viernes, 18 de septiembre de 2015

CARTELES DE INDEPENDENCIA

CARTELES DE INDEPENDENCIA

He pasado una semana perdido en el GR 65 (sendero de Gran Recorrido) en algún lugar del Macizo Central francés, entre Le Puy-en-Velay y Conques. Como los randonneurs -que es como en Francia se llama a los caminantes o hickers- no son amigos de la televisión, he estado benditamente desconectado del huracán informativo de la Diada  y el pistoletazo de salida de la campaña catalana. ¡Qué alivio! También, tengo que decirlo, me he visto a salvo de las bromas, inquinas, desprecios y ataques de los anticatalanistas. ¡Otro alivio!

A la vuelta de mi incursión francesa pasé, eso sí, un día pateando por Barcelona la Bella y ello fue suficiente para ponerme al día. Como era de esperar, vi cantidad de banderas, banderolas, insignias, letreros y leyendas alusivas al tema de la independencia, lo que me llevó a las siguientes reflexiones:
En primer lugar, me llamó la atención la ausencia de banderas de España. No recuerdo haber visto en mi largo paseo (de unos doce kilómetros) por los barrios de Poble Nou, Eixample, Grácia y Sants ni una sola rojigualda. Me pareció ver una pero estaba enrollada en la barandilla del balcón, con lo que no estoy seguro. En segundo lugar, no vi banderas en los altos bloques de l’Hospitalet que se divisan desde la ventanilla del tren. Ni españolas ni catalanas, como si la independencia no fuera con el extrarradio.

Las banderas catalanas, por el contrario, gozaban de un promiscuo exhibicionismo en la capital. Estaba la cuatribarrada clásica, con su mensaje incierto en lo referente a la independencia. Estaba la cuatribarrada estelada; esta sí que expresando con claridad las pretensiones y querencias de sus moradores. Había también otra, muy extendida, con la punta de una flecha en amarillo en la que se lee: Via Lliure a la República Catalana 11S2015 haciendo referencia, claramente, a la convocatoria de manifestación de la Diada en la Meridiana


La banderola tenía una variante, en la que la fecha estaba escrita del modo 27º11’2015” y la leyenda Ara és l’Hora, refiriéndose al cambio que habrá de venir tras las elecciones. Había otras muchas con un mensaje más cuestionable, propagandístico y algo torticero. Sobreimpreso sobre la estelada venían mensajes del estilo:
 INDEPENDÈNCIA ÉS JUSTICIA SOCIAL. Bueno, no. Independencia no significa justicia social, ni mucho menos. Justicia social significa que la distribución de la riqueza sea equitativa, minimizando las diferencias sociales y eliminando al máximo las bolsas de pobreza y exclusión, y eso, señores no tiene que ver con el tamaño del país ni con la independencia sino con el consenso social y político que haya para transformar la sociedad y, la verdad, suponerle esa actitud a CDC es, cuando menos, ilusorio.
 INDEPENDÈNCIA ÉS PROGRÉS. En fin, será progres si impulsa el progreso, si no, no lo será. INDEPENDÈNCIA ES MÉS TREBALL Y MILLORS PENSIONS: Ahí te quería yo ver, Mercé. El nivel de renta de Cataluña está por encima de la media española, con lo que si la escisión se produjera y ésta fuera consensuada, de manera no traumática, es de suponer que, al no tener que aportar fondos que faciliten el desarrollo de los otros, a medio y largo plazo aumentaría la riqueza, lo que podría repercutir en mejores condiciones. Ahora bien: ¿por qué no escindir Barcelona de Cataluña? Siendo Barcelona más rica que las otras comarcas, y mucho más que su cinturón industrial se podría pedir la independencia de la ciudad y ser aún más ricos. Lo mismo podría hacer Madrid o Londres. En el caso londinense, la City, el distrito financiero, que aporta el 10% del PIB de la Gran Bretaña podría reclamar la segregación de la propia ciudad y de este modo, disfrutar del nivel de renta más alto del mundo…y el que sea pobre, allá él; ¡Que se joda!, que diría la Fabra.
INDEPENDÉNCIA ÉS FUTUR: Ahí estoy cien por cien de acuerdo. Bueno o malo, es harina de otro costal.

La independencia es seductora en tanto que la permanencia es aburrida. ¿Quién en su sano juicio preferiría seguir en el barco de Rajoy cuando le invitan a subir al crucero de la independencia? ¿Quién querría ir en el barco de Rajoy si hubiera otro cualquiera disponible en el Club Náutico? De modo que la bonita historia de la independencia  se vende sin pudor alguno.

George Brown fue un político británico laborista de los años sesenta. Izquierdista, de origen humilde, creció en un piso de propiedad municipal y llegó a todo en la política británica excepto a Primer Ministro. Fue Ministro de Economía y de Asuntos Exteriores con Harold Wilson y recibió título de Lord al final de su carrera. Y también era un gran bebedor. En las múltiples recepciones y cócteles era un peligro. No se sabía por dónde iba a salir el ministro con acceso ilimitado al trago.


En una ocasión, en un acto formal en Suramérica, y tras un número indeterminado de copas sacó a bailar a una atractiva figura con faldones morados y obtuvo la siguiente respuesta: “no voy a bailar con usted por tres razones: la primera es que esto no es un vals sino el himno nacional del Perú, la segunda es que está usted borracho y la tercera es que soy el arzobispo de Lima”.

Claro, la archiconocida anécdota es falsa. Nadie la escuchó de primera mano y además, no figura en la agenda del ministro visita alguna a Suramérica en las fechas en que se le atribuye, pero ¿qué más da? ¿Por qué  habría de echar a perder la realidad una  historia tan redonda, con arzobispo y todo? Falta Rajoy, que, por cierto, vestido de arzobispo no quedaría nada mal.


Román Rubio
@roman_rubio
Septiembre 2015 

No hay comentarios:

Publicar un comentario