jueves, 26 de febrero de 2015

PATÉTICO

PATÉTICO


Con mi amigo Benito Ledesma, profesor y filósofo, a quién ya he nombrado en algún escrito anterior, he comentado en ocasiones la profusión en el uso del dichoso adjetivo que hoy es objeto de mi comentario.


La palabra patético no figuraba en el léxico del personal en mis tiempos juveniles de estudiante de Bachillerato. Bueno, existía, pero raramente se usaba, como raramente se  usa ahora peripatético o epistemológico en la cola de la caja del súper. De hecho, yo la conocía por ser el nombre que se le daba a la Sonata para piano número 8 de Beethoven “La Patética”. También se llama así la 6ª Sinfonía de Tchaikovsky. El vocablo, rotundo, culto y culterano, algo pretencioso pero bello me sugería solemnidad, pompa y tristeza, y mi sentido común me aconsejaba no tenerla en la boca cada dos por tres a riesgo de ser tildado de presuntuoso, vanidoso y cursi, sobre todo en la barra del bar de mi barrio, y yo tengo por norma intentar no usar lenguaje que no pueda  usar en el bar del  barrio sin correr el riesgo de hacer el ridículo o de ser abucheado.
No andaba, pues, desencaminado. Según el diccionario de la RAE, patético es “ que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía”

Algunos años después, viviendo en un país anglosajón, aprendí que el adjetivo “pathetic”, allí, era de uso común. Continuamente oía expresiones como “This is pathetic” o “What a pathetic woman Martha is” con esa rotunda intensidad con que se carga el adjetivo y se le llena de conmiseración, desprecio y lástima. Tengo que decir que estaba encantado de la adquisición. Podía decir “pathetic” todas las veces que quisiera, cargando la palabra con acentuada  intensidad sin parecer pretencioso ni cursi. ¡Bravo!

Claro que, en inglés, según el Oxford Dictionary of the English Language, “pathetic” tiene dos acepciones, muy próximas entre sí: “Arousing pity, specially through vulnerability or sadness” -que produce  lástima, especialmente por vulnerabilidad o tristeza- y “Miserably inadequate” –tristemente inadecuado. El Merriam-Webster, la otra biblia de la lengua inglesa –del otro lado del Atlántico- también da los mismos significados, referidos a la conmiseración, la lástima, lo absurdamente inadecuado y el desprecio.

Por supuesto, el contagio de la palabra en el español, en su sentido inglés, era cuestión de tiempo. Pronto fue aceptada por la masa que, ¡cómo no!, la adoró desde el primer momento. Era sonora, esdrújula y con raíz griega “pathos”, que es uno de los tres modos de persuasión en la retórica (junto con el “ethos” y el “logos”), según la filosofía de Aristóteles. ¡Todo un hallazgo!

De pronto, personajes semianalfabetos del escenario cañí, calificaban de patético/a a cualquier persona, animal o cosa que se cruzara en su camino y al que querían zaherir o menospreciar. Sonaba culta. Y la belleza de la palabra se esfumó, convirtiéndose en cursi, inexacta y poco imaginativa. Y se devaluó. Y las personas sensatas y que quieren llenar sus palabras de significado y contenido arrinconaron el vocablo conminándolo al terreno de Beethoven, Chaikovsky y la RAE; es decir, al uso tradicional.

Hace unos días, el Presidente del gobierno la sacó a relucir. De manera vulgar, con el ánimo de ofender, de menospreciar, como los párvulos intelectuales de los programas de la tele. Por si hubiera alguna duda de la intención, la acompañó de la expresión: “no vuelva usted por aquí”, o algo por el estilo. Me recuerda al cacique español diciéndole al portero del casino de provincias: “Fermín, asegúrese de que este señor no vuelva más a pisar este casino”. Pues eso. Está por ver quién es el que no vuelve.

Román Rubio
#roman_rubio

Febrero 2015 

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