sábado, 8 de octubre de 2016

CUALQUIER LÍDER PASADO FUE MEJOR

CUALQUIER LÍDER PASADO FUE MEJOR















Ya no hay líderes como los de antes entre nuestros políticos, se escucha en las tertulias radiofónicas, en los comentarios de los bares y los chascarrillos de Internet;  que éstos de ahora son unos inútiles, que Albert, Pablo, Susana, Mariano, Pedro y los demás son unos enanos políticos en tanto que los líderes de antaño sí que eran capaces de  sacarnos con sus iniciativas audaces y mentes preclaras de cualquier atolladero. Patrañas. Bienaventurado el país que no necesita líderes, son estos los que mejor funcionan. No recuerdo el nombre de ningún político sueco después de Oloff Palme. Ni finlandés. Sí recuerdo, en cambio, grandes líderes llamados Franco, Hitler, Stalin, Chávez y Castro. También líderes democráticos como Churchill o De Gaulle. Quizás Mitterrand tuvo el aura, aunque nunca he sabido si en realidad no se trataba de un barniz de hermetismo alimentado por puro cinismo.

¿Recuerdan a Suárez? Sí, hombre, sí: ¡ese gigante de la política tan bueno y  tan capaz devastado al final por el Alzheimer que se  paseó por el jardín de su casa con el brazo amigable de Juan Carlos sobre sus hombros y que ha dado nombre al aeropuerto de Madrid-Barajas! Pues bien, ese “enorme”  estadista fue el político más vituperado de la historia democrática de España. Guerra, rival político, le bautizó como Tahúr del Mississipi y uno de sus comilitones, un tiburón de la derecha le ninguneaba con la afirmación de que “había leído menos libros de los que él (el tiburón) había escrito”. Este era  el crédito que le otorgaban en su tiempo al hoy alabado estadista, los suyos y los contrarios. Su descrédito era tal que en una ocasión que le vi en mi ciudad a propósito de la celebración del Desfile de la Victoria el abucheo que le dedicó el pueblo fue atronador,  por lo unánime. Unos, bajo el grito de “Viva la Guardia Civil” nunca le perdonaron que accediera a la legalización del Partido Comunista y otros no dejaron jamás de llamarle facha porque había sido cuadro del Movimiento. (¡Ay, esa generosa España mostrándose en estado puro, con toda la ira de que es capaz…!)

¿Y los otros gigantes de la Transición? Carrillo era odiado por media España y un cuarto que nunca le perdonó su papel en la Cruzada Nacional y a Fraga se le odiaba por todo lo demás: por su soberbia, porque la calle fue suya, porque la tele también y la prensa y toda la propaganda del franquismo que había controlado en su etapa de Ministro de Franco. En cuanto a Isidoro, la otra pata de la mesa, ya ven en que ha evolucionado. El líder, si tiene madera, mejora con el tiempo y, para bien o para mal, se convierte en una institución nacional y no en un pedazo de carne fofa desplazándose en primera clase rumbo a Sudamérica entre Consejo y Consejo de Administración. Esos eran, para los españoles, los grandes líderes de la Transición. Esos y un rey cazador, campechano y mujeriego que había leído un número de libros similar al Presidente Suárez.
Algunos miran hacia atrás y no conformes con restregarnos los ídolos de la Transición recurren a la República y traen a colación a Azaña y otros. Bien, Azaña fue un tipo honesto, de eso no hay duda. Era lúcido, culto y sabía hacer discursos sin apunte alguno: en el Ateneo, en las Cortes y dónde fuera. Además escribía libros. No tantos (en proporción) como Cassano, el exjugador italiano del Real Madrid, que se jactaba de haber escrito más libros de los que había leído en su vida (había escrito dos, uno de ellos de aforismos), pero Azaña los escribía. Y bastante buenos. ¿Y era querido? Pues, no tanto. A pesar de invocar en esta España de cara de perro a la Paz, Piedad y Perdón, o quizás por ello mismo, “su cultura, su racionalidad y su sensibilidad estética le acreditan como protagonista para selectas minorías (…) Le criticaron siempre las derechas, tachándole de revolucionario, anticlerical e intransigente. Para las izquierdas no dejó de ser un burgués liberal, legalista y utópico…” según Juan Salabert, prologuista de su obra Memorias políticas y de guerra. ¿A que les suena la historia?

Hay quien mira afuera y traen  a colación a Churchill (el Bulldog Británico), que viene a ser una versión belicosa de nuestro Azaña, por cuanto tuvo de inspirador del pueblo británico y conductor de la victoria aliada sobre Hitler. Nada que objetar. Tuvo el temple, desde el primer momento de la guerra de no aceptar, no ya la derrota, sino ni siquiera el armisticio. Para él fue la victoria o nada. Y acertó. Enhorabuena. También obtuvo el Premio Nobel de literatura aunque, a decir verdad, también  lo ganó Echegaray  y ¿quién se acuerda hoy?  En cambio, nunca se le dio a Borges a pesar del clamor. El gran Churchill (que tanto decía amar a su pueblo) no supo ver, por contra, la necesidad  de un servicio médico y una educación para todos y tuvo que venir un mediocre, un hombre menor en el Olimpo de los líderes, Clement Attlee, para conceder la gracia al pueblo británico de médico y maestro. Para que vean.
De modo que, cuando oigan aquello de la excelencia de los líderes de antaño pónganlo en duda. Y si están muy seguros de que fueron más y mejores díganme quiénes y por qué. No valen Gandhi y Mandela (sólo españoles). Pueden usar la sección de comentarios de este mismo blog o la página de Facebook de este humilde servidor. Yo trataré de rebatírselo.


Román Rubio
Octubre 2016 

No hay comentarios:

Publicar un comentario