domingo, 2 de octubre de 2016

AL ALBA, AL ALBA

AL ALBA, AL ALBA












La penúltima del execrable Trump ha sido un intercambio de golpes vía Twitter sobre Alicia Machado, venezolana, ex Miss Universo, que obtuvo hace poco la nacionalidad estadounidense y ha mostrado su apoyo a la candidata demócrata. El magnate tuiteó: “¿Ayudó la corrupta Clinton a la asquerosa Alicia M. (comprueben una cinta sexual de su pasado) a convertirse en una ciudadana estadounidense para poder usarla en el debate?” ¿Y qué hay de particular -dirán ustedes- en otro acto difamatorio de un mentecato que hace de Jesús Gil (q.e.p.d.)  un sesudo intelectual? Lo que me resultó llamativo fue que el tuit fue  emitido a las 5.30 de la mañana, hora local, la hora del buen dormir para los que somos limpios de corazón y sanos de testa. Sorprendida también por lo intempestivo del momento, Hillary le contestó (supongo que ya amanecido): “¿Qué tipo de hombre se queda levantado toda la noche para difamar a una mujer con mentiras y teorías conspirativas?”.
Pero no sólo el hombre del escultórico flequillo vela las armas a horas tan tempranas. Según he leído por aquí y por allá hay una tendencia entre muchos líderes de la vida pública y corporativa estadounidense a  iniciar la jornada mucho antes de salir el sol, influenciados o no por el exitoso libro “The Miracle Morning” (El milagro de la mañana, en español) de Hal Elrod. Veamos algunos ejemplos:

Ivanka Trump, la hija de Donald dice levantarse a las 5.30 (curiosamente a la misma hora que su padre dedica a tuitear; Uy, uy, uy…) para así hacer una hora y media de meditación, lectura y algo de deporte. ¿Qué hace el resto del día? Ni idea. Ana Wintour, de 63 años, editora jefe de Vogue se levanta aún algo más temprano: a las 5.00 y, tras hacer algo de deporte –tenis, confiesa- (cómo encuentra partenair a esas horas no deja de ser un misterio) pasa una larga sesión con su estilista personal para estar sentada en su oficina a las 8:00. Bob Iger, Director Ejecutivo de Disney, dice levantarse a las 4.30 e Indra Nooy, de Pepsi, a las 4.00 (aún así no logra adelantar a CocaCola). Sergio Marchionne, presidente de Fiat-Chrysler asegura saltar de la cama a las 3.30 y eso que es italiano. Lo han oído bien. A las 3,30, que es la hora en la que tipos como usted y yo estamos cogiendo el buen sueño. Dan Lee –Director General de NextDesk, un gigante americano del mueble de oficina- se levanta también a las 3,30, se bebe dos litros de agua y se toma dos tazas de café. ¿Han probado ustedes a beberse un vaso de agua nada más levantarse? Una vez lo hice y fue como si cayera una piedra en mi estómago, rebotara y se bajara al dedo gordo del pie.  Pues el tipo se bebe dos litros más dos cafés que, tratándose de América, serán algo así como cubo y medio (allí todo es mucho más grande). A continuación pasea al perro durante media hora (muy a su pesar -del perro, digo-) y a las 5.15 va al gimnasio (suponemos que al de su propia casa, pues ¿qué gimnasio está abierto a esa hora?) y de ese modo puede estar sentado en su oficina a las 7.15 para desesperación de sus empleados. Tim Cook, de Apple es otro madrugador: se levanta a las 3.45, revisa el correo, va al gimnasio, desayuna… Pero el que se lleva la palma de los madrugadores parece ser Jean Claude Biver de TAG Heuer que empieza el día a las 2.30, es decir, antes de que en mi país termine la película de Antena 3 con sus innumerables cortes publicitarios. Un despropósito.
¿Y en la Casa Blanca? ¿Qué hacen allí? Desconozco la rutina del Presidente, pero su mujer, Michele pertenece al club de los madrugadores. Dice levantarse a las 4.30. ¿Y se puede saber qué hace Michele levantada a las 4.30 aparte de perturbar el sueño de su marido con sus idas y venidas? Casi todos los madrugadores dicen aprovechar la tranquilidad de antes del alba para hacer ejercicio y “para meditar”, es decir, que lo más común es verles sentados en la postura del loto mirando a un punto fijo en la pared tratando de no pensar en nada y diciendo “Uuuuummmmm”; y me pregunto: ¿para eso tanto sacrificio? ¿Es que no pueden mirar a la pared y decir “Uuuummmm” a las, digamos, once de la mañana, que es una hora tan buena como cualquier otra y mucho más conveniente? Digo yo.

 Si las personas, sin estar obligadas a ello, claro está, se levantan en medio de la negra noche y meditan, hacen deporte, ordenan su agenda y contestan el correo antes de salir el sol: ¿Qué hacen el resto del día? ¡A ver, Michele! Intuyo que los quehaceres de una primera dama de los EEUU conlleva responsabilidades y una agenda muy completa. Me hago cargo de que te ocupas de elegir el menú (que diseñan y elaboran  otros) de la Casa Blanca, y que te ocupas del huerto de la residencia oficial (que cavan y abonan otros). Entiendo que entre las obligaciones tendrás que dar muchos discursos (que escriben otros) y agasajar a muchos invitados y visitantes (a quienes sirven otros). De modo que, querida Michele, ¿por qué eres tan avariciosa con el tiempo? Y sobre todo: ¿qué haces con el resto de las horas del día además de respirar?
La gente, por lo general, hace la compra, cocina su propia comida, trabaja su huerto y lleva su propia agenda e incluso  la de otros. Tienen tiempo para respirar y algunos hasta para decir “Uuuummmm” de cuando en cuando. Y se levantan cuando ya ha amanecido. Para que veas.

Román Rubio
Octubre 2016

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