lunes, 24 de abril de 2017

¡BOCAZAS, QUE SOIS UNOS BOCAZAS!

¡BOCAZAS, QUE SOIS UNOS BOCAZAS!



Alguien dijo alguna vez 
por la boca “vive” el pez.
Fito Cabrales (Fito y los Fitipaldis)

Que Fito Cabrales es un gran letrista no es decir nada nuevo. “Por la boca vive el pez” es una estupenda canción del tipo nervioso de Bilbao que, según ha trascendido, forjó su condición lírica como camarero en la barra del club de alterne bilbaíno del que su padre era jefe. Lo cierto es que el hecho de que el pez viva por la boca no es sino una figura literaria de sustitución que da lugar a una ingeniosa paradoja poética. Todos sabemos  que el pez no vive por la boca, sino que muere por ella. Y es que, los hay bocazas, y el periódico del domingo da buena prueba de ello.

El Ministro español de Industria y Comercio de uno de los primeros gobiernos de Franco, Demetrio Carceller, transmite al agregado económico británico en Lisboa la conveniencia de “liquidar” al también Ministro y cuñado del Generalísimo, Serrano Súñer, casado con la hermana de Carmen Polo, de cuya boda fueron testigos, nada menos que Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera. El Embajador del Reino Unido,  enterado de la conversación, como es natural, se lo transmitió de inmediato a su Ministro de Asuntos Exteriores en una carta, que fue clasificada y archivada, y que alguien ha encontrado hace no muchos días. ¿Se puede ser más bocazas? Si se trata de cargarse a alguien, más valdría no soltar prenda. Y si encima se trata de “liquidar” al  hombre fuerte de un régimen dictatorial, que es el “cuñadísimo” del dictador, la discreción debería de ser extrema (a no ser, claro está que lo que  se esté buscando sea un cómplice ejecutor), propósito que imagino que sería el del imprudente ministro.

Y tras la historia del franquismo del siglo pasado, la actualidad. La rabiosa actualidad, la de los últimos “tramposillos”, dedicados al lucrativo negocio de hacerse rico con el dinero público. Llama la atención que Pablo González, hermano de Ignacio González, el expresidente de la Comunidad de Madrid, tuviera una reunión con un Secretario de Estado, presumiblemente de Interior, para hablar, no de la situación de su hermano y él mismo, que estaban siendo investigados por la Guardia Civil sobre asuntos de corrupción, no; sino que tuviera un carácter “protocolario”. ¿Protocolario? ¿Qué clase de protocolo es ese que un ciudadano investigado pida –y sea recibido- por un Secretario de Estado de Interior? ¿Nos toman por tontos? Bueno, sí.
Pero esto no es lo más curioso. En uno de los pinchazos telefónicos ordenados por el juez se oye a Ignacio González explicarle a Eduardo Zaplana que el presidente de La Razon, Mauricio Casals, le había contado que una “magistrada amiga de la casa” le había “llamado” para informarle de que la Guardia Civil les estaba grabando.

Y esto me sobrepasa. Si la magistrada (el topo necesario) sabe que están grabando las conversaciones del presidente del periódico ¿cómo es que le “llama” para decírselo? Y si Ignacio González sabe  que le están investigando y, con toda probabilidad, tiene pinchado el teléfono, ¿cómo le dice a Zaplana (un experto sujeto paciente de grabaciones incriminatorias) que “una magistrada amiga” se había chivado de que estaban siendo investigados por la Guardia Civil?  ¿Se dan cuenta de por dónde voy? ¿Pero, es que no se saben estar callados o, en todo caso, decirse las cosas cara a cara, donde no pueden ser grabados?

Por la boca muere el pez, aunque no siempre. A veces, al pez se le coge por la boca, se desengancha el anzuelo y se vuelve a echar al agua. Eso lo ocurrió a Zaplana. Tras ser grabado diciendo que en la política está uno para forrarse, llegó a ser Presidente Autonómico y Ministro con el patriota Aznar para acabar en Telefónica, en uno de esos cargos de millón al año. Forrándose.

P.D. El hecho de que Fito Cabrales y Zaplana aparezcan citados en el mismo artículo no deja de ser una curiosa paradójica coincidencia, como paradójica es la figura poética de “por la boca vive el pez”. No hay personajes psicológica, ética y moralmente más dispares.

Román Rubio
Abril 2017

martes, 18 de abril de 2017

BUSES

BUSES

No sé de donde viene esta moda de sacar autobuses proclamando esto o lo otro. A mí, sinceramente, me parece una sandez. Los autobuses (o autocares como tradicionalmente se ha llamado a los interurbanos) han servido para lo que han servido: para llevarnos y traernos del pueblo con la gallina en el cesto, para ir a Madrid o Bilbao antes del Ave, para las excursiones escolares y para los viajes de las asociaciones de amas de casa y del Imserso. En mi niñez recuerdo ver en los de mi ciudad anuncios de Profiden con un primer plano de una dentadura blanquísima y simpáticos anuncios de licores  Tio Pepe o Veterano.

