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D’OCTUBRE
Vaya por
delante que no presencié las agresiones que se produjeron en la tarde de ayer,
de modo que pasé un rato muy entretenido. Para impregnarme del ambiente
patriótico me acerqué a la manifestación de la tarde en el centro de la ciudad.
Quienes sean de Valencia habrán entendido las implicaciones de “lo de la
tarde”. A los de fuera les diré que, si bien por la mañana se celebra una
procesión cívica oficial multitudinaria encabezada por las autoridades, por la
tarde se manifiestan los que, en rasgos generales, simpatizan con la causa
catalana y/o republicana. No eran muchos. Unos mil o dos mil, dependiendo de
quién haga el recuento, con su parafernalia de pancartas, batucadas y todo lo
que conlleva el trajín de sacar a pasear las banderas. En las aceras, acechantes
y amenazadores, vociferando insultos, los detractores de la patria catalana y
de cualquier tipo de república. Entre medias, los policías evitando las
agresiones que los enfadados ciudadanos de las aceras parecían dispuestos a
infligir sin ningún miramiento.
Los turistas, bastantes
numerosos, miraban el espectáculo incrédulos y con cara de no entender nada. Yo
evitaba el contacto visual con ellos para no verme interpelado y tener que
explicar la complicada situación al tiempo que iba construyendo “el relato”,
por si acaso.
Veamos: hay
unos ciudadanos que marchan pacífica y festivamente por el centro de la calzada
exhibiendo unas banderas a franjas rojas y amarillas más o menos delgadas. Otros,
que parecen ser amigos porque marchan a su lado en jovial camaradería, portan
una bandera igual pero con una estrella. Entre ellos no parece haber ningún tipo
de problema. Algunos conversan animadamente.
Claro que –habría que explicarle al turista- esta camaradería se da porque
se trata de Valencia, que en Barcelona…, pero, en fin, allá ellos. No liemos
“el relato”, nosotros a lo nuestro. Otros andan entremezclados en pacífica armonía
portando banderolas de franjas más anchas, también rojas y amarillas, pero con
una raya morada. Estos – habría que informar al de fuera- son los que añoran la república española. El
hecho de que vayan junto a los que abogan por una república catalana independiente
y a los que portan la señera sin estrella (que representa la Cataluña
autonómica pero puede representar, también, un constructo llamado Països
Catalans) es un poco difícil de entender, pero es solo para los extranjeros,
marcianos y malos entendedores, porque para nosotros, los valencianos, está más
claro que el agua. En cuanto al lema de la pancarta que abre el desfile “Sí al Valencià”, más vale que lo ignoremos: se refiere a la lengua,
sobre la que los de las aceras (los que increpan) acusan a los que desfilan de
llamarle catalán, en franca contradicción con lo que pone la pancarta.
Ahora vamos
con los que vociferan, increpan e insultan a los que desfilan. A pesar de que
los colores de sus banderas sean los
mismos, no se fíen: son enemigos. Los de la bandera roja y amarilla de rayas
gordas son los que están por la unidad de España, pero no hay que confundirse:
no pueden ver a los de la raya morada que desfilan por la calzada porque unos están por la república y otros
por… bueno, por cualquier cosa que no sea república: monarquía, dictadura… todo
depende de si llevan en su bandera un escudo o un aguilucho. Es muy importante que estos otros de las cuatro barras que hacen
colla con los de las tres rayas gordas con los mismos colores no se confundan con los de
dentro de la calzada. Verás que llevan una cenefa azul, la bandera “oficial”
del territorio. Quizá, en un primer vistazo, no la hayas apreciado, pero es muy
importante si no te quieres ver en el bando equivocado. Estos abogan por una Comunidad
Valenciana (que no País, sobre todo eso) fuerte y sana dentro de España y, a
ser posible, alejada de los que quieren hacer migas con Cataluña (que son los
sin cenefa) y de los que, sin querer juntarse con ellos, quieren hacer una
república nueva, digo, vieja. ¿A que se entiende?
De todas
formas, tenía un plan B: unas calles más abajo había un entretenido desfile al
que decidí encaminar a los forasteros caso de ser requerido. Esto me resultaría
más fácil de explicar: se trata de unas filas de tipos generalmente barbados
que desfilan al unísono, al son que marca uno que se pavonea más que los demás
contoneándose con una espada en la mano. No hay que preocuparse: no son yihadistas
ni están haciendo proselitismo islámico ni nada. Son tipos como tú y como yo,
disfrazados de guerreros de Almanzor de fantasía que se gastan un pastón en un traje
fantasioso, se ponen hasta el culo de un brebaje moderadamente alcohólico que
se llama café licor, encienden un puro, se cogen del brazo de sus amigos y
desfilan al ritmo de los timbales sin propósito de ir a ningún sitio en
especial. Suelen acompañarse de collas de mujeres semivestidas con tules y
otras trasparencias que hacen piruetas y mueven el ombligo de manera
vertiginosa y muy entretenida al son de la música. A veces, los guerreros de
Disneylandia sacan los trabucos y, con gran estruendo, disparan kilos de pólvora contra otros
disfrazados de Cid Campeador, pero ni ponen bala ni tiran a dar. Es todo de
mentiras.
Que tengan una
feliz estancia.
Román Rubio
Octubre 2017
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