JE M’PPELLE ABOU
Los guardias del paso ceutí del Tarajal se
llevaron una gran sorpresa al detectar el scáner
fronterizo la figura de un niño de Costa de Marfil, que encogido, intentaba
pasar (ser pasado, más bien) la frontera española dentro de una pequeña maleta
o trolley. Los policías abrieron
prestos la maleta, sin respiradero alguno, y de ella salió un alegre e inocente
muchacho de ocho años, que indemne les espetó: Je m’appelle Abou.
La historia del muchacho nos lleva a su
padre, un marfileño de 43 años, residente en Las Palmas de Gran Canaria, adonde
había llegado años atrás en un cayuco. Queriendo reunirse con su pequeño Abou,
solicitó la reagrupación familiar a las autoridades españolas y le fue
denegada. No voy a criticar la decisión de las autoridades que denegaron el
permiso puesto que desconozco la situación del hombre. Tampoco han
proporcionado los periódicos información de la situación del niño en su país,
que adivinamos de necesidad y quizás miseria. Lo único cierto es que el padre,
tras fracasar la iniciativa legal/oficial, decidió pagar (los pobres deben
pagar por estas cosas) a alguien para que pasara al niño por la frontera
marroquí. ¿Quién cobró por ello? Tampoco lo sabemos. La maleta, eso sí, iba en
manos de Fátima E.Y, ciudadana marroquí de 19 años. Por su edad imaginamos que
la chica era otro eslabón más en la cadena de despropósitos. El resultado ha
sido que el niño ha sido puesto en manos del Área de Menores de Ceuta para que
esta se haga cargo de su tutela y la joven marroquí y el desventurado padre han
sido enviados a prisión por un “delito contra los derechos de los ciudadanos
extranjeros (sic) con el agravante de haber puesto en riesgo la vida de un
menor”.
¿Un delito “contra los derechos de los
ciudadanos extranjeros”? ¿Cuáles son esos derechos? ¿El derecho de viajar con
comodidad?, ¿el derecho de “no” poder reunirse con su padre que ha demostrado
voluntad y ha pagado probablemente una suma desproporcionada para darle una
vida al chico? La sentencia, estoy seguro que, siendo conforme a derecho, no es buena para nadie. El
hijo -que ha sido expuesto a un grave peligro-
se queda sin padre (en chirona), el padre se queda sin ahorros y sin
hijo y la joven marroquí… pasaba por allí.
No dudo de la profesionalidad de la tutela
que las autoridades ceutíes proporcionarán al pequeño, pero alguien allí,
quizás saltándose el protocolo, deberá explicar al chico que su padre es un
buen hombre y que ha demostrado quererle como pocos. Que no podía elegir el
medio de transporte, y que de poder haberlo hecho, como podemos hacerlo usted y
yo, habría venido como Dios manda: con buenas ropas, calzando unas bonitas Nike,
último modelo y camiseta del Barça de trinki.
La sentencia judicial me recuerda otras igual
de absurdas como el empecinamiento de ciertas ordenanzas municipales dictadas
por alcaldes con la sensibilidad de calamares de las simas oceánicas, en las
que se imponen multas a los indigentes por dormir en la calle o registrar en
las basuras. En Barcelona, por poner un ejemplo, un indigente ha sido multado
más de 100 veces por el delito de dormir en la calle. A 180 euros la multa,
pueden sacar la cuenta. Por supuesto, es un brindis al sol. El hombre rompe una
tras otra las denuncias delante del mismo policía. ¿Qué puede hacer si no?
¿Pagar 40 euros la noche en un hostal de la zona? ¿Creen que si tuviera los
medios no lo haría? ¿O que pasa las frías noches de invierno en el asfalto y
sin techo por el pérfido motivo de molestar al señor alcalde?
Entre lo que se ajusta a derecho y lo que es
útil a los individuos y a la sociedad hay un trecho que algunos jueces como el
Juez de Menores de Ganada Emilio Calatayud intentan recorrer con dignidad y yo
diría, que acierto. Recuerdo sentencias impuestas por del Juez como la de hacer
impartir un número de horas de clase de informática a jóvenes a un cracker que había causado perjuicios a ciertas empresas o
hacer visitar un centro de parapléjicos, durante un día entero, a un menor que
había sido detenido conduciendo borracho, exigiéndole una redacción con las
entrevistas a los damnificados y a sus familiares. No sé porqué, pero el
sentido común nos dice que ese es el camino.
Y hablando de sentencias razonables:
¿Impondrían una multa de 19 millones de euros a una Comunidad Autónoma por
haber hecho trampas en su dación de cuentas, escondiendo facturas sanitarias en
los cajones, cuando era manifiesto que no las podían pagar por subvencionar
carreritas de coches y cosas así? ¿O llamarían al juez Calatayud, a ver si
tiene alguna idea para con sus dirigentes?
Román Rubio
#roman_rubio
Mayo 2015
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