QUÉ HAY DE LO
MÍO
Que Europa es
el mejor lugar del mundo para vivir es algo que nadie duda. Bueno, están los
Estados Unidos que aún son algo más ricos que muchas regiones europeas, pero
tienen síntomas de ser una sociedad menos avanzada. Para empezar, tienen una
población reclusa muchísimo mayor que la de este lado del Atlántico con mayores índices de delincuencia, el acceso libre a las armas provoca un
gran número de muertes violentas y un porcentaje notable de su población queda
fuera de la cobertura sanitaria y del régimen de pensiones: no hay más que ver
el número de indigentes en las ciudades como Nueva York o San Francisco para
darse cuenta de la magnitud de las cloacas del paraíso. Australia es desértica
en gran parte y está llena de animales que te pueden matar de un mordisco, un roce o un
pinchazo. También está Japón, pero tienen unos hábitos tan raros (aunque
civilizados, a decir verdad), una vida tan incómoda, con sus minúsculos
habitáculos y largos desplazamientos, una devoción enfermiza por sus empresas y
el trabajo que les produce desafección por el tiempo libre, una afición
obsesiva y pueril por el karaoke, una manera de apretujarse en el metro
empujado por los empleados que hacen de Europa la Arcadia soñada de pastores y
pastorcillas tocando el caramillo en porretas. Aquí hay desarrollo, hay cultura, hay
paisaje y el tejido social y las instituciones más democráticas e
igualitarias. Un chollo.
Muchos, sin
embargo, no lo ven así. Los británicos, medio en broma medio en serio, han
votado salirse del club. Allá ellos. Pobre Europa. Tan deseada por quienes
están fuera como denostada por quienes están dentro, que parecen estar
continuamente demandándole ¿qué hay de lo mío?
El 20 de
Febrero de 2005 (sin que Franco ni José Antonio tuvieran nada que ver) los
españoles votamos que sí a la Constitución Europea con un 77% de votos a favor
y una participación de sólo el 44%. Sirvió de poco puesto que unas pocas semanas
después los franceses y los holandeses rechazaron el proyecto en referéndum y
el proyecto de Constitución se fue al garete.
Pero volvamos
a España: fuimos llamados a las urnas en la primera legislatura de Zapatero y
de manera más o menos desmotivada acudimos a votar un Tratado Constitucional
que, por supuesto, nadie se había leído, entre otras cosas por su enorme
complejidad ya que se trataba de una compilación del Tratado de París y el
Tratado de Roma más los Tratados y Actas de Bruselas, Acta Única Europea,
Maastrich, Amsterdam, Niza y Tratados de Adhesión de países. ¡Toma ya: a ver
quién es el valiente que lidia con eso! Creo que hubo catedráticos de Derecho
Constitucional que no fueron capaces de leerse el material, invadidos por el
tedio.
La cuestión es
que el PSOE y el PP hicieron campaña por el sí. Bueno, el PP regular: hubo
partes de su electorado que nunca vieron claro que su España cediera parcelas de
soberanía a un ente supranacional. También votaron por el sí CiU y Coalición
Canaria. ¿Y los demás? ¿Qué hicieron los demás “patriotas” de la patria
europea? La derecha, liderada por la Cope de Jiménez Losantos y P.J. Ramírez
defendía el “no” rotundo por el asunto de la soberanía española, al igual que
la Comunión Tradicionalista. La Iglesia –bueno, la Conferencia Episcopal,
encabezada entonces por el ínclito Rouco Varela- se oponía al Tratado
Constitucional porque éste no aludía explícitamente al fundamento cristiano de
la cultura y la legislación europea (¿teocracia?); los catalanes de ERC pedían
el “no” porque en el complejo articulado no había mención alguna que facilitara
su independencia de España (obsesión nacionalista), al igual que el BNG (los
gallegos), la Chunta Aragonesista y Eusko Alkartasuna. Pero, ¿y la izquierda nacional?
-se preguntarán ustedes-. Pues bien: IU (Izquierda Unida) apoyaba el “no”
aduciendo que el Tratado Constitucional (que se había logrado pactar por los
pelos en el variopinto Parlamento Europeo) favorecía “la Europa de los
Mercaderes en detrimento de la de los Pueblos” ¿? ¿Ustedes lo entienden? Yo
tampoco. Nunca supe a qué se referían. Ellos, probablemente, tampoco.
¿Europa, dice?
¿Qué hay de lo mío?
Román Rubio
Julio 2016
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