ME
HAGO PODEMITA
Lo tengo
claro. Me hago Podemita. O de sus confluencias, mareas, allegados, socios
adláteres o lo que sean. Al menos, hasta la próxima, en que me haga de
cualquier otra cosa. Y lo hago por varios motivos: en primer lugar por poner distancia
con la burricie de cierto españolismo que odia tanto al podemismo que logran
hacerlo atractivo; en segundo lugar por rechazo a los empecinados independentistas
que tienen en el interés económico, en
el énfasis de la diferencia, en la insolidaridad con los otros y en el
alzamiento de barreras los verdadero motivos de sus pretensiones y en tercer lugar porque es en el único campo en
el que veo sentido común, aparte del PSOE, que está desdibujado, el pobre.
No vi el
programa de Wyoming el otro día pero vi algún extracto en la red y de verdad,
el hecho de ver sentadas codo con codo y en relación de cortesía, complicidad,
entendimiento y hasta de amistad a las alcaldesas de Madrid y Barcelona me
conquistó. ¡Dios!, pensé: “qué buen vasallo, si hubiese buen señor”. Algunos (y
algunas) quisieron ver en el hecho de que ambas sean mujeres la razón de la
armonía. Es falso: es el hecho de que sean Carmena y Colau y no el que sean
mujeres. No es así. Imaginen sino a Pilar Rahola y a la de las peras y las manzanas
(si pueden imaginarlas juntas) y verán.
Me hago cargo que Colau está bailando hace
tiempo la rumba entre dos aguas sin guitarrista de Algeciras y que a Carmena le
tienen ganas muchos españolitos añorantes de procesiones con general bajo palio, Virgen
patrona y Cofradía de la Hiel (que no de la miel). No la pueden ver. Y que
aprovechan cualquier circunstancia para expresarle su desprecio, tenga o no
razón. Si lo dice Carmena es mentira, es ridículo o ambas cosas. Allá ellos.
Ante cualquier iniciativa de concordia y sentido común, estos preferirían ver
tanques y Guardias Civiles y en vez de un diálogo civilizado y sereno como el
que protagonizaron Carmena y Colau en un programa -por cierto, conducido por un
madrileño y una catalana- preferirían
ver allí sentados (o mejor cada uno desde un estudio diferente) a dos tipos
como Aznar y Junqueras, a cara de perro, azuzando a sus mesnadas, sin tener quizá en cuenta que
nunca, nunca había ganado ERC -y el independentismo catalán en general- tanto
terreno y tantos votos como cuando estuvo el caballero Aznar al frente del
gobierno central, pese a los esfuerzos de Rajoy por “mejorar” las cifras independentistas. El programa, en
beneficio del esperpento, podría haber
estado conducido por, digamos, el sacristán de bolilla Giménez Losantos y Carod
Rovira. Y Francisco de Goya como documentalista ayudado por Azcona con lo del
guión.
Lo cierto es
que las dos alcaldesas dieron una lección de civilidad y sentido común al que
algunos llaman seny. Carmena, el
demonio de los ultramontanos es, en
realidad ,el Tío Lucas, el del Sombrero
de tres picos de Alarcón, ¿recuerdan?
(…) tan pronto como empezaba a penetrarse dentro de él aparecían
sus perfecciones, y que estas perfecciones principiaban en los dientes. Luego
venía la voz, vibrante, elástica, atractiva; varonil y grave algunas veces,
dulce y melosa cuando pedía algo, y siempre difícil de resistir. Llegaba
después lo que aquella voz decía: todo oportuno, discreto, ingenioso,
persuasivo... Y, por último, en el alma del tío Lucas había valor, lealtad,
honradez, sentido común, deseo de saber y conocimientos instintivos o empíricos
de muchas cosas, profundo desdén a los necios, cualquiera que fuese su
categoría social, y cierto espíritu de ironía, de burla y de sarcasmo, que le
hacían pasar, a los ojos del Académico, por un D. Francisco de Quevedo en
bruto.
Y
esto es lo que saca de quicio a los intransigentes y beligerantes que sirvieron
a Goya de modelos con sus garrotes y la tierra hasta las rodillas. Como el
Comendador de la obra de Pedro Ruiz de Alarcón, tratarán de desacreditarla con
engaños, trampillas, subterfugios y
torticeras interpretaciones. Lo intentan, pero al final siempre se estrellan
con el muro del sentido común de la alcaldesa de Madrid. Esa es mi Carmena, incólume ante lo bronco,
lo malencarado y la bilis de los de la Cofradía de la Hiel, de los que hacen lo
posible por parecerse al Comendador. Y lo consiguen.
Román
Rubio
Septiembre
2017
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