“Esta semana
se evaporaron más de tres billones de euros” afirma Macarena Vidal Liy en su
reportaje del suplemento de negocios en el diario El País del domingo 30 de
agosto. La autora se refiere al tsunami
ocasionado por la caída de la bolsa de Shanghái que ha arrastrado a los demás
mercados haciendo alusión a la popular mariposa de la teoría del caos. Sí, esa
que mueve las alas en Japón y causa el granizo que acaba con las expectativas
de una buena cosecha de vino en Requena. Nunca lo entendí muy bien, la verdad.
Las mariposas siempre están revoloteando, por Japón, por Alaska (en primavera)
y por Alcázar de San Juan, y sin embargo, en Requena, a veces hace buen tiempo
y otras graniza. Cosas del caos. “El hombre más rico de China (de nuevo según
Macarena Vidal), Wang Jianlin, perdió de un plumazo ¿? 3.100 millones de
euros”. El artículo también explica que, desde junio, los valores de la bolsa
de Shanghái han perdido más de dos billones y que los pequeños inversores
chinos, dada su escasa cultura económica e inversionista (no sé porqué pero eso
me recuerda a algo o a alguien), están perdiendo sus ahorros ¿o eran sus
expectativas de ganancia? a marchas forzadas.
¿Qué pasa con la pasta que aparece, se acrecienta hasta límites indecorosos y de cuando en cuando desaparece, como por arte de magia? En una de las últimas crisis que han azotado a este país (al tuyo y el mío) le oí decir a mi amigo Amador Finisterra: “¿Dónde está la pasta? A mí que no me jodan. Si la semana pasada estaba ¿cómo me dicen hoy que no está? Está, claro que está, pero en otro bolsillo” Mi amigo, futbolista de clase, levantinista de corazón y hombre con un agudo sentido de la supervivencia en épocas aptas y no aptas para la lírica, trasladaba su particular filosofía a una visión panóptica de la economía. Y creo que no es así. O no siempre.
De este modo
se explica el contexto del trilero: ¿adónde está la bolita? La bola siempre está
en un cubilete ¿o no? El problema es que
nunca está en el que tú crees que debería. ¿Y el dinero? El dinero está localizado. O
está en tu bolsillo (situación inicial) o en el del Gran Trilero (destino
definitivo, origen y propósito del juego). A veces, de manera transitoria, está
en el del compinche, ese que actúa de gancho y siempre gana.
Lo que provocan los vaivenes de las burbujas es hacer afluir el dinero de los pequeños ahorradores con pequeñas ambiciones de lucro hacia los bolsillos de los grandes trileros con ambición insaciable. Me comentaba un amigo la decepción de su padre, hombre de zona rural, cuando, en el momento de su jubilación, decidió vender su ganado y conservar los olivos como entretenimiento. El dinero de la venta de las ovejas fue invertido en acciones en un mal momento y se esfumó como el de tantos otros; se fue a engrosar las plusvalías de los profesionales del trueque que supieron salir a tiempo. La historia del padre de mi amigo y sus ovejas es la historia que, repetida muchas veces, construyen grandes fortunas. El dinero cambia de bolsillo. Y siempre en la misma dirección.
Ahora bien:
¿qué pasa cuando pierden todos? ¿Significa que el dinero se desintegra? Hay
casos como el de la bolsa china u otros que hemos vivido en el que no se puede
identificar el flujo del dinero en una u otra dirección sino que pierden o
parecen perder todos. Pierde el pequeño ahorrador (el de las ovejas), pierden
los grandes trileros, pierden las catedrales del ilusionismo monetario (bancos)
y pierde todo quisqui. Es como si el
dinero, que corría abundante por todas partes, desapareciera de un día para
otro. En realidad no desaparece sino que nunca estuvo. Bueno, sí que estuvo,
pero en su esencia, en el material del que está hecho: de humo. Y es que, desde
1973, en que se abandonó cualquier convertibilidad del dinero en oro, en
dólares oro… el dinero es una entelequia. Siempre lo fue, en realidad, pues
aunque se pudiera convertir en oro, éste siempre tendría un valor convencional;
¿porqué el oro y no el yeso o el bicarbonato? La pasta tiene el valor de trueque que le
confiere la creencia subjetiva de que
será aceptada por los demás habitantes de un país, o zona económica. En teoría,
el dinero en circulación representa el valor de todos los bienes y servicios de
un país o comunidad económica. La función del Estado debería ser, es en
realidad, adecuar el valor del dinero a la producción de bienes y servicios e
intentar poner orden en este ejército de trileros con corbata, vendedores de
ovejas y anacrónicos jubilados de terno, Rolex y Varon Dandy que según vi el
otro día en la tele, aún pululan por un parqué en el que deciden pasar la
mañana indiferentes (o atentos) al tráfico intangible de las transacciones
electrónicas.
Román Rubio
@roman_rubio
Septiembre
2015
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