UNO DE LOS NUESTROS
El físico Leo Szilard anunció una vez a su amigo,
Hans Berthe, que estaba pensando en escribir un diario: “No me propongo
publicarlo. Me limitaré a registrar los hechos para que Dios se informe”. “¿Tú
crees que Dios no conoce los hechos?”, preguntó Bethe. "Si .dijo Szilard-. Él
conoce los hechos, pero no conoce esta versión de los hechos.”
Los hechos son los que son, pero en la vida de Kim
Philby, el espía por excelencia, podían llegar a ser tan complejos que ni Dios
ni él mismo puede que tuvieran la versión completa. El inglés Philby
(1912-1988) fue agente secreto, doble agente (trabajando para la URSS) o, como
sospechó de él Josef Stalin, triple agente, si no fue las tres cosas a la vez o
de manera consecutiva o alterna, ¿quién sabe?, ¿él mismo, quizá, o también se
confundía? Lo cierto es que Kim, hijo del excéntrico St. John Philby, que fuera
diplomático, explorador, autor y orientalista y asesor del rey de Arabia, que
lo mismo vendía Cadillacs a los jeques que concesiones petrolíficas a los
yanquis, era un estupendo producto del Establishment, “uno de los nuestros”,
para la casta. Educado en Winchester y en el Trinity College (Cambridge),
seductor, hombre de acción y encantador de serpientes, con un leve y
desconcertante tartamudeo, era capaz, con su traje de Saville Row y su impecable
acento de la clase que toca, de hacer creer a cualquiera que le era leal,
aunque hubiera evidencias de traición, mientras tomaban unas ginebras con hielo
picado y una gota de angostura. El propio Primer Ministro Macmillan defendió su
lealtad en el Parlamento cuando los americanos ya le habían señalado como doble
agente y le habían hecho salir de los Estados Unidos tras pasar a los
soviéticos, desde la Embajada del Reino Unido en Washington, innumerable y
valiosa información sobre su arsenal nuclear. Simplemente, eso era una
difamación: ¿Philby traidor a Inglaterra? ¡Si es uno de los nuestros!…
Imposible.
Anthony Blunt
Al grupo formado por Donald Maclean, Guy Burges,
Anthony Blunt, John Cairncross y el mismo Philby se les conoce como “Los cinco
de Cambridge” y tienen en común que todos pertenecían a la clase dirigente
británica, estaban formados en las mejores escuelas privadas, habían coqueteado
con ideales izquierdistas en su juventud y se convirtieron en espías para la
URSS con consecuencias enormes, en términos geopolíticos y en vidas humanas.
Como buenos ingleses de su clase, quién más, quién menos, tenía sus
excentricidades y peculiaridades. Burgess y Blunt eran homosexuales declarados.
El primero, nunca se adaptó al exilio soviético. No aprendió ruso y se hacía
llegar los trajes cortados por su sastre de la High Street de Winsor, junto a
Eton College, a Moscú.
Blunt, reputado
intelectual en el campo del arte y profesor en Cambridge, habiendo sido
descubierto como espía en la década de los sesenta, continuó con su vida en el
Reino Unido tras un arreglo secreto con las autoridades. Llegó a ser el
respetado consejero y conservador de
pinturas de la casa real y acreditado por la reina con el título de sir, lo que
convertía el descubrimiento en una bomba de relojería al sistema inglés de
casta, hasta que Margaret Thatcher (la tendera), en un pulso de ¡a ver quién
manda aquí! con los altos funcionarios de Westminster, decidió airear el asunto
y sacó el caso a la luz pública, cesándole del cargo de curator (conservador) de la colección real de arte. Descubierta su
impostura, rara vez salió de su casa de Londres y dejó sus memorias
inconclusas. Murió en 1975 despojado de su título de caballero y del de miembro
emérito del Trinity College de Cambridge
Maclean, alto, rubio, guapo y alcohólico
protagonizaba desagradables incidentes propios de borracho en muchas de las
ocasiones sociales a las que era invitado, provocando altercados que en alguna
ocasión llegaron a las manos. Además de sobar indecorosamente a las señoras de
los otros huéspedes, en cierta ocasión proclamó en público su condición de
doble espía –que nadie creyó, por supuesto-. ¿Quién iba a creer a un borracho?
