EL JARDINERO
DE LA CASA BLANCA
No, no están
escuchando ninguna de las bellas y tristes canciones de Leonard Cohen en el día
de su muerte. Son miembros del personal de la Casa Blanca reaccionando al hecho
de la inminente llegada de Trump a la residencia presidencial. Desconozco los
detalles. Ya me gustaría conocer la identidad y la función de todas estas
personas descorazonadas aunque fuera solo en beneficio de este artículo. Ni
siquiera sé el momento exacto en que fue tomada la foto. En la fuente
periodística donde la encontré señalan que fue tomada en el momento en que Obama
les comunica el resultado de las elecciones. Más abajo, sin embargo, veo en los tuits que acompañan la noticia que
se trata del momento en que el presidente recibe a Trump en la residencia oficial para
informarle de donde se encuentran las claves de accionamiento del arsenal
nuclear, la llave de paso del agua del bidé del baño del Despacho Oval y el
termostato de la calefacción. Ya saben, esas menudencias sobre la vida
doméstica.
Entiendo
perfectamente el desamparo que expresan esas caras al darse cuenta de lo que se
les viene encima. Execrable como pueda ser el personaje en su lado político y
ejecutivo es peccata minuta con lo
que pueda significar la familia en el plano doméstico. ¿Quién querría compartir
momentos próximos a la intimidad con una familia así cuando se ha semiconvivido
con Michele, Barack y las chicas? Y, como hortelano, me pregunto con algo de
pena: ¿Qué será del huerto en el que Michele cultivaba las verduras con las que
proveía la cocina de la Casa Blanca y la mesa de residentes e invitados?
¿Adónde se instalará el camerino con cama de rayos UVA en el que el nuevo
presidente logra su color naranja?, ¿en el vestidor del dormitorio principal,
en el gimnasio o en el baño del despacho oval? Y, ¿cómo librarse del maldito
olor a laca que garantiza la estabilidad del conjunto escultórico de la cabeza
del nuevo inquilino? Que el dios de la Avenida Pennsylvania nos asista, parece
estar pensando el individuo de la segunda fila. Los rostros reflejan el desasosiego
del que tiene que servir -asistir en sus necesidades domésticas y sociales, más
bien- al gran paleto, al feroz monstruo de las galletas, al Jesús Gil de
Manhattan.
Lamento
ponerme en plan Boris Izaguirre, pero ¿han visto el apartamento en el que la
pareja vive en Manhattan? Yo sí: durante una época considerable de mi vida
hojeaba el Hola todas las semanas y el
programa de Wyoming mostró hace un par de días una escena doméstica de la
pareja con el hijo practicando el putt
en una gigantesca alfombra de su apartamento con vistas a Central Park y en
otra instantánea subido a un león de peluche más grande que el caballo de
Calígula. Indescriptible. Por "ostentóreo" y por su mal gusto.
Las malas
lenguas dicen que Melania se quejó de lo pequeña que es la Casa Blanca,
pensando, seguramente, en cómo iba a conseguir meter toda su ropa en un
vestidor tan reducido… No sé. ¿Se explican ahora la cara de los empleados al
conocer la identidad del nuevo inquilino y jefe? Y me pregunto: ¿Quién de todos
será el jardinero encargado del huerto?
Román Rubio
Noviembre 2016
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