TSIPRAS Y EL MERCADER DE VENECIA
Hay quien quiere encontrar similitudes
entre la situación griega (que es un drama) y el Mercader de Venecia (que es
otro drama) éste con final feliz; incierto el del caso griego.
Ya saben la historia: Basanio, joven
veneciano que había dilapidado su fortuna -¡vaya hombre!, como los griegos-
solicita la ayuda de su amigo Antonio pidiéndole tres mil ducados para poder
casarse. Éste, que es un buenazo (ahí ya no encuentro el paralelo) accede a
prestárselos, pero no dispone de capital por tenerlo todo invertido en el
negocio naval, con lo que recurre a pedirlo prestado al judío Shylock (a quien
algunos equiparan con la troika, por lo del traje negro). El judío, enemigo del
cristianismo y de maldad intrínseca, ata a Antonio con un comprometido
contrato: se cobraría una libra de carne del gallardo veneciano si no se le
devolvía la cantidad a una fecha estipulada. Los barcos de Antonio, atrapados
fuera de la bahía veneciana por vientos contrarios no llegan a tiempo y el
usurero judío reclama el pago. La bella e inteligente Portia (que ciertamente
no es Merkel, por mucho que se quiera forzar el paralelismo), disfrazada de
hombre defiende brillantemente a su amado Antonio ante el Dux y con la argucia
de que en el cobro de la deuda no podría derramar ni una gota de sangre, por no
constar en el contrato, consigue que el magnánimo tribunal declarara inocente
al joven y condene al viejo usurero a pagar toda la cantidad en litigio: la
mitad a Antonio, por daños morales y la otra mitad al Estado de Su Serenísima.
Antonio, haciendo gala de su bondad inacabable da su parte a Jésica, la hija de
Shylock, que había escapado de casa para casarse con su amado Lorenzo, otro
cristiano, para humillación del avaro y vengativo hebreo.
Aparte de que Basanio dilapidara su
fortuna, como posiblemente haya ocurrido con Grecia, veo pocas analogías entre
las dos tragedias. Ni los acreedores se parecen a Shylock, dadas las
facilidades, prórrogas, revisiones y parcelación de la deuda que han ofrecido a
los griegos, ni Tsipras ni Varufakis se pueden comparar con Antonio en cuanto a
gallardía y benovolencia, ni Merkel llega a la bella Portia a la suela de los
zapatos en términos de astucia, arrojo y belleza.
En cuánto al final de la historia, en el
caso griego está aún por escribir. Lo cierto es que la situación es muy
complicada. Es lo que podría llamarse una no
win- no win situation. Por lo que respecta a los acreedores, estos saben
que los griegos “no pueden” pagar. En primer lugar porque no tienen el dinero y
en segundo porque si se esfuerzan en hacerlo provocarían una ruina inaceptable
en el país. Por otra parte, estos mismos acreedores “no pueden” perdonar ya que
se crearía un precedente inaceptable, sobre todo teniendo en cuenta que hay
detrás países como España, Portugal, Italia… que mal que bien van cumpliendo
con sus obligaciones deudoras.
Por lo que respecta a los griegos, tres
cuartos de lo mismo. Éstos saben que “no pueden pagar” por las mismas razones
que los acreedores, pero también saben que “no pueden” dejar de hacerlo si no
quieren llevar al país a la bancarrota. En fin, un lío. Demasiados “no pueden”
para que acabe el drama en un desenlace elegante como hizo Shakespeare con el
suyo.
¿Y cómo hemos llegado a esto? No conozco
el país heleno sino como turista y hace muchos años, pero me lo imagino porque
conozco el caso español. La deuda pública griega asciende a algo más de 320.000
millones de euros, lo que supone un 174.9% del PIB y 28.867 euros por habitante.
La española, de más de un billón de euros asciende al 97.7% del Producto
Interior Bruto y 22.256 euros por cada españolito. Si, lo han leído bien.
Usted, yo, el bebé del vecino, el señor Olivas y el abuelito del segundo que va
en silla de ruedas debemos a Shylock veintidós mil y pico pavos cada uno. La
deuda de mi familia, de cuatro miembros, asciende a unos noventa mil euros. Y
eso sin haber pedido nada personalmente.
Entretanto, en mi pueblo, de menos de mil
habitantes, están construyendo una pista de squash
o paddle, o que se yo, con sus
vestuarios y todo. Había pista de tenis y frontón pero al parecer no era
suficientemente moderno. Si en la ciudad disponen de estas modernas
instalaciones ¿porqué no vamos a tenerlas nosotros? Parece inadmisible el hecho
de que por vivir en un pueblo tenga que venir a ducharme a mi casa. Disfrutamos
del mayor número de kilómetros de AVE del mundo detrás de China con el menor
coeficiente de viajeros por kilómetro mientras los extremeños, asturianos,
gallegos, cántabros y vascos están esperando el suyo. Nuestras autopistas
(algunas sin coches), aeropuertos (algunos sin aviones), rotondas, fiestas y
festejos y eventos deportivos son la envidia del mundo y de momento (sólo de
momento) cobramos sueldos y pensiones y gozamos de sanidad y educación (hasta
secundaria) gratuitas; y a eso sí que no pensamos renunciar.
¿Llegaremos alguna vez a distinguir la
raya de la frontera entre lo que es esencial y lo que es accesorio, suntuario y
de nuevo rico y pedir prestado sólo por lo que importa o es ya demasiado tarde?
Miren que a pesar de tener mujeres
jóvenes y audaces no veo a ninguna Portia capaz de convencer al Dux de que se
nos condone la deuda y además se nos indemnice por perjuicios. Entre otras
cosas porque no hemos mostrado la gallardía y generosidad del bueno de Antonio,
el veneciano. Y los griegos, me temo que tampoco.
Román Rubio
#roman_rubio
Junio 2015
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