La primera vez que oí hablar de autobuses exhibiendo mensajes políticos o ideológicos fue en 2008, con la iniciativa  de los ateos londinenses, iniciada por la periodista  Ariana Sherine en un artículo en The Guardian y apadrinada por el célebre filósofo ateo y ateísta Richard Dawkins, en la que se  exhibía  el mensaje de  “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida” (en su momento leí que el “probablemente” del cartel fue una exigencia de la autoridad del transporte de Londres). Por algún motivo, aunque innecesaria y tontorrona, encontré la campaña simpática, invitando a tomar de la vida lo que esta nos ofrece, sin más historias.

Después, ya en nuestro país, vino aquella de los niños y los penes y la vulva de las niñas y ya lo encontré ridículo y perverso por muchas razones: en primer lugar iba dirigida a los niños, para quienes el tema no es, en absoluto, relevante. Más parece un mensaje de papás para papás (que no tienen ese problema con sus hijos) disfrazado engañosamente de mensaje al niño. Y en segundo lugar, era innecesariamente irrespetuoso hacia quienes están en lo de cambio de sexo. ¿Qué saben los patrocinadores de la campaña  de lo que ocurre en la mente de quién decide cambiar de sexo, llegando a mutilarse?
A continuación, la Sexta, en su delirio efectista, decidió sacar su propio autobús con la cara de Wyoming diciendo no se qué y ahora son los de Podemos quienes ponen en la calle un autobús para “denunciar” la corrupción, como si se tratara de algo de lo que la opinión pública no esté suficientemente sensibilizada. ¿Qué sentido tiene sacar las bien conocidas caras de los felones chupópteros si no es oportunismo político puro y duro? ¿Hace falta denunciar lo que lo ha sido tantas veces o se trata de actuar?

Dada la estúpida moda de sacar autobuses a la calle con eslóganes que son obvios, innecesarios, inanes, agresivos contra las personas o todas las cosas juntas, se me ocurren unos cuantos para pasear por las calles financiados por crowdfunding. Por ejemplo:

En Madrid amamos a Cataluña, su lengua y sus habitantes. Ellos nos odian.

La Virgen María cree que su hijo es Dios. Este cree que su madre es virgen.

El yoga y la meditación curan el cáncer.

Alacant es la millor terreta del món.

Hay vida en el más allá.

El español es un ciudadano siempre dispuesto a argumentar y discutir las ideas polémicas de manera educada, incluso con los que piensan de manera diferente.

Wyoming es un personaje real, ambiguo sexualmente y enamorado de Thais Villas.

La derecha española es civilizada, moderna, amante de la bicicleta y el aire limpio y de una sociedad más igualitaria.

La fiesta de El libro y la Rosa de Sant Jordi merece la proclamación de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

El silbo canario. Diccionario de sinónimos y antónimos.

La televisión, en su horario nocturno, es interesante e instructiva.

Los días son luminosos y las noches oscuras.

Gibraltar, español.

Pueden añadir otros lemas a su gusto. Las ciudades serían más absurdas, pero, eso sí, más divertidas. Y no se olviden de llenar los autobuses de gente que vaya de un lado para otro. Al fin y al cabo, es para lo que se inventaron.

Román Rubio

Abril 2017

domingo, 9 de abril de 2017

SER COMUNISTA

SER COMUNISTA

¿Qué significa ser comunista hoy en día? Ese parecía ser el tema del  programa de la Sexta el pasado viernes por la noche. No lo vi, pero escuché de pasada algunos testimonios mientras iba y venía a la cocina y me recordaron algunas premisas, por una parte olvidadas, y que no por ello dejan de ser verdades como templos.
La primera de todas, que oí a algunos intervinientes, era la determinación de acabar con las clases sociales, y que el trabajo y el esfuerzo de unos no signifique el enriquecimiento de otros sino de la colectividad, o lo que es lo mismo: que la riqueza de unos pocos  no provenga del esfuerzo de otros muchos Es cierto que hoy, el sistema de clases está más diluido que antes, pero ¿hay alguien que dude de su pervivencia? Y, ¿qué tiene de reprobable este axioma comunista? De una manera esquemática y general, el trabajo del individuo genera unos beneficios para la empresa que es poseída por un dueño o dueños y por ello el trabajador percibe un sueldo. La diferencia entre la riqueza generada y la percibida en forma y sustancia de salario es lo que se denomina plusvalía, cantidad que va a parar al bolsillo del patrono, los accionistas o patronos-accionistas. Otra de las premisas que proclamaban los comunistas era la solidaridad con los oprimidos y la mejora de quienes menos tienen, así como la apuesta por la propiedad colectiva, y no individual, de los medios de producción (la tierra, en aquella España agrícola y latifundista), vindicaciones, todas ellas, vigentes y justas en una sociedad cada vez más volcada a dar salarios bajos para producir beneficios cuantiosos.

El conservador, tradicionalista y enemigo del comunista, tiende a querer perpetuar los privilegios de clase e incluso de casta con la convicción de no querer cambiar algo que ha funcionado tan bien (para él, al menos) hasta el momento presente.

