BLACK SPIDER: La indiscreción del príncipe
“ …Y bendita sea
la temeridad, pues la indiscreción nos presta a veces buen servicio cuando se
malogran los mejores planes…” Hamlet.
De este modo explica Hamlet a Horacio cómo
había interceptado el mensaje del rey de Dinamarca al de Inglaterra y cómo
había conseguido, escribiendo él mismo una carta pidiendo la muerte de los
portadores e introduciéndola en el sobre real, librarse de Rosencrazt y
Guildersten. Por cierto, que en el acto del que hablamos, Hamlet hace a Horacio
la inusitada confesión: “En otros tiempos
llegué a pensar, como nuestros estadistas, que era cosa baja escribir bien y
hasta me esforcé por olvidar lo que sabía. Pero en esta ocasión, amigo mío, me
prestó un gran servicio”. No hay ninguna constancia de que el Príncipe de
la Duda estuviese pensando en Mayrén Beneyto, Rita Barberá, Martínez Pujalte y
otros atletas de la cultura cuando dijo esto, con lo que colegimos que, en
tiempos de Shakespeare, los gobernantes, como ahora, no se desvivían por
conseguir una cultura, cosa no sólo inútil, sino molesta para sus pretensiones.
En todas partes (y en todas épocas) cuecen habas.
Lo cierto es que si Hamlet se benefició de la
indiscreción en la persecución de sus fines, éste no ha sido el resultado
obtenido por Carlos de Inglaterra utilizando los mismos medios. Me estoy
refiriendo al Caso de las Cartas de la Araña Negra (The Case of the Black Spider Letters, my dear Watson). Este nombre tan sugerente se refiere a las cartas
que el Príncipe de Gales envió de septiembre del 2004 a marzo del 2005 a
diversos ministros, altos funcionarios y al mismísimo Primer Ministro –Tony
Blair en aquellos años- opinando, intercediendo, haciendo lobby, como dicen allí, sobre los asuntos más diversos,
comprometidos y, a menudo, pintorescos. ¿Que de dónde viene un nombre tan
llamativo para un asunto así? Pues bien, yo también me lo he preguntado y el
resultado de la pesquisa ha sido tan anodino que resalta precisamente por eso,
por su insipidez: el Príncipe usaba en algunas de sus misivas tinta negra y se
ayudaba de subrayados y signos de admiración.
Atendiendo a la máxima de que “vale más hacer
y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse”, el Eterno Heredero escribió un
número de cartas -10 de su propia autoría y otras 17 de sus colaboradores, pero
firmadas por él-, tratando asuntos tan dispares como:
- Expresión de preocupación por el estado de
las tropas del Reino Unido, especialmente las destacadas en Irak, y los recursos disponibles. Queja por la baja
eficacia de los helicópteros Lynx, así como dación de indicaciones para que se
consideren estas cuestiones en el presupuesto de defensa del gobierno de Su
Majestad.
- Como buen representante de la realeza y la
nobleza del Reino Unido, Carlos formula abundantes consideraciones en el campo
de la agricultura y ganadería: opiniones sobre gestión de subvenciones
agrícolas, reducción de burocracia para el agricultor, control del largo brazo
sobre los precios que ostentan los grandes supermercados, y hasta se permite
dar consejos al gobierno para la puesta en marcha de la eliminación planificada
de los tejones, propagadores, según Su Alteza, de la tuberculosis bovina.
Tejón, a la espera de la represalia real.
- Siendo la arquitectura otro de sus
intereses, solicita protección ministerial para ciertos edificios catalogados.
- También insta al gobierno a llevar a cabo
mejoras en ciertos proyectos de preservación del legado británico en la
Antártida (cabañas de Scott y Shackleton), así como actuaciones de reformas en
cierto hospital del Reino Unido, del cual él es benefactor.
- Sin dejar la Antártida y esta vez
refiriéndose al conservacionismo de la naturaleza, el miembro real aboga por la
defensa de la merluza negra de la Patagonia, y del albatros.
- Expresa ante el ministro de Educación sus
opiniones sobre cómo debe ejercerse la función docente, reclamando un rol del
profesor más tradicional del que actualmente impera en el Reino Unido del
“profesor como facilitador” y guía propiciador del aprendizaje.
En fin, que como vemos, la gama de intereses
del Príncipe es variada y abundante, como la buena dieta, y los propósitos
bienintencionados, aunque con ese tufillo elitista que se desprende de la clase
privilegiada británica y que un rey, si quiere llegar a serlo debería
disimular. Muchos han sido en el Reino Unido quienes le han echado en cara que
un heredero a la Corona debe preservar su neutralidad en los asuntos de
gobierno, lo que el asunto de las misivas a miembros del gobierno parece
transgredir, pero no sé por qué, a mí me gusta. Estamos tan acostumbrados a vivir al cobijo de la insinceridad de los
políticos, miembros reales y altas autoridades que cuando veo las opiniones
sinceras y honestas de un miembro de una casa real, por ingenuas que éstas sean
(tal es el caso de los tejones y la merluza patagónica) me resulta
reconfortante.
La propia esencia de la monarquía, el hecho
de que sea nombramiento hereditario y permanente facilita el hecho de que el
monarca –o futuro- pueda ocupar sus más profundas meditaciones en tejones,
merluzas y cabañas antárticas en vez de dar vueltas y más vueltas al resultado
de las próximas elecciones y la plausibilidad de un pacto con Ciudadanos. Lo
que creo que es saludable.
Román Rubio
#roman_rubio
Mayo 2015
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