martes, 15 de diciembre de 2015

VEXILOLOGÍA

VEXILOLOGÍA


 No sabía ni que existía la palabra, la acabo de descubrir. Se trata de la ciencia o disciplina sobre las banderas, algo situado entre la historia y la semiótica y que me imagino imbricada dentro de la heráldica que se ocupa de escudos y blasones, que viene a ser casi lo mismo. Lo cierto es que la vexilología, como tal, es relativamente moderna. Apareció la palabra vexillology en 1957 usada por un tal Withney Smith profesor de ciencias políticas en la Universidad de Boston y pronto fue adoptada por la RAE en su forma españolizada. En la actualidad hay sociedades vexilológicas por todo el mundo, con sus congresos mundiales bianuales para tratar el apasionante tema de las banderas, sus formas, temas y colores. El hecho de que haya personas de distintas partes del globo que vuelen largas horas a lugares como San Antonio (California) o Melbourne (Australia)  para asistir a ponencias y encuentros para hablar de banderas es, para mí, un misterio mayor que el de la Santísima Trinidad. Es más, sospecho que el único objetivo de los participantes es largarse unos días de casa a algún lugar remoto. Los veo diciéndoles a la mujer: “Cariño, tengo que ir a Honololú a tomar parte en un interesantísimo debate sobre banderas farpadas en forma de corneta, ¿qué quieres que te traiga?” ¿Se imaginan el contenido de las ponencias?: “El pendón y el gallardete trapezoidal en los ejércitos napoleónicos”,  por el profesor  Delacroix de Paris -Nanterre, o “el color amarillo y la lucha de clases en países del África oriental” por Hans Krüger, profesor de teoría marxista de la Universidad de Leipzig. Cosas así.

Mi súbito interés por tan peculiar disciplina viene dado por un par de noticias o comentarios que oí hace poco en un programa de radio de la BBC World Service. La primera fue escuchar a alguien decir que la bandera de Nigeria era “aburrida”. “Verde, blanco y verde, con tres franjas verticales. “Aburrida hasta el bostezo”, fueron sus palabras aproximadas. Indagué sobre de la bandera nigeriana y descubrí  que fue diseñada por el estudiante Michael Akinkummi en 1959 y, tras ganar una competición o concurso, fue  adoptada como bandera nacional en 1960, seguido a la independencia de Nigeria del Reino Unido. Nunca se me habría ocurrido tachar a una bandera de “aburrida” pero hay que convenir que una  con una franja blanca vertical entre dos franjas iguales verdes sea la ganadora de un concurso a nivel nacional huele raro. Me hace preguntarme como serían las otras, o que grado de parentesco tenía el estudiante Akinkummi con el presidente del jurado.

El contexto de la noticia era el proceso en el que se ha envuelto Nueva Zelanda para cambiar su actual bandera, con reminiscencias coloniales británicas para muchos y demasiado similar a la de Australia para todos.


El resultado del concurso nacional al que se presentaron 12.929 diseños fue la selección de cuatro finalistas que se están siendo sometidos a votación por correo. De ellos saldrá uno que competirá el año próximo con la actual bandera en referéndum para, si gana, convertirse en la nueva insignia del país.

Tres de los diseños tienen como tema principal el helecho de plata (Silver Fern) –dos de ellos incluyen, además, las cuatro estrellas de la Cruz del Sur- El cuarto diseño muestra un símbolo maorí curvilíneo, el koru, que es figura clave en el arte y los tatuajes de esa etnia.
Si bien muchas banderas se basan en franjas de colores con interpretación previsible -el rojo simboliza la sangre, el amarillo el oro, el verde la feracidad del terreno, el blanco (o el negro, según conveniencia) la unidad de sus pueblos…- las hay que gozan de una rotundidad simbólica innegable, son favoritas de los (que Dios les perdone) vexilólogos y de la mayoría de los mortales y entre todas ellas destaca por sus brillante diseño, la Reina de las Banderas: la de Canadá: The Maple Leaf (la hoja de arce)


La insignia, que en la jerga de los heráldicos y vexilólogos “ha sido blasonada como “de gules en un palo en argén a la hoja de arce del primero” (hay que ganarse el estatus de especialista de alguna manera), reúne todas las buenas cualidades de una bandera: es simple y memorizable al primer vistazo, usa sólo dos colores (si el blanco es un color), es reconocible a primera vista y se asocia sin género de dudas al país que representa. Los colores, rojo del pabellón inglés y blanco del francés aluden a la historia y los orígenes. Y sin embargo, siendo la bandera más  glosada por especialistas y diletantes no consigue envolver a todos sus habitantes y erradicar las tensiones secesionistas que vive el país. ¡Lo que son las cosas!

Otras banderas similares a la canadiense   son las de Suiza, Japón y Turquía, también con mucho carácter y con el rojo y el blanco como elementos, siendo la japonesa la esencia de lo esquemático: un punto rojo en fondo blanco.

Las banderas del Reino Unido (Union Jack) y Estados Unidos (Stripes and Stars o Star Sprangled Banner, que de ambas formas se la conoce) son también grandes insignias, reconocibles y  reconocidas, tanto por el poder de su diseño como por su presencia en todos los rincones del globo.
Las insignias nacionales son un producto de márquetin diseñadas para albergar emociones por las que matar y morir, aunque los orígenes carezcan de la épica que se les quiere dar. Tomemos la española: la rojigualda. En la escuela se nos habló de  sangre y oro; la sangre vertida por la unidad y el oro que los malos españoles se llevaron a Moscú. La realidad es otra. Fue establecida en 1785 por Carlos III en Decreto Real, tras un concurso con doce propuestas. El motivo principal para la elección de los colores fue… la visibilidad. Los barcos de guerra debían ser vistos y reconocidos en la distancia con facilidad, con y sin viento. Dice el Decreto:
 Para evitar los inconvenientes y perjuicios que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera Nacional de que usa Mi Armada Naval y demás Embarcaciones Españolas, equivocándose a largas distancias ó con vientos calmosos con la de otras Naciones, he resuelto que en adelante usen mis Buques de guerra de Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las cuales la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de enmedio, amarilla, colocándose en ésta…
Lo que debería hacer reflexionar a quienes invitan a matar y morir por el trapito.
Y si de trapitos se trata, voy a elegir el mío. Tras verme las banderas de los países del mundo elijo como favorita la de Suazilandia. Sí, ya sé: incumple las dos primeras reglas del diseño; utiliza más de dos (o tres) colores y no es quizás lo suficientemente esquemática, pero no me digan que no queda estupenda con su escudo y sus lanzas que simbolizan las luchas que forjaron la nación y ese blanco y negro en el escudo que representa la unión de las razas. Estupendo.


Otra cosa sería el pasaporte. Si tuviera que elegir, les aseguro que la elección no tendría nada que ver con la bandera.






Román Rubio
@roman_rubio
Diciembre 2015 

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