CARTA
A LOS (AD)EFESIOS II
Hermanos
de Efeso que dada vuestra provecta edad y/o gracias a la extrema generosidad de
la sociedad del bienestar que os acoge os encontráis en el ejercicio de la
gozosa jubilación:
PARTE
DOCTRINAL
Ha
llegado a mis oídos, aquí en Roma, algunas de las prácticas que lleváis a cabo
y que no son acordes con las reglas del sentido común y del bien vivir,
produciendo un menoscabo en la calidad de vuestras propias vidas así como de
las de quienes os rodean.
Se
dice que muchos de vosotros sois capaces de levantaros, y muchos lo hacéis, con
las primeras luces del alba, incluso antes, con el único propósito de bajar a
esa playa levantina a plantar la sombrilla en primera línea para subir después
al apartamento del que disfrutáis en propiedad o alquiler y que tiene una
figurita con un burro de madera con su albarda y todo que pone: Recuerdo de Almuñécar, a haceros tan
ricamente el desayuno para después aburriros en vuestras sillas durante larguísimas horas junto al mar en las
que dormitáis con la gorra ladeada y la baba cayendo al pecho. Debéis saber que
el hecho de querer acaparar primera línea todos los días de vuestro veraneo es
insolidario puesto que impide que otros lo hagan (y disfruten de la brisa),
además de ayudar a proyectar una imagen de un país lleno de gente mayor,
mayormente de secano, madrugadora en extremo y amiga de moda y parafernalia de
hipermercado.
¿De
verdad pensáis que el hecho de estar en primera línea “todos” los días de
vuestro veraneo os va a hacer más felices? ¿Qué tal la segunda o la tercera
algún día para variar? ¿Creéis que a tres metros detrás del lugar en el que a
diario os colocáis no llega la brisa?
Hermanos,
hay algo perverso en el alma del jubilado que hace que quienes en su vida
laboral fueron personas “normales” se conviertan en seres maniáticos y
madrugadores en su ociosa senectud y les impele a salir de la tibieza de las sábanas, aún en
invierno, a la caza de la ganga o para tratar de acaparar las más
insignificantes prebendas. Ocurrió no hace en mucho en un lugar de vuestra
Comunidad llamado Málaga y se difundió en las noticias aquí en la metrópoli, lo
que me dio que pensar y me decidió a escribiros esta misiva.
“Un hombre de 80
años (considerémosle un jubilado, aunque el
reportaje no lo especificaba) conduce 8
kilómetros en contra-dirección en la autopista A7, en Málaga”.
Afortunadamente no hubo que lamentar accidente alguno. Al ser interrogado no se
apreció que hubiera ninguna intención de hacer daño ni a sí mismo ni a los
demás. Fue un error. Era de noche y el hombre se confundió y entró en la
autopista por dónde no debía. Pero, ¿por qué razón?, ¿cuál creéis que era el
motivo de su viaje? No creáis que salió de noche al auxilio de algún familiar o
amigo en dificultades, no. Tenía cita por la mañana del día siguiente para
pasar la ITV del coche y, como quería pasarla el primero, decidió salir la
noche de antes y pasar las horas en el auto, a la puerta de la instalación,
para así, tener la garantía de ser el primero de la mañana. ¡Pero, Hermanos!:
¿qué os pasa a muchos de vosotros que sois capaces de poner en riesgo vuestras
vidas y las de vuestros semejantes por el simple hecho de llegar en primer
lugar a la ITV, a la cola del IMSERSO o a la oficina del Ayuntamiento donde se
expenden los carnets anuales del autobús urbano? ¿Qué hay de malo en ser,
digamos, décimo-octavo de un día en el que tampoco hay tanto que hacer? ¿Queréis
acaso ganar medallas en unas virtuales Olimpiadas de Jubilados Diligentes, cual
competitivos cazadores de Pokemon? ¿No os dais cuenta de que no tiene mucho
sentido tanto madrugar para ser los primeros en algo y pasar dormitando el
resto del tiempo?
PARTE
EXHORTATIVA
Por
esto os exhorto, Hermanos, con la sabiduría que me confirió la luz del Espíritu
que se me hizo manifiesta en el camino de Damasco y la visión clarividente del
que habita la forzada reclusión aquí en la metrópoli, a que
permanezcáis más tiempo entre las tibias sábanas, vayáis a los sitios a horas normales
dándole a los que no son maniáticos como vosotros la oportunidad de conseguir
algo de lo que acaparáis y, sobre todo, Hermanos, tratad de hacer algo con
vuestros días que sea útil para vuestras personas y para quiénes os rodean,
aunque, ahora que lo pienso, ponerle a la parienta su sillita de Carrefour en
primera línea, expuesta a la brisa del Mediterráneo, tiene su mérito. ¡A ver si
a fin de cuentas no vais tan desencaminados!
Saulo
de Tarso
Román
Rubio
Agosto
2016
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