El liberal (otro enemigo del comunismo) es partidario de la perpetuación de las clases y privilegios basándose no tanto en la existencia de castas en cuanto a la valía, suerte, capacidad y trabajo del individuo. La mejor expresión del liberalismo es la sencilla frase de Adam Smith: “No es por la benevolencia del carnicero, el panadero y el cervecero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés”. Se trata de eso. La economía, el progreso, la generación de la riqueza y la prosperidad del individuo se basa en que uno sea capaz de generar un producto o servicio deseable para otro u otros individuos capaces de pagar por él con dinero u otros servicios o productos con la convicción de que la transacción es ventajosa para ambas partes. Por ejemplo: una persona desea tener un iPad para poder consultar el correo, leer la prensa o ver documentales desde la cama o el sillón, y una empresa de Cupertino los diseña, fabrica y vende a un precio posiblemente hinchado –y por tanto, muy provechoso para el bolsillo del empresario o gran accionista-  con el convencimiento de que el cliente pagará por el producto una cantidad exagerada y se sentirá satisfecho por el hecho de tenerlo, como quien compra un Mercedes. Esa es la base de la economía de mercado: que ambas partes resulten satisfechas con la transacción: una con su iPad y otra con su ingreso bancario. El cervecero al que Adam Smith se refería se esforzará y trabajará duro para hacer la mejor cerveza y así atraer a la clientela que le hará crecer y le permitirá abrir otra fábrica y otra, hasta hacerse todo lo rico y poderoso que sus capacidades, su suerte y su trabajo le permitan; sin freno de la sociedad y a ser posible, sin impuestos.

Todos estos pensamientos rondaban por mi mente al tiempo que recordaba lo visto durante la semana en la que recorrí buena parte de Andalucía oriental. Allí, en los campos de Antequera, me percaté de que las cuadrillas de jornaleros que trabajaban en las labores agrícolas de la incipiente primavera eran, como aquí en mi tierra, todos extranjeros: norteafricanos y rumanos. Y traté de cuadrar todas estas teorías del comunismo, conservadurismo y liberalismo con el hecho de que en la región española (junto con Extremadura) más pobre y con mayor paro de España, sean los extranjeros quienes agachen el lomo en la más dura de las tareas para recoger los frutos de la tierra por un escaso jornal. Todavía no he llegado a ninguna conclusión, pero intentaré explicárselo (y explicármelo) cuando la alcance. Al igual que el hecho de que los bares de mi ciudad lo regenten, en su mayoría, los chinos.


Román Rubio
Abril 2017

sábado, 1 de abril de 2017

CASSANDRA

CASSANDRA
Me había propuesto no hablar de Cassandra hoy pero parece ser inevitable, de modo que intentaré ser breve. El personaje no existía. Bueno, sí, supongo que existía para su familia y un puñado de amigos, hasta que la Audiencia Nacional y los Guardianes del Templo, de la Moral, las Buenas Costumbres y la Patria decidieron convertirla en una “celebrity” Los chistes sobre Carrero los hemos contado todos, pero en los años setenta, mucho antes de Twitter o de Internet. Recuerdo que  en la década prodigiosa de los 70, en una de mis visitas a Madrid fui a la calle Claudio Coello. Allí íbamos en peregrinación gentes de Oviedo, Barcelona, Valencia o  Antequera a evaluar la altura de la valla. Unos por curiosidad, otros como sentido  homenaje y otros por puro regocijo. En otro año de aquella misma época bulliciosa compré en una librería parisina de la Rue de la Seine el libro Operación Ogro. Cómo y por qué matamos a Carrero Blanco, escrito por la periodista Eva Forest a partir de los testimonios directos de los ejecutores (perdón, asesinos), libro que presté a alguien y no recuperé y que veo con sorpresa que está disponible a la venta  en la Casa del Libro (según la web).  Los chistes sobre la muerte del almirante habían quedado en el cajón de los recuerdos en blanco y negro: eran cosa de Don Cicuta, Chicho Ibáñez Serrador, Mariano Medina, el hombre en la Luna y el asesinato de Kennedy;  tan obsoletos que no había comediantillo de quinta fila ni monologuista que osara  incluirlos en su repertorio. Hasta ayer. Hasta que  la Audiencia Nacional decidiera intervenir castigando con prisión a una persona  que osó hacer un chiste (o varios, me da igual) sobre la muerte de alguien de una época anterior a Arias Navarro, hombre fuerte de un régimen dictatorial, apoyado por media España, que liquidó en el campo de batalla y con vergonzosos procesos, encarceló o mandó al exilio a la otra  media.  De modo que ya lo saben: si quieren rescatar viejos agravios reabriendo de nuevo la herida no tienen más que hacer intervenir a la Audiencia Nacional y condenar cualquier chiste, chascarrillo o grosería de cualquier colgado de cualquiera de las distintas especies de la fauna local. Que hay muchas.

Y dicho esto, callo para siempre. No contestaré ni entraré al trapo a ningún comentario, observación, interpelación, recriminación, alabanza, insulto o sugerencia que este artículo pueda ocasionar. Enough is enough.

Román Rubio
Abril 2017