Pero si hay un espía que abarca todo lo que hemos
visto en la estupenda ficción británica del género, ese ha sido Kim Philby En la Guerra de España ya espió para la URSS
bajo la cobertura de periodista freelance primero y para The Times después informando sobre asuntos referidos al bando
nacional. Estuvo detenido por los franquistas como sospechoso de espionaje
tras presenciar una corrida en Córdoba y liberado enseguida ya que se había
librado prudentemente de la libreta de claves. En diciembre del treinta y
siete, en el frente de Teruel, una bomba rusa impactó sobre el vehículo en el
que viajaba el inglés en compañía de otros tres corresponsales: Edward J. Neill de
Associated Press, B Johnson de Newsweek y E Sheepshanks de Reuters. Todos murieron
excepto Philby que resultó herido levemente en la cabeza. El hecho de que la
bomba fuera rusa no parece que tuviera nada que ver. Recibió, al final de la
contienda la “Cruz Roja al Mérito Militar” por su contribución a la causa
rebelde de manos del mismísimo Franco.
Abortó, con su información, todos los intentos de
revolución en Albania, con un alto coste de vidas de agentes occidentales, y desde
la Embajada británica en Washington, en dónde actuaba de enlace entre los
servicios secretos británicos y la CIA -no se puede tener un lugar mejor para
ser un espía-, informó puntualmente a los rusos del desarrollo de armamento
atómico americano. En una ocasión estuvo a punto de ser descubierto cuando el
disidente y miembro del KGB Konstantin Volkov ofreció a los ingleses el nombre
del topo de sus servicios secretos a cambio de una nueva vida en occidente.
Philby logró que le asignaran el caso y se desplazó a Estambul a entrevistarse
con el ruso, al parecer en custodia de los ingleses. Estando el Embajador
embarcado en su yate en el Bósforo, Volkov fue capturado por agentes rusos,
llevado a Moscú, torturado y asesinado, al tiempo que el doble agente había
salvado el pellejo una vez más. Este episodio, y tantos otros, inspiraron a
John Le Carré la historia de El topo (Tinker, Tailor, Soldier, Spy) y otras novelas, aunque dotando al
agente George Smiley de una categoría moral bien distinta.
También inspiró la pluma de Graham Greene, que a
diferencia de Le Carré no sólo conoció y trató a Philby mientras trabajó en el
Servicio Secreto Británico, sino que, al parecer, les unió una cierta amistad, hasta el punto de que algunos autores estudiosos de Greene opinan que fue el
conocimiento del doble juego de Philby lo que hizo que el escritor abandonara
el Servicio Secreto. Ambos coincidieron en funciones de inteligencia en África,
en dónde Greene situó el argumento de Al
revés de la trama, y probablemente en Londres y claramente influenció las
tramas de novelas como El tercer hombre (así se conoció a Philby)
y El factor humano.
Philby en un sello de la URSS de 1990
Una vez desenmascarado fue acogido en la Unión
Soviética, adonde llegó en un carguero procedente de Beirut. En Moscú vivió
hasta la edad de 76 años en que murió de un infarto, acompañado, primero por su
mujer, luego por Melinda, que abandonó al también exiliado Maclean para vivir
con él y finalmente por una mujer rusa: Rufina Ivanovna Pújova, veinte años
menor que él y con la que convivió hasta su muerte Allí, en Moscú, se le podía
ver entrar de tanto en tanto en las dependencias de la KGB de la plaza
Dzerzinski con el Times debajo del brazo, en el que, como buen inglés, leía
ávidamente la sección de sociedad (bodas, distinciones y honores reales…),
obituarios y las crónicas de los partidos de cricket. Está enterrado en el
cementerio Kúntsevo, reservado para los héroes de la URSS próximo a la tumba de
Ramón Mercader, el asesino del piolet.
Román Rubio
#roman_rubio
Abril 2015
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