EL CASO
Cualquier
persona de mi generación sabe de qué hablo. El Caso es un semanario de sucesos
que se editaba en España entre 1952 y 1997. Se trataba de una publicación
periódica que recogía todo lo macabro, escabroso y criminal que ocurría en
aquel país de botijos, panas antiguas, mujerucas con pañuelo negro, procesiones
con mujeres descalzas y velas y santos a hombros, partidas de mus y truc con
barajas roñosas, copa, café y Faria, señores irascibles con bigotito fino de ganador
de guerra del brazo de señora con abrigo de pieles, seats seiscientos, “yo soy
aquel negrito del África Tropical” y consultorio de Elena Francis. Tenía una
tirada de 100.000 ejemplares que en momentos de alta intensidad mórbida como en
el Caso de la mano Cortada o el Crimen de Jarabo podía llegar a distribuir la
considerable tirada de 500.000, toda una
proeza en aquel país de poca cultura, mucha religión, superstición (si es que
no es la misma cosa) y semianalfabetismo.
El semanario,
conocido también como el “periódico de las porteras” se cebaba en los hechos más escabrosos de la sociedad alimentando lo
peor de cada cual, o más bien, por el contrario, actuaba, a modo de tragedia
griega, de manera catártica en una población crédula, sumisa, empobrecida e
ignorante permitiéndole comparar su miserable vida con el horror que había ahí
afuera y que El Caso, cada semana, le mostraba.
Para aquellos
seguidores de este blog que no vivieron aquella época y han visto la estupenda
película “La isla mínima” les diré que el personaje del periodista que
proporciona la información al policía de las andanzas de su compañero confiesa trabajar
para el semanario, razón por la cual pide el trueque de las fotos de los
cadáveres de las niñas al policía, material preciadísimo para la publicación y
su público.
Ha llovido
mucho desde entonces en este país y además para bien. A pesar de que algunas
aguas han continuado regando el jardín inmundo de la corrupción y la
incompetencia, la mayor parte han contribuido a limpiar la atmósfera y
regenerar las aguas subterráneas de la razón y la cultura. Y El Caso
desapareció, aunque, como es obvio, no los hechos luctuosos, y ese submundo de
crimen y sinrazón ahora tiene su eco y difusión en… el Telediario.
Sintonice
usted un día cualquiera el Telediario de la 1 y se encontrarán con una
exhaustiva crónica de sucesos como si de El Caso se tratara. Yo lo hice la otra
noche mientras daba cuenta de mi frugal cena y me tragué una larga crónica del caso
de Asunta, el terrible suceso de la niña gallega asesinada, presumiblemente,
por sus padres. Tremendo. El tema del día era la discusión sobre una posible
contaminación de la ropa de la niña con restos de semen en el laboratorio de la
Guardia Civil. A continuación las últimas novedades del caso Marta del
Castillo, la malograda chica andaluza cuyo cuerpo continúa desaparecido a pesar
de los esfuerzos de las policías. Un determinado número de horas de grabación
que darían luz a ciertos aspectos del caso no son aceptados por el tribunal por
afectar a personas que no están enjuiciadas. Luego, las novedades, estas
felices, de la detención del violador del cútex, noticia en la que se da cuenta
del modus operandi del bellaco, con simulación de figuras virtuales incluida.
Ahí es donde finalmente me planté, tomé el mando a distancia y sintonicé el
programa del Wyoming, para regocijo de algún miembro de mi familia, devoto del
madrileño, o de sus guionistas, vaya usted a saber.
La feliz
detención del presunto asesino de la niña de Algete, el hombre que mató a su
caballo a golpes, la penúltima víctima de algún participante en festejos
taurinos, el cadáver colgado de un puente exhibido por los narcos mexicanos, la
imagen del contenedor y ropas del antepenúltimo bebé encontrado vivo o muerto
en algún lugar suburbio –generalmente pobre, o muy pobre- de Madrid o Melilla
y, cómo no, el crimen diario de violencia doméstica, machista, familiar o como
le quieran ustedes llamar.
A ver,
considero que son –tal y como dicen en cada uno de estos tristes episodios- una
lacra social. No hay violencia que más duela, que la que se produce dentro de
la unidad familiar. Es el entorno en donde la protección es más difícil y la
indefensión más desangelada y cruda. Y ha existido siempre. En todas partes. Quién
se crea que es un fenómeno español y/o de ahora está muy equivocado. Sólo tiene
que consultar las estadísticas
Los datos de
2003 son los únicos que he podido encontrar que representan el número de
mujeres asesinadas. Los casos de agresiones machistas, de lo que he encontrado
más información estadística, no los reproduzco aquí puesto que indican el
número de denuncias, y no de casos, lo que hace que los números en los países
nórdicos sean aún más abultados.
Esta es, pues,
la situación. Hasta aquí, los datos. El hecho de que cada caso se publicite en
todos y cada uno de los noticieros de cada una de las televisiones y cadenas de
radio constituye el tratamiento de la información. ¿Es necesario que sea así?
Más aún: ¿es conveniente que así sea? Se difunde igual en el resto de los
países de nuestro entorno o es un fenómeno exclusivamente español? ¿Ayuda la difusión
–de todos y cada uno de los casos- realmente
a la reducción del número de los mismos por medio de la concienciación? ¿o
corre el peligro de convertirse en la tediosa noticia a la que por repetitiva y
cotidiana deja de ser llamativa y la procesamos sin prestar atención mientras
buscamos el mando y conectamos con la mordacidad, dinamismo y humor del Wyoming
asistido por el buen hacer de Sandra Sabates?
Román Rubio
@roman_rubio
Octubre 2015
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