miércoles, 20 de julio de 2016

EL MITO DE LA CAVERNA

EL MITO DE LA CAVERNA


















Una de las pocas cosas que me quedó de mis estudios de filosofía en el Bachillerato es la alegoría (que no mito) de la caverna, metáfora de la epistemología de Platón que, junto a la del río de Heráclito y la carrera imposible de Aquiles y la tortuga, aligeraban  las clases de farragosos conceptos que mis adolescentes rurales compañeros y yo copiábamos  en apuntes sin llegar a entender, a veces, ni una sola palabra. En la caverna, unos prisioneros, desconocedores del mundo real sólo veían unas sombras proyectadas en la pared gracias a la luz de una hoguera que había a su espalda, tras un bajo muro. Para ellos, esa era la (única) realidad  puesto que no conocían otra cosa. Las sombras constituían el mundo real. Si un prisionero lograba liberarse (de manera notoria, un filósofo –llevando así el ascua a su sardina-), éste, tras subir a la superficie podía, por fin ver el mundo real, iluminado por la luz del sol y apercibirse de qué va todo esto. De este modo, Platón diferenciaba entre el conocimiento sensible (de los sentidos) que experimenta el prisionero y el mundo inteligible (por medio de la razón) que experimentaba el filósofo -es decir, él y los discípulos que formaban parte de la Academia; (¿pagaban mensualidad los discípulos?)- Obviamente, sólo quienes habían visto la luz del sol y habían logrado desprenderse de las cadenas (los filósofos), como conocedores de La Verdad, estaban habilitados para el gobierno de la ciudad.

En esto estaba yo pensando hace un par de días mientras veía el telediario. No sé ustedes, pero yo, tras dos elecciones generales con sus correspondientes campañas y los subsiguientes pactos, no pactos, proyectos de pacto, desplantes, cábalas de números de diputados, frentes populares y continuistas, citas del rey, entrevistas, reuniones de líderes, convocatorias públicas y por twitter a reunión, rechazos, extrañas alianzas, dimes, diretes, tuits, eslóganes, votaciones constitutivas de Cortes, de Mesas, números y más números, experimento un cansancio próximo al tedio, de modo que cuando oigo a un político en la radio cambio de emisora y si es en la televisión de canal, aunque sea para escuchar a Santiago Segura hablar de personas y programas vetustos que no me interesaron ni en su lejano día de emisión.

Probablemente, a muchos de ustedes les ocurre lo mismo. Pues bien, eso les pasa porque, como yo, forman parte del grupo de desgraciados prisioneros de la caverna, de los que sólo conocen las sombras en la pared, de quienes no han visto la luz. Vean si no el ademán de los políticos –líderes y no-. Están eufóricos. Tienen una expresión radiante. La nueva Presidenta del Congreso, normalmente de cara anodina, mediocre, apagada y feucha luce radiante, como iluminada por la verdad (la del exterior de la caverna), animada por las endorfinas y la testosterona (sí, sí, testosterona) que el puesto le confiere. En los escaños, Rafael Hernando, del PP, dialoga con la cúpula de Podemos en el estado de alta concentración de quién está tratando algo grande para la Historia de España. El otro Hernando, el del PSOE, el que delega en sus gafas azules su personalidad, de natural sin chicha ni limoná, da unas conferencias de prensa cargado de convicción  y energía. Rivera, árbitro (o linier, al menos) del partido es requerido por el –todavía y para vergüenza de los españoles- Ministro del Interior para ser interpelado  sobre el posible rechazo de una inverosímil candidatura que le habría llevado a tocar la gloria… En fin, la vida real, la de afuera de la caverna y no la de las sombras en las que usted y yo vivimos.

Pues sí: todos ellos instalados en la euforia, como señalados por la mano de dios. Todos menos una: la alcaldesa de Valencia Rita Barberá (aún me resisto a desposeerla del título que ostentó durante 24 años). En la constitución del nuevo senado se la ha visto apagada, renqueante, como forzada a ir y se le ha oído decir que sólo tiene ganas de que termine el acto y venir a Valencia para meterse en la cama. En un momento en que los políticos ni quieren ni pueden pensar en dormir debido a la descarga de adrenalina, Rita quiere volver a casa y meterse en la cama. ¿Será que quiere volver a la caverna de nuevo?, ¿ella que ha visto tanta luz? Pues aquí le guardamos el sitio. La argolla al lado de la mía está libre. La ocupaba alguien de Compromís que, afortunadamente para ella, fue llamada a la luz del exterior en las últimas elecciones autonómicas.

Román Rubio
Julio 2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario