miércoles, 1 de julio de 2015

TSIPRAS Y EL MERCADER DE VENECIA

TSIPRAS Y EL MERCADER DE VENECIA



Hay quien quiere encontrar similitudes entre la situación griega (que es un drama) y el Mercader de Venecia (que es otro drama) éste con final feliz; incierto el del caso griego.

Ya saben la historia: Basanio, joven veneciano que había dilapidado su fortuna -¡vaya hombre!, como los griegos- solicita la ayuda de su amigo Antonio pidiéndole tres mil ducados para poder casarse. Éste, que es un buenazo (ahí ya no encuentro el paralelo) accede a prestárselos, pero no dispone de capital por tenerlo todo invertido en el negocio naval, con lo que recurre a pedirlo prestado al judío Shylock (a quien algunos equiparan con la troika, por lo del traje negro). El judío, enemigo del cristianismo y de maldad intrínseca, ata a Antonio con un comprometido contrato: se       cobraría una libra de carne del gallardo veneciano si no se le devolvía la cantidad a una fecha estipulada. Los barcos de Antonio, atrapados fuera de la bahía veneciana por vientos contrarios no llegan a tiempo y el usurero judío reclama el pago. La bella e inteligente Portia (que ciertamente no es Merkel, por mucho que se quiera forzar el paralelismo), disfrazada de hombre defiende brillantemente a su amado Antonio ante el Dux y con la argucia de que en el cobro de la deuda no podría derramar ni una gota de sangre, por no constar en el contrato, consigue que el magnánimo tribunal declarara inocente al joven y condene al viejo usurero a pagar toda la cantidad en litigio: la mitad a Antonio, por daños morales y la otra mitad al Estado de Su Serenísima. Antonio, haciendo gala de su bondad inacabable da su parte a Jésica, la hija de Shylock, que había escapado de casa para casarse con su amado Lorenzo, otro cristiano, para humillación del avaro y vengativo hebreo.














Aparte de que Basanio dilapidara su fortuna, como posiblemente haya ocurrido con Grecia, veo pocas analogías entre las dos tragedias. Ni los acreedores se parecen a Shylock, dadas las facilidades, prórrogas, revisiones y parcelación de la deuda que han ofrecido a los griegos, ni Tsipras ni Varufakis se pueden comparar con Antonio en cuanto a gallardía y benovolencia, ni Merkel llega a la bella Portia a la suela de los zapatos en términos de astucia, arrojo y belleza.

 En cuánto al final de la historia, en el caso griego está aún por escribir. Lo cierto es que la situación es muy complicada. Es lo que podría llamarse una no win- no win situation. Por lo que respecta a los acreedores, estos saben que los griegos “no pueden” pagar. En primer lugar porque no tienen el dinero y en segundo porque si se esfuerzan en hacerlo provocarían una ruina inaceptable en el país. Por otra parte, estos mismos acreedores “no pueden” perdonar ya que se crearía un precedente inaceptable, sobre todo teniendo en cuenta que hay detrás países como España, Portugal, Italia… que mal que bien van cumpliendo con sus obligaciones deudoras.
Por lo que respecta a los griegos, tres cuartos de lo mismo. Éstos saben que “no pueden pagar” por las mismas razones que los acreedores, pero también saben que “no pueden” dejar de hacerlo si no quieren llevar al país a la bancarrota. En fin, un lío. Demasiados “no pueden” para que acabe el drama en un desenlace elegante como hizo Shakespeare con el suyo.
 



¿Y cómo hemos llegado a esto? No conozco el país heleno sino como turista y hace muchos años, pero me lo imagino porque conozco el caso español. La deuda pública griega asciende a algo más de 320.000 millones de euros, lo que supone un 174.9% del PIB y 28.867 euros por habitante. La española, de más de un billón de euros asciende al 97.7% del Producto Interior Bruto y 22.256 euros por cada españolito. Si, lo han leído bien. Usted, yo, el bebé del vecino, el señor Olivas y el abuelito del segundo que va en silla de ruedas debemos a Shylock veintidós mil y pico pavos cada uno. La deuda de mi familia, de cuatro miembros, asciende a unos noventa mil euros. Y eso sin haber pedido nada personalmente.

Entretanto, en mi pueblo, de menos de mil habitantes, están construyendo una pista de squash o paddle, o que se yo, con sus vestuarios y todo. Había pista de tenis y frontón pero al parecer no era suficientemente moderno. Si en la ciudad disponen de estas modernas instalaciones ¿porqué no vamos a tenerlas nosotros? Parece inadmisible el hecho de que por vivir en un pueblo tenga que venir a ducharme a mi casa. Disfrutamos del mayor número de kilómetros de AVE del mundo detrás de China con el menor coeficiente de viajeros por kilómetro mientras los extremeños, asturianos, gallegos, cántabros y vascos están esperando el suyo. Nuestras autopistas (algunas sin coches), aeropuertos (algunos sin aviones), rotondas, fiestas y festejos y eventos deportivos son la envidia del mundo y de momento (sólo de momento) cobramos sueldos y pensiones y gozamos de sanidad y educación (hasta secundaria) gratuitas; y a eso sí que no pensamos renunciar.

¿Llegaremos alguna vez a distinguir la raya de la frontera entre lo que es esencial y lo que es accesorio, suntuario y de nuevo rico y pedir prestado sólo por lo que importa o es ya demasiado tarde?

Miren que a pesar de tener mujeres jóvenes y audaces no veo a ninguna Portia capaz de convencer al Dux de que se nos condone la deuda y además se nos indemnice por perjuicios. Entre otras cosas porque no hemos mostrado la gallardía y generosidad del bueno de Antonio, el veneciano. Y los griegos, me temo que tampoco.

Román Rubio
#roman_rubio
Junio 2015

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