martes, 19 de julio de 2016

QUÉ HAY DE LO MÍO

QUÉ HAY DE LO MÍO
















Que Europa es el mejor lugar del mundo para vivir es algo que nadie duda. Bueno, están los Estados Unidos que aún son algo más ricos que muchas regiones europeas, pero tienen síntomas de ser una sociedad menos avanzada. Para empezar, tienen una población reclusa muchísimo mayor que la de este lado del Atlántico con mayores índices de delincuencia, el acceso libre a las armas provoca un gran número de muertes violentas y un porcentaje notable de su población queda fuera de la cobertura sanitaria y del régimen de pensiones: no hay más que ver el número de indigentes en las ciudades como Nueva York o San Francisco para darse cuenta de la magnitud de las cloacas del paraíso. Australia es desértica en gran parte y está llena de animales que te pueden matar de un mordisco, un roce o un pinchazo. También está Japón, pero tienen unos hábitos tan raros (aunque civilizados, a decir verdad), una vida tan incómoda, con sus minúsculos habitáculos y largos desplazamientos, una devoción enfermiza por sus empresas y el trabajo que les produce desafección por el tiempo libre, una afición obsesiva y pueril por el karaoke, una manera de apretujarse en el metro empujado por los empleados que hacen de Europa la Arcadia soñada de pastores y pastorcillas tocando el caramillo en porretas. Aquí hay desarrollo, hay cultura, hay paisaje y el tejido social y las instituciones más democráticas e igualitarias. Un chollo.

Muchos, sin embargo, no lo ven así. Los británicos, medio en broma medio en serio, han votado salirse del club. Allá ellos. Pobre Europa. Tan deseada por quienes están fuera como denostada por quienes están dentro, que parecen estar continuamente demandándole ¿qué hay de lo mío?

El 20 de Febrero de 2005 (sin que Franco ni José Antonio tuvieran nada que ver) los españoles votamos que sí a la Constitución Europea con un 77% de votos a favor y una participación de sólo el 44%. Sirvió de poco puesto que unas pocas semanas después los franceses y los holandeses rechazaron el proyecto en referéndum y el proyecto de Constitución se fue al garete.

Pero volvamos a España: fuimos llamados a las urnas en la primera legislatura de Zapatero y de manera más o menos desmotivada acudimos a votar un Tratado Constitucional que, por supuesto, nadie se había leído, entre otras cosas por su enorme complejidad ya que se trataba de una compilación del Tratado de París y el Tratado de Roma más los Tratados y Actas de Bruselas, Acta Única Europea, Maastrich, Amsterdam, Niza y Tratados de Adhesión de países. ¡Toma ya: a ver quién es el valiente que lidia con eso! Creo que hubo catedráticos de Derecho Constitucional que no fueron capaces de leerse el material, invadidos por el tedio.

La cuestión es que el PSOE y el PP hicieron campaña por el sí. Bueno, el PP regular: hubo partes de su electorado que nunca vieron claro que su España cediera parcelas de soberanía a un ente supranacional. También votaron por el sí CiU y Coalición Canaria. ¿Y los demás? ¿Qué hicieron los demás “patriotas” de la patria europea? La derecha, liderada por la Cope de Jiménez Losantos y P.J. Ramírez defendía el “no” rotundo por el asunto de la soberanía española, al igual que la Comunión Tradicionalista. La Iglesia –bueno, la Conferencia Episcopal, encabezada entonces por el ínclito Rouco Varela- se oponía al Tratado Constitucional porque éste no aludía explícitamente al fundamento cristiano de la cultura y la legislación europea (¿teocracia?); los catalanes de ERC pedían el “no” porque en el complejo articulado no había mención alguna que facilitara su independencia de España (obsesión nacionalista), al igual que el BNG (los gallegos), la Chunta Aragonesista y Eusko Alkartasuna. Pero, ¿y la izquierda nacional? -se preguntarán ustedes-. Pues bien: IU (Izquierda Unida) apoyaba el “no” aduciendo que el Tratado Constitucional (que se había logrado pactar por los pelos en el variopinto Parlamento Europeo) favorecía “la Europa de los Mercaderes en detrimento de la de los Pueblos” ¿? ¿Ustedes lo entienden? Yo tampoco. Nunca supe a qué se referían. Ellos, probablemente, tampoco.
¿Europa, dice? ¿Qué hay de lo mío?

Román Rubio
Julio 2016

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