SAURON
Nunca he sido
aficionado a la literatura fantástica. Quizás por ese motivo no sabía quién era
Sauron. Me he ido al Internet y allí me he enterado de que es un formidable personaje de la saga de El Señor de los Anillos de Tolkien también llamado (o conocido
como) “El Horripilante” o “El
Aborrecido” por sus enemigos, “El Admirable” por sus amigos y “Señor Oscuro de
Mordor”, “Señor de los Anillos”, “El Gran Maestro de la Mentira”, “Sauron el
Grande”, “Aquel a quien no nombramos”, “Señor de la Tierra Tenebrosa”, “La Mano
Negra”, “El Señor Oscuro”, “Señor de los Licántropos”, “El Cruel”, “El Poder
Oscuro”, “Señor de Barad-dûr”, “Hacedor de Anillos”, “El Nigromante”, “El Ojo
Rojo”, “El Ojo de Fuego”, “El Ojo Sin Párpados” o “El Gran Ojo” (por su mirada,
que abarcaba todo su maligno dominio y muchos otros nombres más por el resto de
los mortales. ¡Hay que ver la imaginación del autor! Parece ser que la relación
constituye sólo una parte de los incontables nombres con que se conocía al temible
ser allá por las tierras de Mordor,
la Tierra Media o dónde quiera que vivan esos extravagantes seres. O eso, al
menos, es lo que dice la Red del coloso.
El asunto de mi interés por Sauron no es
pues la ficción fantástica sino la realidad palpable y cercana. En un pueblo de
la provincia de Valencia algún desalmado ha envenenado y decapitado tras su
muerte a un hermoso bisonte europeo de 800 kilos, jefe y macho alfa de la
manada, que se encontraba en una pequeña reserva del pueblo de Benagéber en
periodo de aclimatación al terreno. El bisonte europeo es una raza casi extinta
de animal herbívoro que se preserva gracias a las reservas. El último bisonte
libre murió en Polonia en 1919. Y bien, ¿alguien me puede decir que perverso
placer puede haber en envenenar y decapitar a un coloso herbívoro de 800 kilos?
El que haya alguien capaz de tan cobarde bellaquería, como la de pegar fuego a
un precioso monte, nos enfrenta a un hecho que tratamos de ocultar: que la
maldad existe. El terrorismo y la guerra lo disfrazamos con “ideales” tales
como La Independencia, La Salvación de la Patria, La Revolución… pero la quema
de un monte o el abatimiento de un coloso herbívoro no hay manera de ocultarlos
tras la valla de ningún noble (o estúpido) ideal.
Hace un año que el dentista de
Minneapolis Walter Palmer mató al imponente y famoso león Cecil en un Parque de
Zimbabue tras haber abonado la cantidad de $40.000. El americano hirió al león
con arco y flechas y persiguió al coloso de la sabana durante 40 horas para
rematarlo de uno o varios disparos. Mientras cazaba al carismático león, el
profesional de refulgente dentadura intentó contratar con los guías el
abatimiento de un elefante. Con una única condición: que fuera “muy” grande.
¿Ven como hay algo perverso en la mente de muchos? Yo pago, tú me llevas a la
presa, nos escondemos, disparo, la mato y me saco una foto (o me llevo la
cabeza). He aquí el noble ejercicio amado por nuestro Rey en excedencia, Blesa,
el dentista Palmer y otros valientes.
Hay otro coloso, otro Sauron suelto por
ahí que comparte con este algunas de sus denominaciones: Rita Barberá, la
exalcaldesa de España. Para unos “La Aborrecida”, “La Horripilante”, para otros
“La Admirable” es también conocida como “Dama Oscura del Cabanyal y el Canyamelar”, “Señora
de los Bolsos y la Permanente”, “Maestra del Esperpento”, “Señora de la Tierra
Corrupta”, “Gran Dama del Caloret”, “Hacedora de Entuertos y Componendas”,
“Madrina de Próceres Deleznables”, “Muñidora de la Bolsa de los Pobres en
beneficio de Pudientes”, “Urdidora de Mayorías Absolutas”, “Hacedora de Arriba
España”, “Musa y Guía de Mercados y Comisiones Falleras”, “Azote del Cutrerío que viene” y
“Dama de la Ginebra y otras Bebidas Espiritosas” entre otros nombres.
En la actualidad la cacería está abierta
y la formidable presa busca refugio en el Senado. Habiéndole sido vetado el
sombrajo natural en el que pace su manada ha tenido que recular su posición a
otra guarida en compañía de lobos pirenaicos, coyotes de Wyoming, osos
hormigueros del Teide y otras alimañas hostiles al gigante recién llegado que
no se siente querido ni entre los suyos ni entre sus nuevos compañeros. De
manera sorprendente, tratándose de absurdos humanos cuánto más acorralada está
la presa mejor es la paga. ¡Qué amargo
puede ser a veces el dinero! El dentista americano pagó 50.000 por cobrarse una
presa que le hizo perder la clientela y el nuevo Sauron del Senado ve
acrecentar sus ingresos a medida que mengua la altura de la valla de protección contra los
cazadores.
Román Rubio
Septiembre 2016
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