NO
HAY TIEMPO
¿Cuántas veces
hemos oído en la televisión, radio y conversaciones de amigos el comentario de
que hoy día no hay tiempo para nada? No hay tiempo para ir al supermercado, con
lo que parece que hay que encargar la comida a Amazon, no hay tiempo para detenernos
a hablar con el vecino del 5º, no hay tiempo para hacer vida familiar, ni para
ayudar a los niños con los deberes ni de leer ese libro que parece tan
interesante. Pues claro que hay tiempo. Siempre lo ha habido y siempre lo
habrá. Sólo depende de cómo lo administremos y prioricemos. Mi conclusión es que
la escasez de tiempo es la coartada que nos montamos para no tener que ir al
supermercado o hablar con el vecino del 5º, cuya vida, dicho sea de paso, nos
importa un carajo; ni nos apetece hacer deberes con los niños. En cuanto a lo
de leer ese libro… bueno, siempre puede esperar.
Lo cierto es
que, para ser una sociedad sin tiempo, no lo parece en absoluto. En primer
lugar, la esperanza de vida nunca ha sido tan alta por lo que a muchos les
sobra tanto tiempo que tienen hasta para abonarse al canal liga. En segundo
lugar, nunca se jubiló tanta gente y tan temprano. Tampoco ha habido jamás tanto
paro, generando cantidad ingente de tiempo redundante y libre. Los medios de
transporte son rápidos y eficaces: el metro, el AVE, el coche particular, el
autobús, la bicicleta o el ciclomotor nos llevan de un lado a otro con agilidad
y el móvil y las redes sociales nos comunican instantáneamente con todos y en
todo momento. ¿Me pueden decir entonces de dónde viene la banal afirmación de
que hoy en día no hay tiempo para nada y hay que ir necesariamente con prisas?
¿Había más tiempo disponible cuando se segaba con hoz y se accedía al campo en
mula?
Les daré alguna
idea sobre la tan cacareada escasez de tiempo. Escribir este artículo debía de
haberme ocupado sus tres cuartitos de hora fijo, incluyendo desarrollo de la
idea, corrección, búsqueda de ilustración, etc. Cuando me disponía a escribirlo
he abierto el ordenador y he accedido por vicio o costumbre a mi cuenta de
Facebook, por echar un vistazo, vaya. Allí me he empapado de las innumerables
historias, chascarrillos, ocurrencias, eventos y otras trivialidades que mi
casi centenar de amigos ha tenido a bien subir hoy a la Red. Lógicamente, ha
habido que señalar unos cuantos “me gusta” y hacer unos comentarios de cortesía.
He picado, por tercera o cuarta vez, un enlace en el que hay un tipo cayendo
junto a las fauces de un cocodrilo atraído por el titular “Humano devorado por una fiera” ¡A ver quien se resiste a un
titular así!, para darme cuenta (por cuarta vez) que es mentira, que te lleva a
otro enlace de pago… Al acabar todo este proceso, ahíto y a la vez insatisfecho
de tanta nadería, he pulsado el icono del whatsapp
de mi móvil y me he atiborrado con cinco o seis ocurrencias en formato vídeo y
contestado ¿cómo no? los mensajes de tres chats
diferentes, y cuando he acabado con toda esta minutia, tras cuarenta minutos de dispersión intelectual, exhausto
de lectura y escritura inane me he acordado de que tenía que escribir esto.
¿A que ahora entienden
por qué dicen que no hay tiempo? A no ser que el tiempo lo quieran para
elaborar las gracietas, chistecitos y chascarrillos para subir a la Red, en
cuyo caso… ya no sé qué decir.
Román Rubio
Enero 2017
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