ÉRASE
UNA VEZ
Érase una vez
un país rico, muy rico, en el que había tres clases de ciudadanos: los que vivían bien, los que vivían muy bien y los que
vivían en la abundancia. El país era algo extraño, eso es verdad: Estaba enclavado
en las montañas, cubierto de nieve en el invierno, se hablaban tres o cuatro lenguas distintas y se tenía la extravagante
costumbre de hacer referéndum por casi cualquier cosa: que si los perros deben
ir atados o no, que si los coches pueden o no llevar pegatinas o si se prohíbe
usar el cortacésped los domingos. Sus habitantes tenían fama de ser serios, circunspectos,
algo aburridos y con dificultad para relacionarse entre ellos. Como eran tan
formales y fiables y tenían por costumbre no meterse en guerras y otros saraos
violentos, los demás tenían por costumbre confiarles el dinero para que se lo
custodiaran, hecho que aún les hacía más ricos, más serios y más formales. Eran
tan civilizados que ni siquiera el hecho de tener tres o cuatro lenguas diferentes
parecía amenazar su idílica convivencia ni estimulaba la tentación
independentista basada en la diferencia cultural, tal era la armonía. Alguien
dijo que mientras sus vecinos del sur, de al otro lado de la cordillera, con toda
su corrupción política, sus intrigas cortesanas y escándalos sexuales de toda índole ejercidos
durante siglos, fueron capaces de alumbrar el Renacimiento, ellos, con su
pacífica convivencia, su exquisito respeto e impecable democracia solo fueron
capaces de inventar el reloj de cuco. Eso, y Guillermo Tell. Pero, ¿qué le
vamos a hacer? Ellos eran así: gustaban de vivir sin sobresaltos, en
democracia, en el respeto al otro y en la abundancia, algo aburridos y guardando,
eso sí, el dinero propio y el de los demás.
Érase también
otro país más al sur, éste más pobre, luminoso,
bañado por un mar azul y soleado, con una historia más truculenta y cainita,
que tampoco había dado a luz al Renacimiento. En él no había referendos excepto
en el caso que se subiera de antemano el resultado, y eso siempre y cuando
ayudara al tirano o al orden establecido. Debido, quizá, a su agitada historia,
los ciudadanos no se fiaban unos de
otros y mucho menos de sus instituciones, y cuando acumulaban dinero, cosa que,
a menudo, era de manera irregular o directamente fraudulenta, gustaban de
llevarlo al país de la gente seria para que fueran ellos quienes lo guardaran,
siempre y cuando mantuvieran el secreto y sus conciudadanos no se enteraran,
pues estos eran de natural impulsivo, violento y andaban prestos a arrebatarles
la fortuna por medio de impuestos o cualquier otra sucia artimaña.
Un día, dos
mujeres naturales de ese país sureño, levantisco y chapucero fueron al país de
las montañas y de la gente seria y, asustadas por las implicaciones de una
nueva ley que habría de descubrir el secreto de sus fortunas, con la ayuda de
algún otro personaje masculino, cometieron un acto incívico: sacaron de la caja
fuerte del banco una cantidad de dinero grande, muy grande y, sin saber cómo
hacerlo desaparecer, se dedicaron a cortar con unas tijeras adquiridas al
efecto y tirar por el váter, una ingente cantidad de billetes tal, que llegaron a embozar los retretes del banco que fielmente
se los guardaba y los de otros tres locales
públicos (bares y restaurantes).
Los hombres
serios del país de las montañas se enfadaron con las levantiscas mujeres. ¿Qué
era eso de embozarles los váteres con billetes troceados? Un abogado local se
presentó a la autoridad de montañesa y pagó, con buenos doblones de oro (la
moneda del luminoso país), los desperfectos a los inodoros montañeses.
Se desconoce
la identidad de las mujeres meridionales que cometieron tan singular hazaña,
pero un día se sabrá. Y anticipo que será divertido. Mucho. Servirá para
mitigar, en parte, el tedio del tira y afloja del referéndum que preparan en
una parte de tan singular país un tipo de pelo a lo Beatle y otro con un ojo
que mira a Jerusalén y el otro a Cafarnaúm, y refrenado por otro tipo con barba
y puro que lee el Marca y parece no mirar a ningún sitio.
Y colorín
colorado…
Román Rubio
Septiembre
2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario