FACHAS
Han vuelto a
salir las banderas a la calle lo que para mí equivale a malas, muy malas
noticias. Me asomo a la ventana y veo algunas rojigualdas en los balcones, y en
Cataluña, esteladas, muchas esteladas.Y gentes usando banderas como atuendo o maquillaje, lo que
afea las ciudades y anuncian
turbulencias. ¡Dios, qué hastío de banderas! Parapeto de impulsivos con cabeza
hueca que apelan a la emoción y no a la razón, de los que, con la intención de
marcar el propio territorio, excluyen a los de las tribus vecinas, de los que
se creen superiores en su ordinariez, de los zafios y de los inseguros de sus
virtudes que buscan, en su afirmación de pertenencia al grupo, la aprobación de
los demás y el cobijo en la multitud. Simplificadoras
de la razón convirtiéndola en simple emoción, son incompatibles con el espíritu
libre y el de quien se respeta a sí mismo como individuo y que cree que es él, y no el grupo, la nación
o la religión, el responsable y beneficiario de sus propios actos, de su
destino y bienestar. Símbolo de los desustanciados, mediocres, irresponsables,
romos, adláteres, pingos y pinganillos, marujas, héroes de sofá y mando de la
tele, gallitos de café y algún que otro cagallón de acequia.
La afluencia
de banderas ha traído a la palestra un término al que su uso
y abuso ha devaluado su significado dejándolo en la nada: es el término
“facha” o “fascista”. Sobre todo, los estelados, a quienes gusta llamar facha a
todo aquel que porte una bandera española (que no una estelada, faltaría más), que esté contra la
independencia de Cataluña o incluso que se muestre tibio o equidistante al
respecto. Muchos lo hacen por ignorancia: son jóvenes, algo incultos o ambas
cosas. Otros, que conocen el significado, lo hacen solo por confundir,
pretendiendo ignorar el verdadero valor de lo que significa ser fascista o “facha”,
su versión castiza.
Hace tiempo
que hablé de esto en este mismo blog: Para llamar a alguien fascista debe ser,
en primer lugar, fascista. Para ello debe pertenecer, ser adepto o simpatizante del Partido
Fascista, Nacionalsocialista o Falangista, en sus actuales formas,
presentaciones y denominaciones. Al menos debería (el facha) participar de su
ideología, que se resumiría en: culto a la Patria, disposición revolucionaria,
oposición a la forma democrática convencional, oposición visceral al comunismo,
culto a la autoridad (caudillaje), disciplina y ejercicio de la violencia
redentora. ¡Ahí tenemos a un fascista! Con una pizca extra de adoración a la
raza y la creencia de su superioridad hegemónica tenemos al típico nazi, y con
dos cuartas más de catolicismo meapilas y beligerante, al franquista de mi
niñez. Y punto.
¿Creen de
verdad, pero de verdad, quienes se envuelven con la estelada, que los tibios de
corazón, los equidistantes y otros españolitos que no participan de su objetivo
son fachas, o lo hacen exclusivamente
por postureo o ignorancia?
¿Quién expresa
mayormente el culto a la Patria sino aquel que se envuelve en su bandera y sale
a la calle a proclamar su amor y lealtad incondicional? ¿Y quién se opone, de
manera revolucionaria (aunque pacífica) al orden democrático establecido? Desde
luego, no pongo la mano en el fuego por los que salen con la rojigualda, pero tampoco me caso con los otros. En cuanto al
caudillaje, no veo ningún culto a la figura inane de puro y Marca que se sienta
en la Moncloa, la verdad. Tampoco lo veo
a la pareja formada por el del pelo a lo Beatle (de Cádiz) y su socio de cuerpo
fofo, voz meliflua y mirada incierta. En su aversión al comunismo (hilando muy,
pero que muy fino) sí que se podría apreciar un lado fascista en ambas orillas
del Ebro. Los del norte los necesitan (a los “comunistas” de la CUP) para sus
propósitos y los tratan bien, pero un pajarito me ha dicho que el abate de
Montserrat reza cada noche tres avemarías (en catalán) para que no hagan falta
en el futuro y se vayan al infierno, lugar del que, cree el santo varón, nunca
deberían haber salido.
No me vengan
con monsergas: un facha es un facha. No abaraten un sustantivo que está
reservado solo para los malos: los de verdad; no los incapaces, mediocres, cabezahuecas
y otros agitadores de banderas.
Román Rubio
Octubre 2017
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