, propiciando un salvador cruce de acusaciones sobre quién fue el equipo del Régimen, lo que dio lugar al impagable espectáculo de ver al Madrid acusando a otro equipo de serlo, superando así al capitán Renault cuando ordenó cerrar  el café de Rick “porque se jugaba” mientras recogía el dinero de las ganancias en la ruleta.

Dicen que esto puede ocasionar el descenso del Barça. Yo no termino de creérmelo, pero la verdad es que me encantaría. De ese modo podríamos ver la temporada que viene una interesante segunda división con el Elche, el Valencia, el Levante, el Espanyol y el Barça luchando por el ascenso. Casi, casi una Lliga dels Països Catalans.

Román Rubio

Abril 2023

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