CARTA
A LOS (AD)EFESIOS
Hermanos
de Efeso que estáis recién jubilados, que habéis iniciado los trámites para
estarlo o seréis llamados a ello en un
plazo medio o corto de vuestras atribuladas existencias:
Se
ha corrido la voz por aquí por Roma de que muchos de vosotros que ejercéis la
carrera de la Enseñanza, en sus distintos niveles de Primaria y Secundaria,
sois llamados a engrosar voluntariamente el nutrido grupo de jubilados a los 60
(de manera absurda e insostenible para las arcas de la ciudad), si cumplís un
determinado número de años en la profesión y sin tener siquiera en consideración la aplicación y diligencia con que habéis
acometido vuestras funciones docentes. Ha llegado a mis oídos que muchos de
vosotros renunciáis a ejercer el derecho o que tenéis dudas al respecto, quizás
por aquello que el psicólogo alemán Erich Fromm formuló en los años 40 y que
llamó “miedo a la libertad”, que en vuestro caso se interpretaría como miedo a
las horas vacías y a la desconexión con el entorno.
Os
diré hermanos, que a mí me asaltaron también las mismas incertidumbres en los
momentos anteriores a tomar tan estratégica decisión. Por ello, recluido en la
soledad de mi estudio, una tarde de invierno, no ha mucho tiempo, solicité la
concurrencia del Espíritu Santo para que me iluminara en tan delicado trance.
El esquivo Espíritu no materializó su presencia en la sala. Me dictó, eso sí, al
oído, un pequeño test que en definitiva habría de ser muy disuasorio y
convincente. Estas eran algunas de las preguntas:
1.- Es domingo por la tarde. Estás
tranquilamente en el sofá de tu casa viendo esa película que se te pasó en el
estreno y que siempre has querido ver.
Ante la cercanía del lunes, ¿qué sientes?
a) Me gustaría que mañana
fuera sábado de nuevo
b) Indiferente. Por una
parte tengo ganas de que llegue el lunes por la mañana y por otra parte no.
c) Estoy impaciente
porque sea lunes de nuevo. Todos los días deberían serlo.
2.- Es 31 de junio y no tienes cargo directivo
ni curso de reciclaje ni actividad académica en perspectiva para los dos
próximos meses. ¿Cuál es tu sentimiento?
a) Siento una agradable
sensación de euforia ante la enorme cantidad de tiempo libre por delante.
b) Por una parte me
apetece descansar, pero no sé si podré soportar el hecho de no ver a mis
queridos alumnos y gozar de las entretenidas reuniones con mis compañeros
durante dos meses.
c) Siento vértigo al non
fare niente. Me gustaría que fuera septiembre de nuevo.
3.-
Suena el timbre que me convoca a la tercera clase de la mañana. Ante la
perspectiva de darla y saber que aún me queda una guardia, otra clase más y una
hora de atención de padres, siento que…
a) La vida es bella
b) la vida podría ser
mejor
c) Se me ocurren muchas
maneras de mejorar el día.
Había
más ítems en la prueba pero no los transcribiré por no alargar demasiado el
texto. Creo que habéis captado el sentido. Por si los argumentos para tomar la
decisión fueran incompletos, me formulé a mí mismo la siguiente reflexión:
“Llevo en el teaching
business –manera
como, irónicamente, me refería a mi profesión de profesor de inglés- 36 años. “A una media de 4 clases diarias
durante 150 días lectivos al año, tirando por lo bajo (aquí he descontado
generosamente días de huelga de alumnos, eclipses de sol, nevadas a la orilla
del Mediterráneo y otros imponderables) me sale la friolera de 21.600 horas de
clase. 21.600 toques de timbre a los que de manera obediente he cogido mis
libros, ordenador… y me he metido en un aula” – continué con el
razonamiento: “Con ese número de horas a
en mi haber creo haber tenido ocasiones suficientes para decir todo lo que
buenamente se puede decir en un aula sin necesidad de pedir una prórroga para
ver de remontar el partido. La suerte está echada”.
Al acabar mi meditación, asistida por el
Espíritu que nunca nos abandona al ser invocado, mi decisión había sido tomada.
Te invito, hermano, a hacer lo mismo y a ser sincero contigo mismo.
Desde Roma, con todo mi afecto:
Saulo de Tarso
Román Rubio
Julio 2016
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