martes, 28 de junio de 2016

JOSÉ LÓPEZ

JOSÉ LÓPEZ















En  Nacional III,  García Berlanga, el genio español de la comedia, en compañía  de otro genio en el guión –Rafael Azcona- narra una situación delirante en la que un López Vázquez viciosillo y medio subnormal (que me perdonen los lectores si ven falta de respeto hacia los “dotados de manera diferente”), hijo del no menos vicioso e histriónico Marqués de Leguineche (Luis Escobar) saca (o intenta, que no recuerdo bien) de España los milloncetes de pesetas que suponían los ahorros de la familia buscando puertos más seguros ante la posible llegada de los socialistas. Para ello se hace enyesar un brazo y se mete los fajos de billetes dentro de la escayola. Para camuflarse y no llamar la atención de los aduaneros se suma a un grupo de peregrinos lisiados y/o fanáticos que van a Lourdes con sus curas y sus monjitas en busca de uno u otro milagro. Otra divertida astracanada de los genios de la comedia española a los que imaginamos en la mesa de un bar elucubrando bufonadas entre whisky y whisky. Otra hipérbole de la “casta” patriótica que ama tanto a su país que prefieren sacar el dinero fuera.

Después, como ocurre a menudo, la realidad nos ha acercado a la ficción y hemos visto a patriotas traer (o llevar) fajos de billetes en bolsas de basura de Andorra, lugar en el que también se celebraban pyjama parties de constructores y alcaldesas, tesoreros y banqueros que llevan y traen… Creíamos haberlo visto todo. ¡Qué va! No contábamos con Argentina. Ellos nos superan en todo. Vean si no.

El tipo que ven en la foto, a pesar de llevar casco de acero y chaleco antibalas no va a ninguna guerra. Está detenido y va esposado. El hecho de que los detenidos en Argentina vayan con chaleco antibalas y casco es algo que tendrán que explicar ellos. Se llama José López y ha sido secretario de Obra Pública durante doce años en los gobiernos de Néstor y Cristina Krichner. Hace unos pocos días, en medio de la noche, un vecino de una zona de las afueras de Buenos Aires vio a un coche de alta gama parado junto a la tapia de un monasterio ocupado (muy poco ocupado, dado el escaso número de integrantes) por las Monjas Misioneras orantes y penitentes de Nuestra Señora del Rosario. Al parecer, el tipo que se apeó del coche estaba tirando bolsas por encima de la tapia del monasterio. Extrañado el vecino llamó a la policía que se encontró con la sorpresa de que el hombre era la mano derecha del exmimistro de Planificación Julio De Vido y que las bolsas estaban llenas de dinero: dólares, euros y alguna otra divisa extranjera además de joyas. En una de las bolsas se encontró un fusil Sig Saguer calibre 22. La primera reacción del individuo fue –como no- la de intentar sobornar a los policías ofreciéndoles parte del dinero, cosa que no consiguió, para a continuación culparles de robo de lo que el político declaró que era una “donación” para lo orden de las monjitas; al fin y el cabo se trataba sólo de una menudencia de nueve millones de dólares, dólar arriba, dólar abajo: justo lo que las monjitas necesitaban para repasar el tejado y alguna que otra mejora. El jefe de los policías, con sorna, le contestó que ya se lo imaginaba y que por esa razón habían venido ellos: para ayudarle a contar el dinero, tarea que llevó hasta las tres de la madrugada.
La historia, aunque argentina, tiene todos los elementos de la comedia española: hay un pícaro, político y falso patriota, es muy, pero que muy chapucero, hay nocturnidad, busca el amparo y la protección de la iglesia con su pátina de impunidad y tras intentar el soborno -ya que la extorsión no es posible-  piensa en unas excusas muy malas y de entre ellas, elije la peor. ¡Ché, tú. Un genio!

Román Rubio
Junio 2016 

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