ILUSTRADORES
Hace poco que
publiqué el libro ¡Socorro! Me jubilo
y, como es natural, he recibido de mis amigos y/o lectores toda clase de feedback: bueno, en su mayor parte,
tratándose como se trata de gente allegada. Un amigo voluntarioso me hizo, por
el contrario, toda una lista de temas tratados en el texto que él consideraba
prescindibles y otra lista de cosas que según él habría sido interesante que se
trataran, sin darse cuenta de que ese habría sido “su” libro y yo había escrito
el mío.
Tengo la
costumbre desde hace unos cuarenta años de leer a diario el periódico El País,
hoy en día, en su versión digital a diario y en papel los sábados y domingos,
días en que me proporciona un par de
horas de agradable lectura. Sigo fiel a la cita aunque tenga entre mis amigos a
algunos que han abandonado el idilio con el diario por lo que muchos consideran
como traición a los preceptos, ideales, intereses y estrategias de la
izquierda, de “su” izquierda. No tengo ninguna objeción. Es posible que el
diario (su línea editorial) se haya movido en esa dirección conducido por el
antipático Cebrián o quizá nunca estuvo en el sitio en el que mis amigos
recalcitrantes estiman que debería estar y es posible, ¿por qué no?, que quienes
se han movido de la silla hayan sido mis amigos y no el periódico, o tal vez
todos, como es natural, se hayan desplazado algo a un lado u otro tras periodo
tan largo de tiempo. Lo cierto es que muchos tienen la sensación de que ya no
es “su” periódico.
En la edición
del domingo hay un curioso artículo de la defensora del lector, Lola Galán, que
da luz al argumento del sentido de lealtad o filiación a un diario. Expone la
periodista que ha recibido cierto número de cartas de lectores quejándose de
las viñetas humorísticas de Ros, argumentando alguno de ellos que no las
entiende y sugiriendo que deberían llevar alguna aclaración o explicación del
chiste. ¿Se imaginan? Como saben los lectores de El País, Ros es la última
incorporación en humor gráfico al periódico y hace unas deliciosas viñetas de carácter apolítico, extemporáneo ¿o es
intemporal?, alejado de los personajes que acaparan la vida pública, desvinculado
del día a día y a veces algo absurdo. Humor puro. Otro gran viñetista de El
País es El Roto, el gran Roto, de un humor tan demoledor, amargo y cargado de
sentido político que parecen píldoras de conciencia social directas al hígado.
Pues bien: ¿saben de qué se queja algún que otro lector? Pues precisamente de
eso; un señor de Huesca, guardián de la ortodoxia, se lamenta de que en una
viñeta, en plena crisis del PSOE aparezca Franco rodeado de serpientes
proclamando que él también habría intentado evitar nuevas elecciones. ¿Y
Forges?, ¿qué pasa con Forges? Pues lo mismo: hay lectores que se quejan de esto
y lo otro: uno de ellos lamenta que el gran Antonio Fraguas se dedique a
expresar sus opiniones políticas en vez de hacer sonreír al personal. Como si
una cosa excluyera a la otra. En fin…
Ya ven: hay
quien demanda conciencia social en Ros, dulzura en El Roto y anemia política en
Forges. Los quieren a su manera y les encantaría poder dictarles ellos mismos
el chiste diario; de ese modo tendrían la garantía de que sería de su agrado. Yo
por mi parte seguiré buscando las viñetas de los maestros para regocijarme con
las escenas atemporales, apolíticas, asépticas y casi celestiales de Ros, la
píldora quirúrgicamenrte precisa y amarga de El Roto y el lúcido disparate de
las tiernas figuras de Forges con la pretensión, con la casi seguridad, de que conseguirán
levantar mi sonrisa, unos días con más y otros con menos acierto. Tal como son.
En todo caso,
¿quién soy yo para darles indicaciones y hacerles cambiar? Y tengo bien claro
que el periódico no es mi periódico sino el de todos. Nunca compraría un
periódico que dijera exactamente lo que yo querría decir sobre todas las cosas.
Para eso, mi blog.
Román Rubio
Diciembre 2016
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