viernes, 16 de octubre de 2015

¿QUIÉN MATÓ A KENNEDY?

¿QUIÉN MATÓ A KENNEDY?



¿Quién mató a Kennedy? ¿La Mafia? ¿La CIA? ¿Nixon el Marrullero? ¿Lyndon Johnson, con el objeto de llegar a la Presidencia? Para muchos, cualquiera menos el bueno de Oswald, que pasaba por allí. Queda descartado de la autoría, eso sí, Rubalcaba, que según Jiménez Losantos, Pedro J. Ramírez y sus palmeros (por cierto ¿qué ha sido del poderoso director de El Mundo?) fue responsable junto con ETA, los servicios secretos marroquíes, parte de la Cuerpo de Policía (en especial quienes filmaron al director con Exuperancia) y la masonería de la mayor masacre terrorista en suelo español. Tampoco parece que lo hicieran Paco Camps y Carlos Fabra, que ni hablan inglés. El segundo está en la cárcel y el primero desaparecido. Tan desaparecido como el Papa Ratzinguer o el cojo Manteca. ¡Sí hombre, sí, aquel chico al que le faltaba una pierna que vivió su momento de fama rompiendo el letrero del metro a muletazos en las protestas estudiantiles de 1987!

La Navaja de Ockham, principio de economía o principio de parsimonia (lex parsimoniae) es un principio metodológico y filosófico atribuido al franciscano y filósofo escolástico Guillermo de Ockam según el cual: “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable”. Pues bien, parece que haya una fuerza contraria al principio formulado por el fraile que lleva a la población, o una parte de ella, a elaborar historias complicadas ante asuntos sencillos y evidentes. Se trata de la resistencia a aceptar la levedad (insoportable) del ser. A menudo, las cualidades colosales que se atribuyen al   mito fomenta oscuras historias en el ideario colectivo que no se resigna a que las circunstancias de la muerte (o de la vida) del icono sean  triviales, como la vida misma.



Elvis está vivo, con ochenta tacos a sus espaldas pero vivo; como también lo está Hitler. Bueno, ahora, la verdad es que cada día que pasa es más difícil mantener la quimera dado que de estarlo tendría ya 126 años, pero durante mi infancia, la plácida y anónima vida del Führer en algún lugar de Argentina o Brasil, incluso en algún lugar de la costa española, era algo aceptado por muchos. Michael Jackson, como todo el mundo sabe, en vez de morir huyó a México, en dónde no sé cuántos juran haberle visto. Si la tendencia es prolongar la vida de los mitos, en el caso de Paul MacCartney, ha sido al contrario. Durante mucho tiempo se le dio por muerto, lo cual, de haber sido cierto, habría sido una mala noticia para los cirujanos plásticos. Como prueba, se aportaba el hecho de que en la portada del Abbey Road iba descalzo (todo el mundo sabe que es prerrogativa de los muertos andar descalzos por anodinas calles de Londres), y la evidente e irrefutable prueba de que  algunas frases de sus canciones, escuchadas al revés (en serio) reproducían lúgubres mensajes… Parece que ni la entrevista con fotos de la revista LIFE en 1969 hizo cambiar de parecer a quienes preferían la macabra historia. ¿Cómo iba la realidad a estropear la elaborada crónica de una muerte prematura y violenta con unas perversas razones económicas y políticas? El MI5 ocultaba el desenlace por inconfesables intereses.



Lady Di no murió a causa de un desgraciado accidente de coche cuando trataba, en compañía de su novio Al Fayehd de huir de los paparazzi que les asediaban como señalan todos los indicios y la lógica de los eventos, no. Se trataba de un complot de la Familia Real y de los Servicios Secretos para asesinar a la díscola princesa de Gales. La sucia maniobra implicaba ejes de transmisión aserrados, piezas de dirección manipuladas, cinturones de seguridad inutilizados y otras malvadas artimañas.




Durante años, la sociedad española se vio intoxicada por la autoría de uno de los crímenes más execrables y que más eco han tenido sobre la opinión pública: el Crimen de las Chicas de Alcàsser. Tres adolescentes fueron forzadas, asesinadas y semienterradas por unos delincuentes comunes que las recogieron en coche de camino a una discoteca. Así de sencillo. Así de cruel. El hallazgo de los cuerpos, que conmocionó a España, trajo consigo la identificación de los autores. Uno de ellos, Antonio Anglés (el autor principal) se dio a la fuga y jamás ha sido encontrado. El seguimiento mediático del hecho dio lugar durante meses a las más disparatadas teorías. La intervención diaria en TV del padre de una de las chicas guiado por un extraño personaje que se presentaba como criminólogo de profesión dio lugar a las más descabelladas interpretaciones. Cualquier cosa era válida en la medida en la que estuvieran presentes Satanás y sus ritos y alguna persona poderosa, especialmente político (socialista, claro).

Los atentados terroristas del 11S en Nueva York fueron planeados y ejecutados por algún departamento secreto de la CIA. El hecho de que semejante Armagedón fuera perpetrado por un puñado de islamistas resultaba decepcionante para muchos. El mismo Presidente,  que se escondió las horas siguientes a la matanza sólo para disimular, junto a los malvados servicios secretos, pergeñaron y ejecutaron la cruel matanza con el objeto tener una excusa para invadir Irak (un Irak que, por cierto, era enemigo acérrimo de los perpetradores del 11S) y para aumentar las medidas de control policial a la población.

Turquía ha vivido el peor atentado terrorista de su historia con un resultado de 99 muertos y más de 246 heridos. Acaban de identificar a los suicidas terminando con un pintoresco cruce de acusaciones. El primer ministro turco Ahmet Davutoglu señaló inicialmente a cuatro grupos sospechosos: el Estado Islámico (EI), la guerrilla kurda PKK y las organizaciones izquierdistas DHKP-C y MLKP (no importa que estas últimas apoyaran la convocatoria de manifestación que se atacó). El Estado Islámico (EI) es enemigo de la guerrilla kurda, que, a su vez, le es hostil. También es enemigo del gobierno turco que permite a los americanos lanzar ataques aéreos a Siria e Irak desde su base de Incirlik. Los kurdos, además de ser hostiles al EI lo son al gobierno turco que les niega la independencia y la autonomía y el partido principal de la oposición, el HDP (que no es el nombre de ningún motor diesel), acusa al gobierno de tener las manos “manchadas de sangre”.
En fin, dime quién es tu enemigo y te diré quién es el asesino, parece ser la máxima de los turcos. No les hace falta la concurrencia de los amigos Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez para poner el ventilador. Ni la de Aznar, con sus desiertos lejanos y montañas remotas.

Román Rubio
@roman_rubio
Octubre 2015  

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