LA
VECINA RUBIA
Hace un tiempo
que subí un artículo sobre Dulceida en este mismo blog que fue bastante popular.
Se trata de una influencer a la que
querían parecerse muchas jóvenes españolas. Ese fue mi primer contacto con el
mundo de las estrellas de las redes sociales que hacen de su estilo de vida (el
virtual, claro) su modus vivendi.
Estas chicas, por lo general veinteañeras, cuentan por millones sus seguidores
en sus blogs, en sus cuentas de Instagram, Facebook y Twitter y en sus canales
de Youtube. Las marcas se aprovechan del tirón que tienen entre un gran público
y les pagan una pasta por que exhiban sus productos. Son guapas, listas,
emprendedoras y saben lo que hacen. Construyen una imagen y la rentabilizan. En
algunos casos viven muy, pero que muy bien de su imagen y algunas consiguen, al
fin, lanzar sus propios productos y hacerse aún más exitosas, si cabe.
Una persona de
mi entorno, al leer el artículo de Dulceida, me sugirió, medio en broma (o así
lo interpreté yo), que escribiera algo sobre La Vecina Rubia. Yo tenía el
asunto olvidado hasta que hace unos días –justo antes de que mi país se viera intoxicado
por El Tema que no quiero nombrar- me
topé con la noticia de que la influencer
Celia Fuentes fue encontrada ahorcada en su casa de Madrid. La chica, de 27
años, se había suicidado, víctima de una fuerte depresión avivada, sin duda,
por la impostura de tener que parecer siempre
glamurosa, perfecta, feliz. La chica,
que parecía que afrontaba un problema
sentimental o vivencial, tenía que personificar la felicidad absoluta. Se la veía retratarse en caros
restaurantes ante deliciosos platos que no probaba atendiendo a las tiranías de la báscula. Antes, había de
pasar media hora en el servicio
retocándose el maquillaje, la pose debía ser perfecta y la resolución técnica,
profesional. Después, había que subirla a la web en el momento exacto en el que
hubiera de conseguir más likes,
verdadera obsesión de quien vive ese mundo. Esa impostura de vida precipitó,
posiblemente, la muerte de la infortunada joven.
Me he asomado,
pues, al mundo de las influencers y
he consultado la relación de las top que da Forbes. En lo alto de la
pirámide, Chiara Ferragni, una milanesa
de 30 años que, por allá por 2010, inició el exitoso blog TheBlondeSalad.com. Después, vinieron su cuenta de Instagram y su
canal de Youtube. En 2015 su caso se
convirtió en objeto de estudio en Harvard al haber facturado $8 millones el año
anterior. Danielle Bernstein, Julia Engel y Susanna Lang son otras grandes,
como grande es también Gabi Gregg, también conocida como Gabi Fresh o Nicolette
Mason, estas en el apartado de tallas grandes o curvy girls. La neoyorquina Leandra Medine, conocida como la Man Repeller o repele-hombres (por el
nombre de su blog) defraudó a muchas seguidoras al trascender su boda con un
ejecutivo de Wall Street. Su estilo tenía (tiene) la reputación de ser adorado
por las mujeres y denostado por los hombres, que lo encuentran poco o nada sexy…
¡Ay, qué espejismo es el mundo de las redes!
Pero volvamos
al tema que nos ocupa: La Vecina Rubia es un personaje virtual que se presenta
con un pelazo rubio y una especie de máscara con la cara de Barbie. No es por
tanto la identidad sino la máscara lo que importa. En un estudiado marco de pretendida rubia
tonta y obsesionada con los temas más triviales, mundanos y pueriles, se
esconde un personaje inteligente y culto que igual le da un corte (o zasca,
como parece ser que se dice hoy) a Cristina Cifuentes por llamarle guapi, que
hace cualquier observación aguda sobre cualquier tema de calado; eso sí,
disfrazado de superficial fruslería. Pero, lo que resulta llamativo es que la
Rubia escribe bien, cosa inédita hoy el las redes,
Hasta en Twitter,
la Rubia expresa cosas como:
El stories del Rey ha sido como cuando le cuentas un
problemón a tu amiga y ella te dice: «no te rayes, tía».
Vale, no sé
qué es eso del stories. Confieso que
se me escapa, pero, vean: todos los acentos están en su sitio, la puntuación es
correcta y ¡hasta usa las comillas españolas!, que no están en el teclado y que
“ella” sabe que se ponen usando un complicado ALT174 y ALT175. ¿Conocen a
muchas vecinas rubias con cara de Barbie que escriban así en Twitter y
produzcan hashtags como #escribirbienesdeguapas,
o #tengopelazoycerebrodebajo.
En su empresa
a favor de la corrección ortotipográfica la Rubia suele consultar sus dudas a
la RAE produciendo simpáticos diálogos como estos:
La vecina rubia @lavecinarubia
Hola @RAEinforma!
Estoy ensayando por si me persiguen paparazzi y querría saber si el famoso “si me queréis
irse” es “si me queréis idos”.
A lo que la RAE, educadamente, le contestó:
En respuesta a @lavecinarubia
#RAEconsultas En efecto, así y con una coma: «si me
queréis, idos».
La rubia, a
continuación, explica a sus seguidores en su cuenta de Instagram:
Hoy en
mis conversaciones con la RAE he confirmado cómo hablar con propiedad a los
paparazzi y ya sé seguro que yo diré: "si me queréis, idos" si veo
que no voy bien peinada. También he aprendido que "paparazzi" ya es
un plural en sí, no es "paparazzis".Y el singular es "paparazzo". #rubiconsultas#Simequeréisidos #yanovuelvoasalirenchándal #estoyenelcandelabro #peroquéinventoesesto #rubijarena.
Otro de los
interesantes diálogos entre la rubia y la Academia se desarrolló del siguiente
modo:
@lavecinarubia
Hola RAEinforma!
Quería saber si “súper cuqui” se escribe así,
separado, o se dice “supercuqui” y sin tilde. Ser cuqui es muy difícil!
A lo que la
Real Academia contestó:
En respuesta a @lavecinarubia
#RAEconsultas El prefijo se une directamente al adjetivo:
«supercuqui».
Debo reconocer
que encuentro divertidísima esa correspondencia, de 145 caracteres máximo, entre
una rubia con pelazo y cara de Barbie y la Academia de la Lengua Española, ¡qué
le vamos a hacer! Es el defecto que tenemos algunos: que nos divierten las
trivialidades.
Y he
conseguido escribir un artículo sin nombrar “La Cosa”.
Román Rubio
Octubre 2017
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