HALAL O KOSHER
Me cuentan que
algunas familias musulmanas renuncian a la beca de comedor de los colegios por
no serles proporcionada a los niños comida acorde con sus creencias. Al
parecer, los comedores escolares incluyen un menú para mahometanos y judíos en
el que se excluye el cerdo, al igual que
se adaptan los menús a los requerimientos médicos de celíacos y alérgicos en la
mayoría de sus variantes. Por razones obvias no se incluyen otras excepciones
como vegetarianismo que responde a decisiones no médicas. Parece sensato el
arreglo. Lo público cubre lo general y la indicación médica eludiendo las
costosas especificidades, los caprichos y supersticiones. ¿Es usted musulmán o
judío? Le proporcionamos una dienta sin cerdo ni alcohol (lo que es redundante
tratándose de comedores escolares). Tiene sentido. La carne del cerdo –además
de las connotaciones religiosas- puede tener un rechazo de asco por todas
aquellas personas que, culturalmente, la tienen fuera de la dieta, como
nosotros (cristianos mejor o peor avenidos) podemos sentir por la carne de
perro o de rana.
Lo que en
realidad están pidiendo las familias que retiran a sus hijos de los comedores
es la comida halal. ¿Y qué es la comida
halal? En la idiosincrasia musulmana halal
es aquello que es admisible para el mahometano en términos de vestimenta, costumbres
sociales y alimentación. Para los “occidentales” se refiere exclusivamente a la
alimentación, sobre todo, a la carne. Dice el Corán:
“Se os prohíbe la carne del animal muerto por
causa natural, la sangre, la carne de cerdo, la del animal que haya sido
sacrificado en nombre de otro que Allah, la del que haya muerto por asfixia,
golpe, caída, cornada o devorado por una fiera, a menos que lo degolléis. Y la
del que haya sido sacrificado sobre altares y que consultéis la suerte con las
flechas…”
Y
¿cuáles son, pues, las implicaciones que esto conlleva? Pues implica que los
animales deben ser sacrificados de una manera determinada. Los mataderos que
obedecen a la sharía deben estar
orientados a La Meca y los animales sacrificados con un corte profundo en el
cuello que seccione la yugular y la carótida (pero no la espina dorsal),
dejados desangrar sin ayuda de anestesia
y realizado por un imán o persona autorizada, que debe de poner al animal mirando
al levante mientras invoca a Alá durante el sacrificio, pues la
res es muerta en su nombre para evitar la idolatría, ¡no vaya a ser que al
matarife se le ocurra ofrendar la
oblación a otra deidad rival! Pura
superstición y anacrónica superchería.
Exquisita
comida halal
Por
mi edad y mi proveniencia rural tengo memoria de cuando en las casas se
sacrificaba tanto el cerdo anual (anatema para los musulmanes) por
desangramiento y el ocasional pollo gallina o conejo que daba sustancia al
arroz dominical. Al conejo se le daba un golpe en la nuca. Con práctica, con
uno basta. Al cruzar las patas delanteras (señal de la muerte del animal) se le
colgaba de las traseras y, tras quitarle los ojos, se le dejaba desangrar unos
minutos antes de proceder al despellejo. Alguna vez ayudé, en mi niñez, en el
proceso. Hoy no lo haría a no ser que coincidiéramos en una isla desierta y
nada que comer el conejo y yo. En el caso de que estuviéramos el conejo, yo y
digamos, un portugués, tendría más probabilidades el portugués de ser devorado
que el conejo.
Hace
poco me contaron como alguien del ámbito rural que conozco se dispuso a
sacrificar una gallina que ya no le ponía huevos pero que, como buena gallina
vieja, era excelente para caldo. El sujeto le cortó el cuello a ras y creyó la
faena terminada. Error. La gallina, descabezada, salió corriendo por el pasillo
de la casa sin mirar, la pobre, ni a La Meca ni a Teruel. El resultado, según
testigos que examinaron posteriormente el lugar de los hechos fue algo así como
el escenario de la Matanza de Texas en el Lago de los Cisnes.
Los
judíos, mucho menos numerosos en mi país, siguen las arcaicas normas
explicitadas en el Exodo 23:19, Éxodo 34:26 y Deuteronomio 14:21 y exigen la certificación kosher para su alimentación que es aún más caprichosa, arcaica y
sin fundamento que la regulación halal. Kosher es la pronunciación yiddish de la palabra hebrea casher que es aquello que cumple los
requisitos cashrut (lo correcto, lo
apropiado) para ser consumido según las indicaciones de la Torá. Además del
desangramiento en vivo del animal (lo que coincide con la práctica halal) somete el procedimiento a
caprichosas normas en seguimiento estricto del Antiguo Testamento.
La
carne aceptable para el consumo de los judíos es aquella proveniente de
animales con pezuña hendida y rumiantes, teniéndose que dar las dos condiciones
juntas. El conejo, el camello y por supuesto el proscrito cerdo queda fuera de
lo aceptable para el consumo. En cuanto a los pescados se permite el consumo de
aquellos que tienen aletas y escamas y, al igual que los terrestres, deben
cumplir juntas ambas cualidades, con lo que el celebrado bagre del lago
Kentucky (del artículo anterior) quedaría excluido del consumo humano así como
las ostras, langostinos y gambas. En cuanto a las aves, se descartan las de
presa y carroñeras (como en el caso de los musulmanes).
Pero
lo que hace más engorrosa y complica notablemente la dieta kosher es la incompatibilidad de manipulación y consumo de los productos
lácteos y los cárnicos, lo que afecta también al uso de los utensilios en la
cocina. No se pueden consumir lácteos junto con carne. Si se consume carne, no
se podrá tomar ningún lácteo, como el queso o el yogur, en un período de tiempo
(horas) pues pueden quedar restos de carne entre los dientes. Si se consumen
lácteos primero, bastará con lavarse la boca o comer alimentos neutros (pan…)
para poder ya comer la carne. En cuanto
a los platos, cuchillos y otros utensilios deberán ser diferentes tanto en la
mesa como en la cocina para estos tipos de alimentos y vigilar con atención que
no se contaminen. Y la norma afecta hasta al fregadero, que debe ser diferente…
A su
lado, los católicos con sus tímidas vigilias de Cuaresma, con sus potajes de
garbanzos y bacalao los viernes y alguna que otra torrija parecen unos aficionados
del anacronismo.
Román
Rubio
@roman_rubio
Noviembre
2015
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