martes, 19 de abril de 2016

MONTORO

MONTORO


Cada día me cae mejor ese tipo que se parece tanto al Golum de la “Guerra de las Galaxias” como al señor Burns. Tiene retranca, se ríe con perfidia hasta de su sombra y no se casa con nadie; le da igual que sea el ministro García Margallo que el tal Rato. Hubo un tiempo en que aludió indirectamente a personajes de la farándula recriminándoles que pagaran sus impuestos fuera y se lo echamos en cara. Un ministro de la hacienda pública no se puede permitir usar información confidencial para usarla en público. Si es delito, a por él. Si no lo es, te callas. Punto. Después nos enteramos que recibió a Rato en su despacho, estando éste investigado. Bien o mal hecho, no lo sé, lo que sí sé es que de poco le sirvió al investigado. Hace poco ha salido con aquello de que una cosa es la legalidad y otra la ética refiriéndose a los que tienen o han tenido sociedades offshore y que nadie que haya tenido relación con este tipo de sociedades puede formar parte de “este” gobierno, por devaluado que sea “este”, tanto por prestigio como por provisionalidad.

El tipo va mejorando día a día, como –permítanme la poca imaginación – los buenos vinos. Hace casi nada nos hemos enterado de que recibió a otro pez gordo en su despacho, de tapadillo; nada más ni nada menos que a José María Aznar. ¿Otra vez trato de privilegio? Bueno, veamos. El expresidente y compañero de partido (si es que Aznar puede tener “compañeros” –a su nivel, ya me entienden- salió del despacho con una multa de 70.403€ y obligado a hacer una declaración complementaria negativa de 199.052 pavos, que es una manera como cualquier otra de salir del despacho de un ministro de hacienda. ¿Privilegio decías? Con amigos así, ¿quién necesita enemigos? O privilegios.

El asunto, que conozco parcialmente de ir leyendo algo de aquí y de allá viene a ser algo así como el tan cacareado asunto Monedero. El dinero ingresado por conferencias del político, derechos de autor, etc. en  unos determinados años (2009 y 2010, si mi información es correcta) se contabilizaron como Impuesto de Sociedades, que tributa a un 25%, en vez de hacerlo como Impuesto de la Renta sobre las Personas Físicas (IRPF), que lo haría en una cantidad próxima al 50% en las cifras de ingresos que se trataba.

Aznar se queja amargamente por aparecer ante la opinión pública como un defraudador cuando, según él, se trata sólo de una “discrepancia contributiva” ya que el expediente se cerró “en conformidad” aduciendo –como hacen todos los políticos y personajes públicos de este país- que se trata de una maniobra de difamación gratuita contra su persona: ¿habían oído esto antes?
Hacienda no lo ve así: lo consideró infracción tributaria grave y aquí es adónde quiero llegar: normalmente esta infracción se sanciona con entre el 50 y el 100% de la cuota defraudada. Al cerrarse el expediente “en conformidad” la sanción se queda en el 26%  que es “el mínimo”.

No soy nada bueno en números, de modo que posiblemente esté equivocado o me haya perdido en algún entresijo del asunto, pero si la cantidad aportada en la declaración complementaria es de 199.052€ y esto supone el 26% de la cantidad defraudada, esta debía de ascender a 765.586€ con algunos céntimos, el 50% de unos ingresos de 1.531.170€. ¿De verdad eran esos los ingresos de la sociedad con el arrebatador nombre de Famaztella (Sociedad Aznar Botella, lo crean o no) Porque imagino que las nóminas de ella como concejala y él de lo que sea en FAES no tendrían la desfachatez de meterlas ahí. ¿Cómo se puede ingresar esa cantidad con conferencias y cosas así? Y lo que es más notable: ¿Quién paga ese dineral por escuchar a un tipo como Aznar? ¡Hay, dios mío!
Cada día me cae mejor Montoro.
Román Rubio
Abril 2016 

No hay comentarios:

Publicar un comentario