¡AY,
ESTE MADRID!
-Dr. Livingstone, supongo
- Soy Copérnico
“¡Hola
Colón!”, interpeló el comentarista al figurante, micrófono en mano. ¡Soy
Copérnico!, contestó el actor caracterizado de época. Parece un diálogo
inofensivo. El comentarista, viendo a un tipo disfrazado de personaje del siglo
XVI que no lleva el nombre escrito en la frente, lo toma por otro de la misma
época. Error insignificante, ¿no? Pues no tanto. De hecho, el comentarista, colaborador
de un medio digital con un claro y acusado sesgo antipodemita, “quería” que el
personaje fuera Colón. Es más, “quería” atribuir al personaje la subyugación de
los indígenas americanos y su cacareado exterminio por los españoles para así
ridiculizar la supuesta postura de Podemos en defensa de los pueblos autóctonos
y en contra de la conquista de América; de modo que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y Carmena
está en el Ayuntamiento… ¿Entienden? Desafortunadamente para el tipo del
micrófono, cuyo nombre nunca llegué a retener dada su insignificancia, el
personaje que saludaba desde la carroza resultó ser… Copérnico. No conozco un
ejemplo mejor para explicar el término “prejuicio” Prejuzgar significa tener formado
un juicio antes de tener conocimiento de los hechos, y en el caso que nos ocupa
el “periodista” había adelantado todo un discurso que el astrónomo polaco tiró
por tierra revelando su identidad. No hay nada más ridículo que quedar
ridiculizado cuando se pretende ridiculizar.
El año
anterior, esa misma cabalgata (conocida ya como Cabalgata de Carmena) fue
objeto de feroces críticas por otro motivo. En aquella ocasión la causa fue el
atuendo de los Reyes. Estos, o quienes diseñaron sus atuendos, se salieron de
la tradición de reyes de la baraja para convertirse en lo que en el Evangelio
de Mateo -el único evangelista que se refiere a la Epifanía- son denominados
Magos (que no reyes). En fin, todos sabemos que los Reyes Magos, como el Hombre
del Saco, el Ratoncito Pérez o Papá Noel son personajes de ficción, pero aún en
el caso de que no lo fueran, nunca ningún evangelista dijo que fueran reyes, y
aunque lo hubieran sido, ni hizo alusión
a su vestimenta ni tendrían necesariamente por qué andar vestidos como el rey
de bastos. No obstante, el escándalo fue monumental y causó un gran revuelo;
hasta el punto de hacer llorar a la hija de la Diputada del PP Cayetana Álvarez
de Toledo, lo que partió el corazón de tantos madrileños (y hasta de alguno de
fuera).
Incapaces
algunos de esperar hasta el próximo enero para hacer el ridículo, han decidido
aprovechar la primavera para destapar la caja de los truenos. Se acaba de
desvelar el cartel de la Feria del Libro de Madrid, la más importante de
España, el gran escaparate publicitario de la industria nacional de la edición.
El cartel anunciador del evento se le encargó a la diseñadora Ena Cardenal y
esta presentó un simpático gatito de color rojo que parece estar leyendo un
libro cuyas páginas son, a su vez, sus propios bigotes. Es una imagen
divertida, expresiva, entrañable, esquemática, ingeniosamente alusiva al evento
y algo naif, que no hiere ni insulta a nadie y que hace que se identifique
fácilmente el significante con el significado, cualidad primera y necesaria de
todo cartel.
Pues bien;
quizá por el hecho de ser rojo, ser gato o tratarse de un gato que lee un libro
-¿quién sabe?-, de
nuevo las fuerzas telúricas de las cavernas capitalinas se han rebelado contra lo que
consideran un insulto que desmerece a la feria.
Pero lo mejor
está por venir. Según la autora del diseño, falta por sacar toda una gama de
gatos de distintos colores: blanco, verde, amarillo, azul… y uno, como guiño al
colectivo LGTB, con los colores del arco iris. Como la misma artista dice: “Verán
cuando salga el gato gay”. “El pollo que se va a montar”. Estén atentos.
¡Ay, este
Madrid! ¡Nunca nos defrauda!
Nota: donde
pone Madrid y madrileños, puede leerse España y españoles.
Román Rubio
Mayo 2017
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