TODO TIENE SU
FIN
Hay noticias
que ensombrecen a todas las demás. Tenía yo una idea estupenda para el artículo
de hoy cuando me he desayunado con la muerte de Rita. Imposible escribir sobre
otra cosa. Rita “era” inmortal hasta esta misma mañana en que otra vez, y ya
van unas cuantas, la vida nos ha recordado que “todo pasa y todo queda/ pero lo
nuestro es pasar”. Rita ha despertado nuestra conciencia entumecida y nos ha
recordado que todo es pasajero: el triunfo, el éxito, el loor de multitud, la
desdicha, el olvido, el dolor y el regusto a almendras amargas que deja el ninguneo
cuando no el desprecio directo de los tuyos y de los otros que te condena a
refugiarte en tu guarida como animal acorralado. Al final, ¿qué somos? Como decía
el parte que recibió el equipo sanitario: “mujer de 68 años en parada
respiratoria”, cuerpo al que se intentó reanimar sin éxito durante 30 minutos. Como
tantos otros.
No nos lo
esperábamos. Sabemos que todos vamos a morir algún día, sí, pero unos más que
otros. Y Rita, hasta esta mañana, era una de los que no iban a morir nunca y cuya muerte ha sido una
decepción para todos. Para los suyos porque se les ha ido un mito. Otro más. Y
para los detractores porque han perdido el regocijo de ver al colosal enemigo
caer del pedestal, como vieron caer, reluctante y obstinada la estatua de Sadam
Hussein, ante los tirones de las cuerdas del pueblo enardecido.
En las
próximas horas conoceremos más detalles de la muerte. De momento nos
conformamos con el diagnóstico que nos da la prensa: infarto, aderezado de
manera casi teatral con el patetismo del entorno: la soledad de una habitación
de hotel la noche que siguió al día de su declaración por corrupción ante el
Supremo. Digno de alguien como ella que, como la estatua de Sadam, se ha
resistido tozudamente a la caída, para acabar recordándonos a todos que -como
decían Los Módulos en aquella estupenda canción- todo tiene su fin.
Román Rubio
Noviembre 2016
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