lunes, 19 de diciembre de 2016

ILUSTRADORES

ILUSTRADORES

Hace poco que publiqué el libro ¡Socorro! Me jubilo y, como es natural, he recibido de mis amigos y/o lectores toda clase de feedback: bueno, en su mayor parte, tratándose como se trata de gente allegada. Un amigo voluntarioso me hizo, por el contrario, toda una lista de temas tratados en el texto que él consideraba prescindibles y otra lista de cosas que según él habría sido interesante que se trataran, sin darse cuenta de que ese habría sido “su” libro y yo había escrito el mío.

Tengo la costumbre desde hace unos cuarenta años de leer a diario el periódico El País, hoy en día, en su versión digital a diario y en papel los sábados y domingos, días en  que me proporciona un par de horas de agradable lectura. Sigo fiel a la cita aunque tenga entre mis amigos a algunos que han abandonado el idilio con el diario por lo que muchos consideran como traición a los preceptos, ideales, intereses y estrategias de la izquierda, de “su” izquierda. No tengo ninguna objeción. Es posible que el diario (su línea editorial) se haya movido en esa dirección conducido por el antipático Cebrián o quizá nunca estuvo en el sitio en el que mis amigos recalcitrantes estiman que debería estar y es posible, ¿por qué no?, que quienes se han movido de la silla hayan sido mis amigos y no el periódico, o tal vez todos, como es natural, se hayan desplazado algo a un lado u otro tras periodo tan largo de tiempo. Lo cierto es que muchos tienen la sensación de que ya no es “su” periódico.

En la edición del domingo hay un curioso artículo de la defensora del lector, Lola Galán, que da luz al argumento del sentido de lealtad o filiación a un diario. Expone la periodista que ha recibido cierto número de cartas de lectores quejándose de las viñetas humorísticas de Ros, argumentando alguno de ellos que no las entiende y sugiriendo que deberían llevar alguna aclaración o explicación del chiste. ¿Se imaginan? Como saben los lectores de El País, Ros es la última incorporación en humor gráfico al periódico y hace unas deliciosas viñetas  de carácter apolítico, extemporáneo ¿o es intemporal?, alejado de los personajes que acaparan la vida pública, desvinculado del día a día y a veces algo absurdo. Humor puro. Otro gran viñetista de El País es El Roto, el gran Roto, de un humor tan demoledor, amargo y cargado de sentido político que parecen píldoras de conciencia social directas al hígado. Pues bien: ¿saben de qué se queja algún que otro lector? Pues precisamente de eso; un señor de Huesca, guardián de la ortodoxia, se lamenta de que en una viñeta, en plena crisis del PSOE aparezca Franco rodeado de serpientes proclamando que él también habría intentado evitar nuevas elecciones. ¿Y Forges?, ¿qué pasa con Forges? Pues lo mismo: hay lectores que se quejan de esto y lo otro: uno de ellos lamenta que el gran Antonio Fraguas se dedique a expresar sus opiniones políticas en vez de hacer sonreír al personal. Como si una cosa excluyera a la otra. En fin…

Ya ven: hay quien demanda conciencia social en Ros, dulzura en El Roto y anemia política en Forges. Los quieren a su manera y les encantaría poder dictarles ellos mismos el chiste diario; de ese modo tendrían la garantía de que sería de su agrado. Yo por mi parte seguiré buscando las viñetas de los maestros para regocijarme con las escenas atemporales, apolíticas, asépticas y casi celestiales de Ros, la píldora quirúrgicamenrte precisa y amarga de El Roto y el lúcido disparate de las tiernas figuras de Forges con la pretensión, con la casi seguridad, de que conseguirán levantar mi sonrisa, unos días con más y otros con menos acierto. Tal como son.
En todo caso, ¿quién soy yo para darles indicaciones y hacerles cambiar? Y tengo bien claro que el periódico no es mi periódico sino el de todos. Nunca compraría un periódico que dijera exactamente lo que yo querría decir sobre todas las cosas. Para eso, mi blog.

Román Rubio
Diciembre 2016 

No hay comentarios:

Publicar un comentario