ASTURIAS,
PATRIA QUERIDA
Lo dicho. No
hay nada como andar por el campo para desintoxicar la mente y el espíritu. Yo
lo acabo de hacer: vengo de andar ocho días por el campo asturiano -de San
Vicente de la Barquera (Cantabria) hasta Oviedo-. Durante los largos días de
caminata, yo que no soy amigo de auriculares, pasaba deliciosas horas
escuchando el mugido de las vacas y el arrullo del Cantábrico, desvinculado del
tedioso trajín informativo de cosas que concernían a Rajoy, Sánchez, Rivera,
Iglesias… en fin, la tropa. Ocasionalmente, eso sí, en algún bar, mientras
esperaba que me sirvieran la botella de sidra, cogía el periódico del
establecimiento -que solía ser La Nueva España- y allí comenzaba mi gozo, pues
tenía la impresión de mantenerme igual de al margen –sino más- de la vorágine
informativa. Recuerdo un día en que la portada del periódico era un tipo
escanciando sidra. No recuerdo el titular que acompañaba a la ilustración pero
lo podemos imaginar. Otro día la imagen de primera página era la de un obispo (¿de
Oviedo?) dando la comunión a alguien. En fin, así todo. Hojeabas el periódico y
si tomabas la precaución de pasar rápido las páginas centrales que se referían
a escuetos asuntos de Nacional, Internacional y Opinión, tenías la sensación de
mantenerte deliciosamente desinformado.
A veces, si tardaba el camarero con la comanda
de fabada y arroz con leche y te veías en la obligación de leer algo descubrías
sugerentes noticias y reportajes, asuntos apasionantes sin los que ni te
explicas como podías haber podido vivir sin conocer. Por ejemplo: La doctora en
musicología y profesora de la Universidad de Oviedo Miriam Perandones ha sido
nombrada directora de la cátedra Leonard Cohen de esa misma Universidad,
sustituyendo en el cargo a otro eminente doctor. ¿Que qué pinta una cátedra de
esas características en la Universidad de Oviedo o en cualquier otra? Eso es
algo que habría que preguntar a su nueva flamante directora, Profesora de
Historia de la Música y Profesora Superior de piano. A ver, a mí me gusta
Leonard Cohen. Siempre me he sentido atraído por su atractiva voz y ese tono
melancólico y desamparado que transmite con sus canciones, pero tanto como para
crear una cátedra en Oviedo… Entendería que de manera espontánea naciera un
club de fans del canadiense en Vetusta, en Albacete o Villarreal, como
entendería que lo hubiera de los Beatles, El Fari o de Francisco (otro tema
recurrente en el periódico esas fechas) pero, ¿una cátedra?, ¿de verdad que no
les parece exagerar? La eminente doctora aduce en el mismo reportaje que
“acercar el músico a los jóvenes es uno de los retos más importantes”. ¡Vaya, esa
sí que es una razón convincente: acercar el artista a los jóvenes! El asunto es
averiguar si los jóvenes quieren acercarse a Cohen. ¿Demandan los jóvenes el
tan deseable acercamiento? Y si es así (cosa de la que me alegraría), ¿no
acudirían a You Tube como cualquier persona que quiere acercarse a un
intérprete sin necesidad de “una cátedra”? La directora añade que es un
privilegio (de eso no hay duda) “estudiar cómo las letras del autor se han “imbricado”
en la sociedad”. Perdón; ¿se han qué?, ¿imbricado?, ¿y qué quiere decir “se han
imbricado”? Según el diccionario de la RAE imbricar es “disponer una serie de
cosas iguales de manera que queden superpuestas parcialmente, como las escamas
de los peces”. En sentido figurado entiendo que se refriere al hecho de que la
vida y la letra de las canciones interactúan una con las otras. Pues claro,
eminente doctora, pues claro: las letras de las canciones de Leonard Cohen como
las de Los Chichos y las de cualquier
otro artista están “imbricadas” en y con la vida. Es lo que tienen las canciones,
que se refieren a los amores, desamores, anhelos y avatares de los comunes (y
de los lores, si me aprietan). ¿O es que conoce la ilustre académica o cualquier
otro eminente ovetense canciones “no imbricadas” con/en la existencia? Normalmente
las canciones no hablan de minerales ni fórmulas matemáticas, y aunque así lo
hicieran seguirían estando “imbricadas” con algo tan genérico. ¿Qué tipo de relación con “la vida” tienen
sino las celebradas letras de Los Chichos: “Me sabe a humo, me sabe a humo, los
cigarrillos que yo me fumo” o la famosa: “Que pena me da, el día que m’echen el guante y no tenga libertá? No me digan que no hay imbricación con la
vida en estas canciones. Y siendo así, ¿podrán tener un día los entrañables
Chichos o las inconmensurables Azúcar Moreno una cátedra universitaria en
Oviedo o en cualquier otro lugar para el estudio de sus significativos mensajes
imbricados o no con el devenir de la
existencia? Pregunto.
Román Rubio
Julio 2016
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