MONTORO
Cada día me
cae mejor ese tipo que se parece tanto al Golum de la “Guerra de las
Galaxias” como al señor Burns. Tiene retranca, se ríe con perfidia hasta de su
sombra y no se casa con nadie; le da igual que sea el ministro García Margallo
que el tal Rato. Hubo un tiempo en que aludió indirectamente a personajes de la
farándula recriminándoles que pagaran sus impuestos fuera y se lo echamos en
cara. Un ministro de la hacienda pública no se puede permitir usar información
confidencial para usarla en público. Si es delito, a por él. Si no lo es, te
callas. Punto. Después nos enteramos que recibió a Rato en su despacho, estando
éste investigado. Bien o mal hecho, no lo sé, lo que sí sé es que de poco le
sirvió al investigado. Hace poco ha salido con aquello de que una cosa es la
legalidad y otra la ética refiriéndose a los que tienen o han tenido sociedades
offshore y que nadie que haya tenido
relación con este tipo de sociedades puede formar parte de “este” gobierno, por
devaluado que sea “este”, tanto por prestigio como por provisionalidad.
El tipo va
mejorando día a día, como –permítanme la poca imaginación – los buenos vinos. Hace
casi nada nos hemos enterado de que recibió a otro pez gordo en su despacho, de
tapadillo; nada más ni nada menos que a José María Aznar. ¿Otra vez trato de
privilegio? Bueno, veamos. El expresidente y compañero de partido (si es que
Aznar puede tener “compañeros” –a su nivel, ya me entienden- salió del despacho
con una multa de 70.403€ y obligado a hacer una declaración complementaria negativa
de 199.052 pavos, que es una manera como cualquier otra de salir del despacho
de un ministro de hacienda. ¿Privilegio decías? Con amigos así, ¿quién necesita
enemigos? O privilegios.
El asunto, que
conozco parcialmente de ir leyendo algo de aquí y de allá viene a ser algo así
como el tan cacareado asunto Monedero. El dinero ingresado por conferencias del
político, derechos de autor, etc. en
unos determinados años (2009 y 2010, si mi información es correcta) se
contabilizaron como Impuesto de Sociedades, que tributa a un 25%, en vez de
hacerlo como Impuesto de la Renta sobre las Personas Físicas (IRPF), que lo
haría en una cantidad próxima al 50% en las cifras de ingresos que se trataba.
Aznar se queja
amargamente por aparecer ante la opinión pública como un defraudador cuando,
según él, se trata sólo de una “discrepancia contributiva” ya que el expediente
se cerró “en conformidad” aduciendo –como hacen todos los políticos y
personajes públicos de este país- que se trata de una maniobra de difamación
gratuita contra su persona: ¿habían oído esto antes?
Hacienda no lo
ve así: lo consideró infracción tributaria grave y aquí es adónde quiero
llegar: normalmente esta infracción se sanciona con entre el 50 y el 100% de la
cuota defraudada. Al cerrarse el expediente “en conformidad” la sanción se
queda en el 26% que es “el mínimo”.
No soy nada
bueno en números, de modo que posiblemente esté equivocado o me haya perdido en
algún entresijo del asunto, pero si la cantidad aportada en la declaración complementaria
es de 199.052€ y esto supone el 26% de la cantidad defraudada, esta debía de
ascender a 765.586€ con algunos céntimos, el 50% de unos ingresos de
1.531.170€. ¿De verdad eran esos los ingresos de la sociedad con el arrebatador
nombre de Famaztella (Sociedad Aznar Botella, lo crean o no) Porque imagino que
las nóminas de ella como concejala y él de lo que sea en FAES no tendrían la
desfachatez de meterlas ahí. ¿Cómo se puede ingresar esa cantidad con
conferencias y cosas así? Y lo que es más notable: ¿Quién paga ese dineral por
escuchar a un tipo como Aznar? ¡Hay, dios mío!
Cada día me
cae mejor Montoro.
Román Rubio
Abril 2016
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